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No. 37 / Marzo 2011

 

Román Luján
(Monclova, Coahuila, 1975; vive en Los Ángeles)

[de Drâstel]


Procrastination

No sé cómo se dice pero suena. Esa palabra es llama. Rada también. Es rueda sin el tren. Si vuelvo se disuelve. Disoluta. La oreja se impacienta. Somete quien la dice. Ríspida en el crujir sus años muertos. Sus caricias. Como decir sedicia o ser deicida. Quise decir desidia. Decídase de sí. Deshágase. Como decir. Oreja la palabra. Boca el verso. Ojo tal vez la estrofa. Nariz de mis naufragios. La palabra que duele traducir. Reaparece en la punta. Flor dentada. Pendular. Sedienta de mi sien pero no cae. Al menos eso dice. Resuena como tren defenestrado. Arrójala al desierto. No es celoso. Sélo de maldecir cuando te ignores. Sed la palabra oreja, su impaciencia. Díselo si lo sabes. Y a todo esto cómo se dice no. Te digo que es aquello. Olvídalo. No hay forma de decirlo sin mover el aquí. No quiero que regrese.



Bárbaro

a Bryan Green


aquél no es gentilhombre
se le nota
                en la ajada camisola
en el sombrero
vencido por el sol
en las nervudas manos hechas
para arrancar
tubérculos

ministros y prelados aseguran
que sus ídolos
son ínfimos
fetiches de abalorio
                                 gárgolas
consagradas a la repetición
nunca al progreso

y esa voz
                esa insufrible
jerga de serpiente
la dicción retorcida por su innoble
cuna y la ausencia
de altivos pensamientos

no disfruta
de la vida gimnástica el tañido
de un plectro  
                      y el mosquete
debajo de la almohada

¿cómo puede fingirse ciudadano?

habrá que designarlo de algún modo
que revele
la abyección de su origen
su torpeza
                  el bar-bar
que resuena en su lengua
de ave extinta



Drâstel

Words will come to interfere
Michael Palmer


Si digo esto no pienses en aquello,
no importa cuán remota o vieja amiga

mi voz aún te parezca. Si digo esto
usa mis pechos bifocales, mis ardorosas

lágrimas, mi sombra engarzadora
de nadie y tierra y humo y divorciado

polvo. Si triste lazarillo no rescribas
los raudos torbellinos de Noruega.

No voy a arrebatarte el miligramo
de la espalda, ahora que has andado

por muros y cristales bocabajo, ahora
que has pulido la oscura transparencia.

Si digo esto no quiero, aunque pudiera,
complacerte en aquello que exigía

tu aliento, musa fosca, el herrumbroso
engranaje del amor. Nunca la sangre.

 

 

 

   


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