No. 46 / Febrero 2012 

 

Fracternidades
Por Víctor Toledo

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No. 46 / Febrero 2012


   La poesía y las hadas. Catábasis poética del reino vegetal

 

Fracternidades
Víctor Toledo
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Escribe la poeta inglesa Ruth Padel1 que la planta del eléboro, de negra raíz (como el corazón de la Tierra), puede provocar la bilis negra de la melancolía, la locura2 (la depresión, la tristeza3); también curarla (la locura es negra). Es el sistema de magia griega llamada apotropaica4, de base homeopática.

Melan kholía significa negra bilis, igualmente se pensaba que también era una especie de locura sagrada (aquí triste locura o locura de la tristeza) que venía de la pesada influencia de la esfera de Saturno, el planeta negro, a poseer a los poetas, filósofos, políticos (auténticos) y adivinos. Posteriormente, (alumbrado con la claridad órfica y desestigmatizado por Marcelo Ficino en el Renacimiento)5 se convirtió en la locura del genio6. El sol negro de la melancolía que consteló el laud de Nerval viene a iluminar, con su terrible luz mortecina, el sol negro, el viento negro, y la negra vela de los versos (las estelas del arado y de la mar) de Mandelshtam: la terrible época de la represión estaliniana7.

La estrella saturnal, la saturnalia stella, oscurece el alma individual o el espíritu colectivo de un tiempo, pero las abejas del ruso también nos llevan al renacimiento (Las Quimeras de Nerval son las semillas –sonetos en forma alejandrina- para la resurrección a una época mejor y más completa, a un tiempo más espiritual: la restauración del mundo sagrado); así la poesía de Mandelshtam8:

Toma, para el goce, de mis manos,
Un poco de sol y algo de miel
Como nos ordenaron las abejas de Perséfone.

No se puede soltar una barca a la deriva
Ni sentir en la piel la sombra de una bota
Ni vencer al temor en la dormida vida.

Sólo nos quedan los besos
Felpudos como pequeñas abejas
Que mueren al salir de la colmena.

Ellos murmuran en la transparente espesura de la noche,
Su patria: el profundo bosque de Taiget9
Su alimento: el tiempo, la menta y pulmonaria.

Toma, pues, para tu goce, mi regalo salvaje
Este seco y burdo collar
De abejas muertas: la miel que se convierte en sol.

Las abejas que viven en medio del Árbol del mundo, son también el puente entre los celestes, los hombres y el inframundo, (aquí es Perséfone). Adelantadas de las musas, las mismas musas que pueden ser, son la voz de la fertilidad más luminosa de los bosques, su forma alada ámbar y amarilla es la opuesta a la estática y negra del veneno amargo del eléboro . Quizá un mito dirá que las rayas negras de las abejas reflejan su procedencia.

Ese profundo círculo nocturno dionisíaco, inframundo generador, oscuro hades: espiral de tiempo y de luz.

Nerval y Mandelshtam extrajeron de lo más profundo del tiempo y de la tierra, el potente eléboro de la poesía, para curar al mundo.

La melancolía de la luz saturnina, la saturnalia radiante de la navidad.

De nuestra futura Navidad: víspera de la avispera, luces que se vislumbran ya en el negro Árbol del invierno (del infierno, el hades), y de la noche.

Luces que alumbran el Árbol del viaje y el viaje del “Árbol bien plantado más danzante”. El sol negro de la melancolía se opone a la Piedra de sol de Octavio Paz; la de-solación de la sol-edad a la asunción mística celebratoria del amor de pareja completo -y por ende, del Mundo-: físico-espiritual, como en la poesía oriental, como la otra cara de su ciclo10. Es indudable (como lo indica el epígrafe del soneto Artemisa, del calendario solar poético) que Las quimeras nervalianas (y con ello el mundo clásico griego) penetraron –junto al mundo cíclico azteca- en la cosmovisión renacentista moderna del poema mexicano, en la radiación de un sol más vivo.   



La luz gentil y abismal de la genciana: otro antídoto de la melancolía

La genciana azul es de un color tan intenso que es una lámpara de luz, el azul genciana es una auténtica flor de hadas que crece sólo en las alturas de las montañas que alcanzan el Reino, donde absorbe como un oído mágico, el color azul del cielo más místico y profundo, el lapislázuli que sólo Andrei Riublov pudo atrapar en su obra maestra: fuga de Bach a otro mundo. La flor es un frasco del mundo sobrenatural, del color divino. Crece, ilumina, asombra, en septiembre y octubre (en la melancólica luz dorada del otoño).

