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Leonardo Franco Pineda
(Edo. México, 1973)

Arquitectura del verbo

I

Mórula del verbo es la tierra en la soplo de Dios,
si acaso tilde de un esdrújulo planeta.

La garganta del púber cosmos anida el vacío y lo traga,
magnetiza la oquedad de una estrella muerta.
-abismo negro de un espejo paralelo-

El verbo germina un génesis contra el caos y el estruendo,
es big bang en la caverna de retórica voluntad.
  la tela y óleo en el dedo matemático de Dios,
languidecen la estrella, y su luz en cadáver que vemos ya no es.

En esa hora ciega de minutos,
donde el verbo articula en la boca del firmamento,
surge el soplo y la ecuación al esdrújulo planeta.
-por él y para él-
Los caireles del mar oscilan en un arrullo del espíritu,
y la sombra preside su aroma en un hálito volcánico.
-desterrados ángeles del seno-

Siete días la jornada verbal,
embrionaria palabra y mano umbilical en el incipiente barro.

* …”y fue en el día último que se hizo Dios”,
-y hasta la mosca en el estiércol hablará a los necios-


II


…Y el ocaso de una bocanada llegó al alba, el declive.
Estrépito de la muralla y piélago de apatía,


Hojas de pecado resguardan la si-miente de la tierra.

Ruge el silencio.

Lágrima es el divorcio del espíritu,
y lápida su lacre deponente.
Cuando la espada del ángel abre un sendero
entre espinos y cardos,
y la desnudez se atavía al destierro
de un ocaso primigenio.

Adán es entonces sobre el lago de la culpa
un fulgor peregrino,
acaso espuma en el espejo antaño del hombre,
o arca maldita en el piélago de los milenios.
Es la puerta del sepulcro a la carne,
la primicia de un judas a su huerto.

Vive la muerte.

Los querubines susurran ante la asamblea de Dios,
porque no hay expiación sin derramamiento de sangre.
Y antes de repartirse el dote lacerante;
ruge el trueno en la lumbrera,
-promesa solvente antes de la arquitectura del mundo-
Él es el orfebre que traza el camino del hoyo negro,
el de la partícula cósmica,  
que en su ala expande y contrae el universo.
El que se ajusta al anillo de Júpiter,
y al cinto de la carne humana.

Del huerto del divorcio al huerto de la traición,
hay tres segundos de espera inmortal.
 …y un día son como mil años,                
la suma de la impaciencia en el arenero carnal.

 


*Jaime Sabines

 


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