Defensa de la poesía



Lenguaje y erotismo
Pedro Serrano


defensa-39.jpgEn esta época en que eso que entendíamos por erotismo ha pasado a ser casi objeto de segunda mano, es posible recuperar su sentido más completo, el que une piel y corazón y alma y espíritu.

El erotismo se abre de nuevo en un sentido amplio, se erige de nuevo como el lugar en que el ser humano y el mundo entran en juego, en que la lengua es a la vez músculo y herramienta.

El erotismo es ese cruce de animidad y animalidad que nos hace humanos, lo que nos da lenguaje. Es el espacio de la necesidad de supervivencia vuelto pulsión, deseo, miedo, horror. Escribimos porque tenemos hambre, porque tenemos miedo, y porque en esa confrontación con lo inevitable nos acercamos unos a otros.

 

No. 39 / Mayo 2011

 

Defensa de la poesía



Lenguaje y erotismo
Pedro Serrano


defensa-39.jpgEn esta época en que eso que entendíamos por erotismo ha pasado a ser casi objeto de segunda mano, es posible recuperar su sentido más completo, el que une piel y corazón y alma y espíritu.

El erotismo se abre de nuevo en un sentido amplio, se erige de nuevo como el lugar en que el ser humano y el mundo entran en juego, en que la lengua es a la vez músculo y herramienta.

El erotismo es ese cruce de animidad y animalidad que nos hace humanos, lo que nos da lenguaje. Es el espacio de la necesidad de supervivencia vuelto pulsión, deseo, miedo, horror. Escribimos porque tenemos hambre, porque tenemos miedo, y porque en esa confrontación con lo inevitable nos acercamos unos a otros.

El erotismo es agrupamiento y agregación. Es lo que nos abre a los otros, lo que nos pone en circulación, lo que nos hace electrones libres. El erotismo es lo contrario de la exclusividad. Rompe la propiedad, deshace los cotos, borra las fronteras, salpica todo.

El erotismo hace y deshace anotaciones y sentidos. En el cauce del lenguaje, nos da la posibilidad de tocarnos, de tocarnos sin tocarnos. En el lenguaje, el erotismo florece. A la vez, hace florecer al lenguaje.

“Florecer en el lenguaje”, “hacer florecer al lenguaje” son figuras retóricas, abstracciones, pero también prolongaciones. Las figuras retóricas son la propiedad que el lenguaje tiene de florecer. Es decir, de ser más que lenguaje, de desapropiarse y apropiarse.

En el lenguaje y en el erotismo somos más nosotros a la vez que dejamos de ser nosotros. Somos, físicamente, una anonimidad hecha de mucosas y tubos y masas en continua tensión y distensión. Somos también esa prolongación en el aire que surge precisamente de unas zonas cavernosas. Somos lo que expresamos y la capacidad para expresarlo. Somos lo expresado y la capacidad para expresarnos.

“En boca cerrada no entran moscas”. Sí, pero tampoco sale nada. Abrir la boca es estar en peligro, en comunicación, en juego. Abrir la boca es recibir la lengua del otro.

La lengua del otro es un hecho físico. Es precisamente la mosca temida por el proverbio. Es una carnalidad y una musculatura ajena que nos ilumina de inmensidad, con su textura, su ritmo, su movimiento revolvente. La lengua del otro es nuestra intensidad y nuestra sorpresa.

La lengua del otro es también una abstracción, un hecho del lenguaje. Físicamente cierta puesto que es sonido o escritura, su reverberación en nosotros es también física, corporal, materia. La lengua del otro nos afecta, nos tuerce, nos reafirma.

En el lenguaje los verbos y los tiempos se someten a una presión que a la vez los define y los borra. También nosotros estamos sometidos a la materialidad e inmaterialidad del lenguaje.

Por el lenguaje nos nombramos pero al nombrarnos perdemos la consistencia que nos separa, tanto del mundo como de los otros. Nos disolvemos en el nombre porque en el acto de nombrar nos apropiamos y a la vez somos apropiados.

También es la manera en que alcanzamos individualidad, experiencia, historia. El nombre nos hace y nos borra. En el lenguaje vibra la definición y también su desaparición. Porque somos perecederos el lenguaje es a la vez razón y emoción.

La razón nos permite definirnos pero dado que nos morimos, esa definición no alcanza más allá de las lápidas. O si acaso, dos generaciones. Lo que dura la memoria colectiva en reconocer al personaje que aparece en una fotografía antigua: la abuela, el bisabuelo acaso.

La emocionalidad del lenguaje, en cambio, elabora una continuidad con los otros seres humanos. “Elabora”, como las abejas con la miel y el panal. La emocionalidad del lenguaje, su poder figurativo, desencaja la racionalidad y abre el sentido a otras apropiaciones no reversibles, no repetibles. La emocionalidad del lenguaje le da un carácter único y temporal, actual y actuante.

Esta restitución de lo corporal no sólo como manifestación de sexualidad sino como apropiación de lo sensible abre la reverberación del erotismo a toda actividad humana, a todo lo que a través de los sentidos nos permiten invadir y ser invadidos.

El erotismo está en los ojos, en la vista de un cuerpo que pasa pero también en la exaltación que producen unos fuegos artificiales en el cielo y en la contemplación de las estrellas o la luna. También está en la acción humana, en los actos de bondad y la rebeldía. El erotismo es lo que nos mueve y nos conmueve.

El erotismo va del elemento tangible de la corporalidad al elemento respirable, sea el de los vahos pútridos que salen de una alcantarilla, del vapor que nos invade al pasar por una tienda de comida china o el perfume que de repente nos sacude. El olor, en su abstracción inmediata, es lo más cercano que hay al erotismo del lenguaje.

Los seres humanos tenemos la capacidad para abstraer. Pero abstracción no quiere decir deshumanización, ni distancia sino todo lo contrario: inmersión profunda en la materia, dispersión de lo uno en la disgregación del contagio.

El erotismo es la emocionalidad del lenguaje, la abstracción que nos toca. La poesía es la materialización de esa abstracción, su realización palpable, la negación de la repetición y al mismo tiempo la posibilidad de su continua actualización.

Por eso un poema no funciona nunca de manera colectiva. Un poema se activa en el contacto directo. Es comunicación de boca a boca, respiratoria, contacto de piel a piel.

Sea en un poema de amor, en un poema místico o en un poema político, lo que hay en la poesía es erotismo. Un poema es un poema porque en él las palabras se rozan, como los cuerpos se rozan, por el ritmo, por el jadeo, por la respiración. Es en ella donde el lenguaje, ese mecanismo que tenemos los seres humanos para sobrevivir, se vuelve no un medio de información sino de contacto.

Como en el erotismo de los cuerpos, en un poema no hay cantidades cuantificables de comunicación. Hay palpitación, avivamiento conexión.

¿En dónde se rozan las palabras? Siempre en otro lugar, siempre en movimiento. Las palabras en un poema se rozan al pronunciarlas, sea en la escritura, sea en la lectura, sea en la traducción.

Si no hay roce, no hay experiencia poética. Del mismo modo, si no hay roce, no hay ningún erotismo.


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