Entre géneros

La cámara verde
Por Cristina Rivera Garza
 

No es nueva de ninguna manera la escritura entre géneros. Pero las tecnologías actuales, especialmente el formato de la plataforma de Twitter, han enfatizado su presencia y ampliado sus posibilidades de existencia y crítica. De la poesía narrativa al cuento corto, de la prosa poética a la viñeta, de la novela en verso a la novela gráfica, la escritura entre géneros tiene ya cola que le pisen. En Twitter, donde la frase individual de 140 caracteres es tan importante como la tierra movediza del TimeLine del que forman parte, la escritura entre géneros no es una mera posibilidad sino también, tal vez sobre todo, un requisito de existencia. Alguna vez, de manera por demás famosa, Gertrude Stein declaró que la diferencia entre el cuento y el párrafo era ninguna. Parafraseándola, es posible decir que Twitter nos hace ver, con tanta claridad como gozo, que la diferencia entre el párrafo y el verso bien puede ser ninguna también. Aquí puede importar tanto el poder evocador de una frase bien compuesta como el espacio en blanco, siempre fugaz, siempre en movimiento, sobre el cual se columpia el suspenso que solemos asociar a lo narrativo. De ahí El Hombre de Tweed del escritor mexicano @MauricioMontiel.

No. 38 / Abril 2011

 
Entre géneros

La cámara verde
Por Cristina Rivera Garza
 
No es nueva de ninguna manera la escritura entre géneros. Pero las tecnologías actuales, especialmente el formato de la plataforma de Twitter, han enfatizado su presencia y ampliado sus posibilidades de existencia y crítica. De la poesía narrativa al cuento corto, de la prosa poética a la viñeta, de la novela en verso a la novela gráfica, la escritura entre géneros tiene ya cola que le pisen. En Twitter, donde la frase individual de 140 caracteres es tan importante como la tierra movediza del TimeLine del que forman parte, la escritura entre géneros no es una mera posibilidad sino también, tal vez sobre todo, un requisito de existencia. Alguna vez, de manera por demás famosa, Gertrude Stein declaró que la diferencia entre el cuento y el párrafo era ninguna. Parafraseándola, es posible decir que Twitter nos hace ver, con tanta claridad como gozo, que la diferencia entre el párrafo y el verso bien puede ser ninguna también. Aquí puede importar tanto el poder evocador de una frase bien compuesta como el espacio en blanco, siempre fugaz, siempre en movimiento, sobre el cual se columpia el suspenso que solemos asociar a lo narrativo. De ahí El Hombre de Tweed del escritor mexicano @MauricioMontiel.

No son pocos los escritores de papel (lo digo porque su medio fundamental de publicación y distribución ha sido, en efecto, el papel) que se acercan con entusiasmo a la escritura en Twitter. Nos llama la atención, sin duda, la novedad del medio, la concisión de la entrega, el sentido del juego. Sí son pocos, sin embargo, los que salen bien librados de dicho contacto. El caso de @MauricioMontiel es una sana excepción de esa regla. Como los escritores inéditos todavía en el mundo del libro impreso, @MauricioMontiel ha compuesto tuits individuales que son, en sí mismos, un mundo. En tanto el autor de ya varias novelas y libros de ensayo, @MauricioMontiel no ha dejado de poner énfasis en el lazo mudo e invisible que es toda tensión narrativa. Entran, pues, en esta Cámara Verde, los siete primeros “capítulos” que @MauricioMontiel ha publicado ya en su TW, aquí en forma de links, pero van también los 15 nuevos tuits con los que avanza el experimento in situ. Se trata, además, de un inesperado desvío: los primeros TW´s del @hombredetweed. Se trata, pues, de una revelación que bien puede obligarnos a releer todo lo hasta ahora escrito. Veremos si el recorrido se cumple en abril o si, como todo parece indicarlo, se desborda por otros meses de este 2011. En todo caso, aquí lo veremos.

La plataforma de Twitter también nos recuerda que todas las voces que dijimos “escuchar” mientras escribíamos a la usanza del pasado, es decir, a solas, son reales. En el menos cruel, que es la nueva definición de abril, recibimos los tuits jocosos y mundanos que @altanoche compone en el desierto del norte de México, y los tuits migrantes y escuetos que @soylamuchacha genera desde el sur de España. Ambos lidian con sus fantasmas en un TL al mismo tiempo. Ambos nos recuerdan que, en efecto, todos tenemos un fantasma al menos. Ambos nos dicen que hay que aprender a convivir con él o ella, a sentarse a su mesa, a cuidar sus desvelos.

También en forma de link aparece la traducción que Marco Antonio Huerta hizo del texto El Archivo y el Escritor de la escritora californiana Vanessa Place, sin duda una de las voces más relevantes en el ámbito de la escritura conceptual que se ejerce con gran enjundia en Estados Unidos.

[mientras escuchaba Isolée, Well Spent Youth]

Marzo 19, 2010
Toluca/Cd. de México


De la bitácora del hombre de tweed
@elhombredetweed

¿Por qué las sombras no permanecen iguales a lo largo del día si son una extensión de los cuerpos? ¿O será que los cuerpos también fluctúan?

Hay sombras que parecen charcos causados por un derrame de sustancias negras. Dan ganas de pisarlas para constatar si la oscuridad salpica.

Cada vez que veo uno de esos pájaros llamados cuervos imagino un ave que hace tiempo se extinguió dejando tan sólo su sombra en el cielo.

Ser sombra. Ser el animal triste y oscuro que sigue fielmente cada paso de su amo. Ser lo que no se puede tocar ni con el pétalo de una luz.

Observo de reojo mi sombra y me pongo a dudar. ¿Dónde está el título de propiedad que me une a ella? ¿Y si se trata de una sombra prestada?

Decir que detrás de una ventana se agitan sombras no implica forzosamente describir una escena en la que haya cuerpos involucrados.

Creo recordar un edificio donde las sombras de los objetos eran tan densas que pasaban por inquilinos. Pero no es seguro. Debo corroborarlo.

Cada sombra es la posibilidad de un agujero que se abre de repente en la superficie del mundo. Cada objeto se balancea al filo de un abismo.

Veo la sombra de una nube enorme al correr por el suelo: un coágulo de inmensidad. Alzo la mirada: en el cielo no hay más que azul profundo.

Las sombras se comunican entre sí sin que lo sepan los cuerpos a los que pertenecen. Por eso hay siempre un murmullo a ras de la tierra.

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