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No. 37 / Marzo 2011

 

Rodolfo Häsler
(Santiago de Cuba, 1958; vive en Barcelona)



[de El Muro]

en la frente
se agita el tiempo,
un campo de centeno,
de pan ácimo,
pan y aceitunas,
poco más
para saciar el hambre.
el café narra los secretos,
la ausencia de los días,
la trágica prensa diaria,
mirar y esperar
y otra vez empezar.
toma arena en la mano,
el polvo de los dedos
borra la simiente,
no pierdas el compás,
un racimo tras otro
marca la proximidad del otoño,
grisácea la mirada
festeja el rito maronita.






soledad, soledad,
no te transformes,
sigue porfiando,
es una losa
donde exclamar,
donde expresar
la extrañeza del reino
del meridión,
estar en la tierra soñada
no más que el ciclo
de una cosecha,
una siega, una hoz,
el trigal espera
tu aparición.
la flor de plata
de la pobreza
se deja adorar,
pero no dice más,
un sol, un astro,
una constelación morada
que atrapa a la noche;
no la toques,
deja la espina volar
y marcar el cuerpo
del celebrado.
el muro sentencia
la duración,
nadie se rinde
ante su recorrido,
cumplir el calendario
de un mes de vida,
la floración,
el goce diario.
tu boca saborea
la pasta de garbanzos,
el vinagre adereza
la casa de maría,
para escuchar,
ausentarse, ausentarse,
cuánta desposesión.



Desierto de farán


la delicadeza,
la debilidad,
lector compulsivo
de lírica oriental,
un amorío
con patas de cabra,
un tacto ralo,
una aproximación
que la mano conduce
hasta el lugar.
perdiz asada,
copioso plato,
filtro de amor,
una garza que goza
un beso.
la luz se quiebra
por la agitación,
un soldado,
una hazaña
cuida el guerrero,
la ropa
encima de la silla,
hoy no se va a ejercitar
el fruto de la chumbera,
día de asueto
que pide el señor.

 

 

 

   


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