oh oh oh
Sí.
Cómo le encanta imaginar
que de grande, él y sus amigos,
se reunirán alrededor de una fosa;
Alrededor de varias cervezas,
para hablar de ella…
Sí, hablar de ella… oh oh oh
a propósito de una canción
de mil novecientos ochenta.
(Se repite el Coro 2 veces)
Tan vulnerableeeee.
Tan tan
Tan vulnerableeeee.
El tesoro de los pájaros
Hubo una señora que nos alquilaba la casa
y que se casó con su padre adoptivo para adquirir los bienes;
Ella solía llamar a los pájaros
como si hiciera una llamada telefónica:
“¿Aló Pepe?, ¿aló Copenhague?”.
Ahora la entiendo, cuando tras la puerta
se jalaba los cabellos…
¡Bautizaré a los pájaros!
Les pondré nombres de ciudades escandinavas.
Así un pájaro se llamará Copenhague;
Otro será Suomussalmi, y otro Espoo.
Los árboles se llamarán como los niños antiguos:
Cipriano, Tomás, Farfounet o Nils.
Y los colores como las estaciones en… ¡Neverland!:
La Luz de las Bicicletas, La Niebla en los Patios, Los Tréboles en una Taza.
Los caminos se llamarán como las películas antiguas:
Anónimo veneciano, Le petit soldaut, o El desencanto.
El sexo de las mujeres se llamará Suiza o Luxemburgo;
y el de los hombres Bulgaria o Brasil.
A las hormigas habrá que llamarlas como los paraguas
(fuera de la casa cuando la lluvia);
porque los paraguas recordarán las marcas
que hacían los zapatos
en los caminos antiguos: donde se acostumbraba a
llamar por su nombre a los niños,
que solían recordar la fecha de la vid;
Por eso nuestros pasos se llamarán como las clases del vino
y los patos por cada hoja que picoteaban antes de tiempo,
y por cada pistilo que arrancaban
(y que sangraban como una niña en su primera
menstruación);
¡Porque ha vuelto Nils de Bulgaria!
Y aunque agarró una enfermedad mortal en Suiza,
fumará las hojas que no alcanzaron los patos…
¡Sí!
¡¡Ha vuelto Nils de Bulgaria!!
Y le miran las niñas desde el zaguán
(mientras las madres les espían sus diarios)
(y mientras sus padres
cruzan la cerca y visitan a
las otras mujeres que les
parieron otros hijos).
Porque ha vuelto Nils de Bulgaria…
Mírenlo como camina por El desencanto;
Lleva en el walkman (que le regaló su primera amante)
esa canción de aquel cantante del Brasil…
“¡Oh que guapo es Nils!” dicen las ardillas;
Mientras los pintores sin historia
descubren en aquella nariz descontinuada,
todas las imprecisiones de las barcas,
de los cuadros de Whistler (James Abbott McNeill).
“Bienvenido Nils…”
“¡Oh Nils!”
—“El que defeca debajo de las ramas”
Y luego se ríen…—
…
[Y Copenhague defecará lluvia blanca
y dormirá sobre Nils…
Dormirá
en honor a los cabellos
que se jalaba la vieja
y que a su vez soñaba con un niño que le pudiera acariciar;
tal vez
el mismo niño que ya no lo recuerdan en los caminos antiguos,
y que solía aplastar fielmente la vid].
|