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portada-proximo-mundo.jpg En el próximo mundo
Mario Campaña
Editorial Candaya,
Barcelona, 2011.


Reseña de Jorge Aulicino


Reseña de Eduardo Milán

 
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No. 43 / Octubre 2011

 

 

Jorge Aulicino
 

En el próximo mundo es una serie de poemas que desarrollan un canto.

Se trata de un canto dividido en 42 partes. Y a la visión caleidoscópica que lo emparenta con los Cantos poundianos debe agregarse o quitarse algo. Quitarse la aparente dispersión de Pound. Agregarse que En el próximo mundo está íntegramente concebido en castellano. Se trata de un castellano por momentos arcaico, lo que, en esta curva del tiempo, puede considerarse asimismo neologístico.

En la contratapa del libro leemos que entre dos mundos –los dos mundos de los que habla el canto- se suceden diferentes representaciones ensayadas desde múltiples registros: de lo abstracto a lo concreto, de la experiencia a la fantasía, de la épica a la lírica, de lo narrativo a lo dialógico, de lo sentimental a lo irónico… Puntos suspensivos. Sobre estos puntos suspensivos me permito agregar el registro teológico. Pues de lo que se trata aquí es de una ascesis. En el sentido que da al término la RAE: “Reglas y prácticas encaminadas a la liberación del espíritu y el logro de la virtud”. Y en un sentido metafórico, el de desnudez, el de despojamiento.

Este es un libro a mi modo de ver concebido después de una larga práctica de la poesía iberoamericana durante el siglo que pasó. El solo hecho de que recurra al verso blanco y a un castellano de cuño hispánico, aunque lleno de las ambigüedades que el uso da a las palabras en las distintas regiones, lo convierte en parte de un estado de regreso y cierre de época. Esto no quiere invalidar a las vanguardias ni a la poesía social, porque es el epítome, el resumen de la vanguardia lo que resuena aquí, y porque en sus líneas conviven Poe y el general Liber Seregni, por ejemplo.

La recuperación del canto no puede menos que ser fragmentaria en el siglo 21. Es un canto, el aquí recuperado, en el que se oye la voz lírica, sobria y justa. Como esa voz no puede menos que hacerse cargo de una especie de chatarra del siglo, dice de entrada –en la séptima estancia o poema, de los 42 que hacen el total:

 

quien quiera hablarnos tanto
que lo deponga todo y abandone
de pe a pa su imperio
su casa su cántaro su atuendo


Pero con ser en apariencia fragmentario, el canto tiene sus motivos, y, como dije al principio, se desarrolla, avanza en ellos. En el poema 8 nos habla de un candor en pleno batallar. Y como el candor es la suma blancura, se abre paso hacia motivos que estaban enunciados desde las primeras estrofas. Pues se ha dicho en el poema 5:

Corre al fin en alma arrebatada
Libre pero en círculo
Llevando el canto como vela que ilumina.

No se trata aquí de hacer la exégesis de En el próximo mundo, así que sólo señalo que el alma y el canto, cercanos en estos versos, son el tema, si hay alguno, de la obra. No sin anotar que el canto no ilumina como faro, como foco o como sol, sino como una vela incierta. Coloco el adjetivo por mi cuenta, pero es así como uno se imagina la luz de una vela, la iluminación de una vela.

Tenemos los indicios del batallar de aquel candor que el alma busca, cuando avanzamos en el canto. Por ejemplo, en el poema 12:

¿Y si el alma fuera no
una casa en abandono,
como piadosamente dicen,
sino un sucio coliseo de gallos,
un antro disimulado?

En un plano realista, descriptivo, por llamarlo de alguna forma, este canto circula, se agita, se detiene, en ciudades y carreteras, en paisajes casi siempre urbanos; a veces, o casi siempre, vacíos. El mundo también parece haber hecho su ascesis, pero contraria: no ha liberado el espíritu sino que se ha liberado de espíritu.

Más o menos hasta aquí quiero llegar, cerrando esta lectura con la lectura de un poema, el poema 24. Se trata de un libro que, en cierto sentido, promete una revelación, como una novela de aventuras o un policial, y una revelación  en su sentido laico, secular, y en el sentido trascendente. Por eso no diré lo que dice el final, y me abstengo de comentar el poema 42 que cierra el libro. No voy a contar cómo termina:

El poema 24 dice:

Quise que el amanecer me encontrara en el camino
Y partí con sueño y frío esperando
No una revelación sino un sentimiento
Favorable a una buena y sabia decisión.

Vi árboles brillando en el cielo tan vasto.
Del lomo de un puerco-espín salía un águila muda
Cuyo lacio vuelo dejaba en mi mente
Rastros más silenciosos que un sueño diurno.

Entre el tráfico escaso contemplé
La calma inútil y casi misteriosa
De los cultivos, esperanzadores
En su humilde dignidad.
Ello, absurdamente, me reconfortó.

Recordé que muchas veces he estado
En ruta al amanecer, llegando o partiendo,

Y cuando he visto el sol y su corte majestuosa
Casi he cantado al aire revelador
Que lo impregna todo.

Pensé que en realidad no me hacía falta
Un nuevo amanecer. Sólo tenía que recordar.
Pero no recordamos. Preferimos empezar de nuevo.
Volver a la primera y última vez.

He visto muchos amaneceres en ruta
Y siempre he sentido que más vale
Tomar en serio todo esto,
Y si no será peor nuestra vida,
Y peor nuestra muerte.
 

 

 



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