No. 46 / Febrero 2012


   Félix Dauajare (1919-2011)



Por José María Espinasa

especial-34-dauajare.jpgDe la generación de poetas mexicanos que se abre con Alí Chumacero  (1918) pocos están ya entre nosotros, en el año 2011, recién concluido, murieron Tomás Segovia (nacido en 1927) y Félix Dauajare (en 1919). Segovia había alcanzado en los últimos años de su vida un reconocimiento nacional e internacional acorde con su extraordinaria calidad. Félix Dauajare, en cambio, llevaba un buen tiempo olvidado, aislado en su natal San Luis Potosí, y apenas rodeado por el cariño de sus discípulos, amigos y fieles lectores. Los últimos años de su vida su salud se había visto afectada severamente por distintas enfermedades.

Pagó sin duda con ese olvido el permanecer ligado a su terruño, no emigrar a la ciudad de México o salir al extranjero. Las noticias sobre su fallecimiento apenas han salido del ámbito local. Sin embargo su poesía tiene una relevancia notable y el lector interesado en esa generación debe rescatarlo del olvido. En los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, el momento de mayor creatividad de su escritura, Dauajare fue publicado por el FCE, y reconocida su importancia, pero pronto –al no estar en los tejes manejes del protagonismo literario- fue reducido a la idea de un poeta provinciano –ese mismo “provinciano” que tradujo espléndidamente las Elegías de Duino y que publicó El reino milenario, texto inspirado en Robert Musil hace más de medio siglo, cuando pocos hablan en castellano del gran narrador austriaco.

especiales-felix-dauajare.jpgHace unos quince años se publicó su poesía reunida, preparada por David Ojeda, especialista en literatura potosina y uno de los amigos más cercanos a Dauajare, en la editorial Verde Halago, bajo el título La vida del relámpago. Dicha edición sigue siendo el referente para juzgar su obra, pues son pocos los poemas que publicó posteriores a ella. En 2008 se publicó en Zacatecas, una antología dirigida a los jóvenes, titulada La palabra de todos y preparada y prologada por el poeta Juan José Macías, con un éxito sorpresivo entre los lectores.



En la generación de los nacidos en los treinta, donde reinó el barroquismo y el culto a la metáfora, una poesía tan seca como la de Dauajare llamó poco la atención. Su concisión conceptual, deudora de su coterráneo Manuel José Othón, no encontró seguidores, y el silencio de su “hermano mayor”, Chumacero, afectó también su escritura y la recepción de ella entre los lectores. Esa poesía reunida, hoy inencontrable salvo en librerías de viejo, debería ser retomada y puesta al alcance de los lectores, sus destinatarios y en quienes recae la responsabilidad de que no se olvide. Leamos a Félix Dauajare, vale la pena.


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