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portada-proximo-mundo.jpg En el próximo mundo
Mario Campaña
Editorial Candaya,
Barcelona, 2011.

 
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No. 43 / Octubre 2011


 

1


I

Sin estrépito el mundo empieza, mudo.
Un hueco calcinado.
Cochambroso mundo ajeno
Interrogando por un deseado renacer abierto,
El amplio acorde disonando
De la casa que crepita.

Y sólo un acezante animal acecha
En la calle, la casa, el corazón.
Sólo lo extraño y su telambre
Hila siempre fibras nuevas,
Con su tímida avidez despoja
Y recios lugares palpa, de áspera corteza.

Tras la espuria intimidad, una grávida materia.
Translúcido metal en las noches nace sin rutina
Que secreta carne cuece en su vaivén.

Y va creciendo en ese seno extraño el más pronto despertar,
El ansia de un alma vagabunda deslumbrada
Por aquellos ignorados pasos,
Ignotos pasajes entreabiertos.

Secreta carne allí desaparece y aparece
Entre castas mareas y recónditas auroras.
Fuego que arroja desde el centro un aliento embravecido.

Y así, en el frío invernal de una redoma,
Es sedosa hoy la compañía,
Sedoso el instante sedoso el mar,
Sedosa libertad: lejos
La pértiga, el bastón, la vara
Que nos conducían amablemente
En nuestro torpe deambular vacío.

Heme pues, aquí,
Llegado una vez más a este sitio extraño
Donde despierta agitado el pecho
Y en su impaciente monstruosidad, la mano:
Azoca, amigo, lo extraño nos despierta,
Hosco nos salva, justo
En el instante del torpe transigir.


II

No transigir, no ahogar el fuego, no enterrarlo
Bajo el recio leño humedecido o el manto frío.
Hay un soplo que enciende y otro que apaga.

Sucia llama a diario señorea
Con sus habladurías ambarinas
Suspendida entre aullidos y gorjeos,
Mientras seca carne sueña caminando
Libre al fin, sus pavores ya alumbrados:

Ya no quiere su esplendor y desafía su peso
Convulsa como cuerpo bien amado que se ahoga
Cuando gozosamente riñen la boca y el deseo.

Un diablo de lengua hueca
Intempestivo y furioso rompe el coto
Y libra su aromática espesura.
Seda que huele y quema como llaga
En la garganta, cuando al fin
Respira.




4

Un hurier viene a torturarme en nombre de la ley.
Así escribió mi amigo.
Ahora ya otro tiempo llamea en la boca
Que se cierra roja con su fúnebre bozal.

Ahora urde adentro su ruta el acertijo.
Desde cielos sombríos
Las ciudades se derrumban
Intempestivamente en sueño.
Y polvo y estruendo es la noche más leve.


12


I
¿Y si el alma fuera no
una casa en abandono
como piadosamente dicen,
sino un sucio coliseo de gallos,
un antro disimulado?

¿Si en lugar de raídos ventanales
barracas hubiera, desvencijadas;
arena donde combaten
animales hermosos?

¿Si fuéramos ese animal
al que manos anónimas acogen,
aves entrenadas día y noche
y arrojadas un día, por fin, al aire
para atacar con alas desplegadas;

manos que nos procura espuelas cortantes
y nos tiran del cogote; boca que nos chupa
el pico retorciéndonos el cuello
cuando más quiere auxiliarnos
y nuestra cabeza empuja
para resucitarnos
cuando ya no podemos más...?


II
¿Y si el apacible volver a casa
fuera un paseo por salas
donde tantos gallos caen asfixiados
con la huella que una pujante espuela
les ha dejado en el cuello:
una fuga, un viaje de evocación
en que intentamos recoger
jirones de piel y plumas con sangre
de los combates de la tarde?

¿Y si esos hombres fueran barredores
que esconden mugre acumulada,
encargados de apagar las luces?

Si así fuera, habría que salir a la calzada
a celebrar desaforadamente
gritando, roncos, ante cada picotazo,
ante cada aletazo aleve:

“¡Viva la vida!, ¡viva!”



Leer reseña de Jorge Aulicino

Leer reseña de Eduardo Milán



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