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  la-peste.jpgLa peste
Armando González Torres,
Ediciones el Tucán de Virginia/Conaculta,
México, 2010

 

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No. 41 / Julio-agosto 2011

 

Sospechas

Dicen que la epidemia germina en los cuerpos más
delicados y que ofende de pronto los olfatos con
una saliva pestilente surgida de los labios allegados.

Porque venimos de una música líquida, amniótica,
que reproducimos al descomponernos. Seremos
entonces los rumores involuntarios y póstumos de
nuestros órganos contaminados.

El músico del emperador, el del oído más sutil, so-
lía acudir al cementerio a descifrar la música de los
cuerpos en descomposición.


Insomnio

Los desvelos y los amaneceres de la ira y la ebriedad
noches sordas, albas del desgano, el estrépito y el
      rumor
este presentimiento viscoso, esta proterva duerme-
      vela
esta cavilación, este examen incesante
esta estéril inquisición en el presagio.
Si conquistado el sueño, viene el afán insomne, si
      el cansancio
abruma, espeta el hastío del vientre su discorde me-
      lodía
quién tuviera onzas de opio para la odiosa lucidez
      del músculo
quién le diera dormidura a este sucio seso enarde-
      cido.


Mendigo

Bajo la llagada estatua, donde buscan palomas sus-
tento miserable, donde viejas enfermas se sientan a
esperar su destino y abrevan frutas secas con labios
desganados. En este atroz paisaje de ciudad ofusca-
da, en este cruel muestrario de ansia y exaltación,
con el hedor familiar de mis supuraciones, imploro
monedas y, a cambio, prodigo una salutación adver-
sa. 

 


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