Su variante, la genciana amarilla, coincide en muchas propiedades con el hipérico (de Hiperión dios del sol); la flor de San Juan (otro antídoto contra la melancolía); y la santa Artemisa, el ajenjo, “la madre de todas las flores”, como la llamaron los griegos (vermífuga, tonificante, emenagoga, parturienta, colorética, animante, hepática, etc.). Las tres (con la variante de las gencianas azul, roja y violeta) son amarillas como el sol. Son plantas y flores solares de la alegría: plantan el sol.

Hacen radiar las cinco puntas del astro en “la noche oscura del alma”.

En el caso de la extraordinariamente bella, de la sobreterrena luz, la genciana azul, se entiende que este color celeste profundo, recóndito, transportará a Perséfone al hades, a su llama azul celeste, lo de arriba es abajo; el viaje del shamán es un viaje inverso. El sentido del verso es inversamente proporcional al sentido del lenguaje coloquial, el azul pasmoso de la genciana es el azul del viaje sagrado.

Si Nerval o Mandelshtam hubieran sido curados de su melancolía con este azul maravilloso, no se habrían suicidado. Planta saturnal, cura con el amargo sabor negro de su raíz, la oscura pesantez del plomo11 de Saturno.

Junto a la genciana azul, en los olimpos europeos vive la Estrella de cristal, otra flor sagrada de la nieve, otra druídica hada. Las eléctricas gencianas azul y amarilla forman los colores celestes de más alto contraste (en sí, las gencianas azules con sus pétalos forman el cielo, y con su centro, el sol: ahí lo anidan, como parte de los pétalos o como pistilo).

Cuando el poeta Lawrence habla de la flor de la genciana (podemos interpretarla también como la lámpara de Perséfone con que se guía ella en el inframundo), contradice a Sócrates en su opinión negativa acerca del conocimiento consciente, según él, nulo, de los poetas, y le da la razón a Shelley respecto al conocimiento completo, sabio y profundo de éstos, como Shakespeare, cuando habla de los hechizos o de los fenómenos naturales, sabe de qué habla12.

“El viaje nocturno del sol por el mar”13 es la forma de la luz arquetípica de la flor.

La luz azul de la genciana contra la antorcha negra de la melancolía que en el célebre poema Bavaria Gentians (genciana bávara, esa maravillosa variante alpina de esta flor fosforescente, un poco más violeta) invoca D.H. Lawrence, en excelente traducción de Octavio Paz14 (“la novia perdida y el esposo” evocan igual a Orfeo y a Eurídice, al espíritu y el cuerpo, al alma y a dios, al Uno original):

¡Dadme una genciana, una antorcha!
Que la antorcha bífida, azul, de esta flor me guíe
por las gradas oscuras, a cada paso más oscuras,
hacia abajo donde el azul es negro y la negrura azul,
donde Perséfone, ahora mismo, desciende del helado Septiembre
al reino ciego donde el obscuro se tiende sobre la obscura,
y ella es apenas una voz entre los brazos plutónicos,
una invisible obscuridad abrazada a la profundidad negra,
atravesada por la pasión de la densa tiniebla
bajo el esplendor de las antorchas negras que derraman
sombra sobre la novia perdida y el esposo.

GENCIANA   

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1 A quien los dioses destruyen, Sexto piso, Madrid, 2009.   
2 En todos estos contextos aparece el verbo melankholáo. Máinomai y melankholáo significan lo mismo, pero melankholáo es más grosero, un sinónimo basto de máinomai (Padel: 91).
El verbo de Dionisio es un participio: “que está loco”, mainómenos. Máinomai: “vuelve loco a alguien”.
3 En Anatomy of Melancholy, Robert Burton dice que “La borraja y el eléboro cumplen dos funciones. Sobre todo son plantas para purgar de melancolía las venas y alegrar el corazón, quitando esos humos negros que lo hacen amargo […]. La mejor medicina que nunca hizo Dios para esta enfermedad, si la administramos correctamente. (Padel: 91)   
4 Apotropaico: mecanismo de defensa atribuido a determinados actos, rituales, objetos, frases, fórmulas para alejar el mal, protegerse de él o de los malos espíritus o acción mágica maligna. Apotrepein es “alejarse”. Igual tiene que ver con la represión psicológica de lo malo.
5 Es muy interesante esta oposición que refleja la contradicción como el motor del cambio y del ser:

Ya he mencionado en la segunda cita del libro algo sobre Las Saturnales, Saturnalia en latín: gran festividad romana, la “fiesta de los esclavos” que en ellas recibían raciones extras, tiempo libre, etc. Navidad y Carnaval al unísono (por esto el carnaval, la fiesta de la carne, extiende sus celebración a comienzos de febrero), el cristianismo de la antigüedad tardía tuvo verdaderos problemas para acabar con esta fiesta pagana, entonces la intentó sustituir, sincretizar. Se celebraban por dos motivos (de finales del año a comienzo de éste): en honor del dios Saturno dios de la agricultura, o por el triunfo de un general.   

