Cartapacios 1

Ana Franco Ortuño

portada-cartapacios-1.jpgEl primer número de la revista Cartapacios salió en abril de 1979, hace 30 años. Fue una de las tantas publicaciones que hacen los alumnos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, durante el tiempo de la licenciatura. Generalmente esas revistas, si es que rebasan los cuatro o cinco números, se pierden en la memoria de los eventuales lectores pero siguen vivas en el recuerdo de quienes formaron parte de la idea: el consejo, los colaboradores, los amigos. Porque son revistas de amigos jóvenes que quieren dedicarse a escribir y que así inician su carrera.

Cartapacios 1 comienza con un epígrafe de Don Quijote: “… llegó un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos a un sendero…”; la cita no anunciaba únicamente el nombre sino al grupo de muchachos que venderían papeles a lo largo de su vida. Algunos de estos papeles se han hecho viejos y sin embargo, nos reabren una ventana por la que podemos aventurar un panorama histórico, tanto de sus autores como de sus obras...


 

Cartapacios 1

 

Ana Franco Ortuño

No era ya de noche o de día. Un prodigio,
palpar ese tiempo detenido.
Beatriz Álvarez Klein, pp. 29.

portada-cartapacios-1.jpgEl primer número de la revista Cartapacios salió en abril de 1979, hace 30 años. Fue una de las tantas publicaciones que hacen los alumnos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, durante el tiempo de la licenciatura. Generalmente esas revistas, si es que rebasan los cuatro o cinco números, se pierden en la memoria de los eventuales lectores pero siguen vivas en el recuerdo de quienes formaron parte de la idea: el consejo, los colaboradores, los amigos. Porque son revistas de amigos jóvenes que quieren dedicarse a escribir y que así inician su carrera.

Cartapacios 1 comienza con un epígrafe de Don Quijote: “… llegó un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos a un sendero…”; la cita no anunciaba únicamente el nombre sino al grupo de muchachos que venderían papeles a lo largo de su vida. Algunos de estos papeles se han hecho viejos y sin embargo, nos reabren una ventana por la que podemos aventurar un panorama histórico, tanto de sus autores como de sus obras.

Cartapacios continúo durante muchos años con irregular firmeza; los números no obedecieron siempre a una fecha puntual de publicación en aras del cuidado de sus contenidos. Un día, por supuesto, como todas las revistas, desapareció, pero no lo hicieron de la escena literaria sus colaboradores. En este primer número participan en la sección Obra escrita: Pedro Serrano, Diego Jáuregui, Lilia Barbachano, Juan Carlos Mena, Pablo Mora, Raúl Casamadrid, Álvaro Quijano, Emilio González, Jorge González de León y Beatriz Álvarez Klein. Con Obra gráfica colaboran: Mario Rangel Faz y Rossana Durán. El consejo (Redacción) lo conformaron Jáuregui, Carlos Mapes, Mena, Mora, Quijano y Serrano. La publicación pasó por varias épocas y formaron parte de su redacción, además de quienes la iniciaron, Alicia García Bergua, Francisco Segovia, Javier Sicila (durante mucho tiempo las reuniones fueron en su casa), Fabio Morábito, Ena Lastra, Jaime Moreno Villarreal y Carlos López Beltrán, entre otros. El diseño lo hizo siempre Juan Carlos Mena (actual editor de Trilce). Algunos de estos nombres nos son ya fácilmente reconocibles.

¿Fueron la constancia y el  tiempo lo que acomodó a estos jóvenes en la escena literaria mexicana de manera definitiva; lo que al cabo formalizó su importancia? Estoy segura.

Del tono inicial que comparten: algo urbano, algo experimental y explícitamente sexual (que ahora vemos hasta el hartazgo), rescato un texto de Emiliano González: Neón City Blues, una novela gótica de pornografía y violencia. Los monstruos y el libro de las tentaciones; en el que aventura una intuición de futuro: Tijuana, 1989. La marcha de los personajes nos muestra una ciudad envilecida, desgastada y violenta. “El Nuevo Gobierno ha instalado una patrulla en cada esquina, llena de ojos de buitre que brillan como gotas de semen de tarántula al ver pasar a una niña-escándalo. ‘Violar niñas-escándalo es la ocupación favorita de los oficiales…’, piensa Baby Lon, mientras le sonríe despreciativamente a un Hombre de la Ley.” Quién le diría a González que la mirada que lanzó 10 años adelante, anunciaba los hechos que se darían en el futuro de Juárez, cumpliendo así con la capacidad oracular del escritor, a veces terrible.

En proceso inverso, podemos volver a  un poema que Álvaro Quijano dedica a Coral Bracho y sus Peces de piel fugaz (publicado por primera vez dos años antes): “Antes del sol/ con el frío/   el silencio/ fueron los peces (sueños) de piel fugaz/ gentiles bárbaros que invadieron/ la respiración y el tacto”. La dedicatoria de Quijano se sitúa a favor de una de las autoras más representativas de su generación, bien leída desde entonces.

De lo que contiene este número 1, el texto que me parece más interesante es el de Diego Jáuregui. Una especie de cuento  abierto y absurdo que plantea el enigma de los Jenkins. En él, un personaje narra y propone, mediante un sistema de párrafos contrastantes y notas al pie, una serie de dudas. El juego pone sobre la mesa la participación del lector, pero también funciona como una crítica a las explicaciones académicas que son un diálogo de sordos.

En cuanto a los poetas, podemos constatar la ventaja que aportan los años, la experiencia y las lecturas, a la construcción de su obra.

Reviso Cartapacios, 30 años después, en este volumen manchado de la colección personal de Serrano. Tengo en las manos su tiempo detenido, el de sus amigos y compañeros de carrera, pero tengo también un pedazo de tiempo literario que me pertenece, como lectora de la generación que me antecede y que sigo, sin tiempo, agradecida.

Leer el artículo Homenaje a Mario Rangel (In memoriam), de Pedro Serrano...