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columpios-alberto-forcada-j.jpg Columpios
Alberto Forcada
Ilustraciones de
Juan Gedovius
Fondo de Cultura
Económica,
México, 2005.

Por Antonio Puente Méndez

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Columpios de Alberto Forcada no es como la mayoría de los libros de poesía infantil que pueden encontrarse en las librerías. No es un único texto en el que se narran las aventuras de un personaje ni un grupo de poemas que se desarrollan alrededor de un tema particular. Lo que Forcada hace es presentarnos dieciséis poemas que, al menos en principio, no tienen ninguna relación entre sí. Mientras que en uno se presenta un mito creacionista en el que los mundos “tenían patas de burro, espalada de cocodrilo / y tal fuerza que eran usados para transportar nubes, / lagos y montañas”; en otro se da explicación a un fenómeno tan extraordinario como es el crecimiento de nuestra sombra ante una pequeña luz; y en un tercero se presenta la relación entre la voz narradora y un papalote que “Mi papá me regaló [y] / que agitaba la cola / y sabía convertirse en puntito”.

Lo único que parecería encadenarlos es la personificación del elemento central de cada texto. El uso de esta figura retórica, que el autor maneja con inteligencia en objetos, animales e incluso situaciones, es la razón de que no podamos dejar de leer. Esto se debe, en principio, a que el libro despierta la curiosidad del lector por saber cuál es el siguiente tema de que trata. Sin embargo, la razón prinicpal por la que el empleo de la personificación funciona, es porque apela a la manera en que los niños se relacionan con los objetos que los rodean. Durante su infancia, ¿quién de nosotros no pensó que un árbol bien podría ser una criatura animada, o que un relámpago era en realidad, un animal en busca de un amo que lo apaciguara?

Así es como Alberto Forcada construye sus poemas; enfocándose en aquellos objetos cotidianos que los niños tienen a su alcance todo el tiempo, pero que aún pueden ser misteriosos y, por ende, necesitan ser explicados. La hora de dormir se vuelve la estación en que el sueño (una locomotora) llega a recogernos todas las noches para viajar. Metáforas que podrían parecer sencillas pero que el autor construye en verso libre, con juegos de palabras y un uso de lenguaje que, aunque sencillo, requiere de toda la atención del niño para ser comprendido.

Las ilustraciones de Juan Gedovius son otro punto a favor del libro. Se componen de imágenes sencillas sin un exceso de colores, que evocan a los muy mexicanos alebrijes, sobrepuestas en un fondo de un sólo color (generalmente blanco). De esa manera, las ilustraciones plasman perfectamente el tono del poema pero no bloquean la atención del niño para que atienda únicamente a lo que el Gedovius presenta. Uno puede partir de lo que se muestra en los dibujos, pero mantiene abierta la posibilidad de usar su imaginación para representar lo que el texto dice.

Por eso es que, partiendo de la premisa de que todos hemos jugado con objetos inanimados pensándolos vivos, Alberto Forcada logra conquistar a los niños que al acercarse a este texto pueden sentirse identificados con la voz narrativa y su juego personificador. Columpios también puede ser leído por aquellos adultos que se atrevan a revivir estos juegos en los que, como en los poemas, un columpio bien puede ser un barco en el que navegamos alrededor del mundo.




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