Las primeras Saturnales se conmemoraron del 19 al 25 de diciembre, con luz de velas y antorchas, se celebraba el fin del período más oscuro del año y el nacimiento del nuevo período de luz, o nacimiento del Sol Invictus, coincidiendo con la entrada del Sol en el signo de Capricornio (solsticio de Invierno). Eran, posiblemente, la fiesta de la finalización de los trabajos del campo, la conclusión de la siembra de invierno, cuando el ritmo de las estaciones dejaba a toda la familia campesina, incluidos los esclavos domésticos, tiempo para descansar del esfuerzo anual cotidiano.

Siete días de celebraciones y bulliciosas diversiones –desahogo del ritmo natural anual humano-, banquetes e intercambio de regalos entre amigos y familiares: comenzaban con un sacrificio en el templo de Saturno, inicialmente el dios más importante romano hasta Júpiter, al pie de la colina del Capitolio, la zona más sagrada de Roma, seguido de un banquete al público. Roma asociaba a Saturno con Cronos, presente durante la Edad de Oro. Los esclavos cambiaban papeles con sus dueños (tradición del carnaval). Después, el nacimiento solar y su nuevo período de luz fueron sustituidos por la Iglesia, que hizo coincidir esas fechas con el nacimiento de Jesús (dios solar, zeúsico: Zeus, desdoblamiento de Saturno: ver la genealogía órfica) para terminar con las antiguas celebraciones. Las costumbres paganas pasaron al Año Nuevo asimilado finalmente, por la fiesta cristiana universalmente conocida como Navidad.

Oficialmente se celebraba el día de la consagración del templo de Saturno en el Foro romano, el 19 de diciembre, con sacrificios y el banquete público. Pero esta fiesta era tan apreciada por el pueblo, que de forma no oficial se festejaba una semana hasta el 25 de diciembre. Las autoridades atendieron la costumbre popular. Dirigidas por un sacerdote, la Saturnalia cambiaba según el dios al que se le daba culto.
Luego vino el Árbol de Navidad como otro despliegue del Árbol del Mundo, donde las esferas y adornos simbolizan los frutos de la fertilidad. Las luces, la felicidad: la plenitud del cosmos.   

6 “El autorreconocimiento del genio moderno sólo podía ocurrir bajo el signo de Saturno y la melancolía”. Saturno y la melancolía, R. Klibansky, E. Panovsky y F. Saxl. (citado por Padel: 103).  

7 Tan sólo en la guerra contra Hitler murieron entre civiles y militares 27 millones de soviéticos (en su mayoría rusos), contra 800 mil ingleses y norteamericanos. Rusia llevó el peso mayor de la guerra contra los nazis, el triunfo sobre Alemania se debe sobre todo a ésta.
8 1920. La traducción es mía.   

9 O Taigeto: Monte y cordillera montañosa del sur del Peloponeso, limita al oeste con Esparta. Los espartanos abandonaban o despeñaban en uno de sus barrancos (el Monte de Taigeto) a los niños que  nacían con cualquier deformación, a los que no nacían sanos y hermosos.

10Helleborus niger. Rosa de las nieves, hierba de ballesteros, ballestera, rosa de Noel. Planta ranunculácea, herbácea de hasta 7 dm de altura. El rizoma y raíces contienen heleborina y heleboreína, sustancias cardiotónicas y diuréticas. Purgante, vomitivo, emética, muy tóxica (su propio veneno insoportable hace que el que la toma la vomite de inmediato).
El “eléboro” blanco es una liliaceae.   

11Las Quimeras y Piedra de Sol, Sábado y Domingo de la poesía: El sábado es el Día de Saturno (Dies Saturni), el día alegre-nocturno, de la alegría nocturna, además sábado proviene del hebreo sabbat (descansar), del latín sabbatum. El domingo, en latín, es el Día del Sol (Dies Solis) y es su nombre cristiano: dies domini, dies dominica (día del Señor, o sea del Sol, el Cristo es solar: del griego Xristós, ungido: el mesías, el salvador), es el día de la misa, de la purificación. Uno es dionisíaco, orgiástico, otro es órfico, religioso.

