La poesía en la calle 

Por Jesús Gómez Morán


 

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El título de esta reseña parecería aludir a cierta línea crítica sobre el estado actual de nuestra república de poesía, sin embargo la intención con la que utilizo la expresión "en la calle" no se basa en su sentido figurado, sino en el literal. Por una atenta invitación de Cristián Picón y Linda Guiza, participé dentro de la serie de lecturas Poesía y movimiento en las estaciones del metro, y mis expectativas previas quedaron rebasadas por mucho. Dichas expectativas consistían en testificar cómo se efectuaría el acceso de la actual producción poética de la ciudad de México cuando llega de manera directa al público usuario de este sistema de transporte (ya estoy hablando como burócrata), lo que implica salirse de esquemas preestablecidos y no estar a expensas del juicio del mismo circuito de lugares para leer poesía en Coyoacán o en la Roma, y a los que, a veces, también acuden las mismas personas.
La poesía en la calle

Por Jesús Gómez Morán

El título de esta reseña parecería aludir a cierta línea crítica sobre el estado actual de nuestra república de poesía, sin embargo la intención con la que utilizo la expresión "en la calle" no se basa en su sentido figurado, sino en el literal. Por una atenta invitación de Cristián Picón y Linda Guiza, participé dentro de la serie de lecturas Poesía y movimiento en las estaciones del metro, y mis expectativas previas quedaron rebasadas por mucho. Dichas expectativas consistían en testificar cómo se efectuaría el acceso de la actual producción poética de la ciudad de México cuando llega de manera directa al público usuario de este sistema de transporte (ya estoy hablando como burócrata), lo que implica salirse de esquemas preestablecidos y no estar a expensas del juicio del mismo circuito de lugares para leer poesía en Coyoacán o en la Roma, y a los que, a veces, también acuden las mismas personas.

Desde luego esta expectativa se cumplió con creces, dado que gente de diverso estrato social y cultural detuvo sus pasos para despejar su curiosidad y darse unos minutos a la escucha lírica; pero a dicha expectativa debo agregar la que generaron los participantes que rompieron con la estructura tradicional (entre los cuales me encuentro) de presentación. Carraspea uno, saluda a la concurrencia y nos lanzamos sobre la página a darle salida a lo que venga de nuestro ronco pecho, hasta el final del texto. Y la audiencia, bien portadita, atiende educada y aplaude al final. La verdad es que los participantes más jóvenes mostraron una mayor visión y dieron un toque de frescura con sus lecturas-performance.

Bajo este marco se desarrollaron (de las que pude presenciar) las actuaciones de Mario Dux con sus juegos acústicos, establecidos a partir de cinta canela, bolsas de plástico y un megáfono; la frenética recitación de Miguel López que representaba casi lo mismo que iba recitando; el “chippendale” de Guillermo Córdova que se iba despojando de sus vestiduras y así reprodujo, en sentido inverso, el cambio de luces de un semáforo; la representación quasi teatral de Tonatiuh Mercado con su máscara de ave; la crónica rimada de los últimos acontecimientos en la Facultad de Filosofía y Letras de Javier Raya o de Gabriel Bolongaro; y la versión rapeada de Van-T, quien más que un poeta se volvió un gurú que predicaba en la cúpula del metro Insurgentes.

Obviamente que nada de es algo nuevo, porque desde el movimiento de vanguardia de hace un siglo (claro que esta clase de representaciones se remontan hasta los albores de la humanidad, pero cito este momento histórico por ser el de mayor relevancia dentro de la secularización que sufrió la enunciación poética en la edad moderna), se registran presentaciones del tipo; y hace como once años, en el auditorio Che Guevara, hizo lo propio el heredero de esa tradición vanguardista, el bardo ruso Evgeni Evtushenko. Lo cierto es que a final de cuentas, lo interesante fue el contraste, porque dentro de lo llamativo de las lecturas reseñadas, no puedo pasar por alto el éxito entre los asistentes que tuvieron las propuestas líricas de Andrés Cisneros, Adriana Tafoya (con la que hay que festejar "y emborracharse"), Angélica Santaolaya, Guillermo Vega y Lucero Balcázar; todos ellos de quienes me honra llamarme su amigo.

 

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