12Según Marie-Luise Vonz Franz, la depresión tiene como elemento alquímico el plomo (metal que se corresponde con el planeta Saturno), que no permite al alma volar. Alquimia, Ediciones Luciérnaga, España 1987.

13Gentian – Genciana (una de las “hierbas de Bach”), doy esta cita de una página herbolaria de la red:
Después de haber descubierto Water Violet a principios de junio (1931), Bach [Edward, el botánico de la flores de Bach] intuyó que la siguiente planta medicinal seguramente sería una genciana. Tuvo que esperar, no obstante, hasta finales de septiembre para descubrir las flores púrpuras y violetas de la genciana autóctona (Gentiana amarella). Encontró esta hermosa planta, cuyas flores tubulares de cinco pétalos se abren bajo el luminoso sol otoñal de Leo o Virgo, en las praderas áridas y calcáreas de las colinas de Kent.

El género de las gencianas comprende aproximadamente 180 especies que suelen ser tan parecidas que sólo los ‘gencianólogos’ expertos son capaces de distinguirlas con seguridad. Por lo general, las gencianas crecen en zonas montañosas. Sus flores exhiben todos los matices posibles del azul y, con menor frecuencia, también del amarillo. Poseen un sabor muy amargo desde las raíces hasta las flores. Los herbolarios astrológicos reconocen inmediatamente en estas características la inequívoca influencia de Saturno […] Cuando se contempla una pradera de gencianas en un día soleado, da la impresión de que el profundo azul del cielo se haya posado sobre la Tierra. La planta absorbe ávidamente el azul del cielo con sus hondos cálices. En este género se pueden encontrar todos los matices, desde el azul blanquecino de un cielo cubierto por la niebla hasta el azul profundo que sólo se puede ver en las cimas de las montañas. La genciana descubierta por Bach presenta el color azul púrpura a violeta-rojizo de los amaneceres y atardeceres. También son un signo saturnino las inmensas cantidades de diminutas semillas que producen las gencianas, tan livianas que no necesitan de alas ni pelillos para ser transportadas por el viento. Sólo germinan con la luz y después de haber estado expuestas al intenso frío de las heladas.

Las fuertes raíces, producto de su lucha con las fuerzas del oscuro y frío reino mineral, también son saturninas. La edad alcanzada por muchas gencianas también es un signo de Saturno; la genciana amarilla puede alcanzar los cincuenta años de edad y sus primeras flores suelen aparecer durante su décimo año de vida.

La genciana descubierta por Bach no tiene las características tan estrictamente saturninas de las gencianas que crecen en la alta montaña. Esta genciana, que florece de agosto a octubre, es bienal, y sus raíces amarillas sólo viven un invierno. También crece en altitudes más bajas. A pesar de ello dispone de todo el poder de su género. El pesimismo saturnino, la profunda melancolía, las dudas y el desánimo pueden ser armonizadas, según Bach, con las irradiaciones de esta flor.   

El famoso compatriota de Bach, el herbolario astrológico Culpeper […] aún no había oído hablar de los efectos anímicos arquetípicos que trascienden las fronteras de los países. En la genciana, que denominaba gelwort o felwort (raíz amarga), reconoció sobre todo la influencia de Marte. Para ser más precisos, el signo pertenece a un Marte influido por Saturno. Marcial es también el tinte rojizo de sus flores, la capacidad de la raíz para bajar la fiebre (calor = Marte), de estimular la secreción de bilis (vesícula biliar = órgano de Marte) y, mezclada con vino, de hacer desaparecer el cansancio, el frío y los dolores de costado y de curar los trastornos gástricos. Culpeper prescribía la hierba amarga en los casos de desmayo y el polvo de las raíces para las mordeduras de animales rabiosos o venenosos [como las hadas y duendes combaten a las serpientes].

El nombre genérico Gentiana le viene, según lo explica Dioscórides, de Gentius, el rey ilírico versado en medicina que en el siglo II a.C. combatiera una plaga de peste en Asia Menor con la ayuda de la genciana. Esta aplicación no es en modo alguno absurda ya que, entre las muchas propiedades de la genciana está la de ser antiséptica. En la Antigüedad, las gencianas eran tan apreciadas como remedio para los trastornos gástricos, como antídoto, y por sus propiedades antifebril, vermífuga y estimulante menstrual, que llegaron a extinguirse en algunas regiones; en los Alpes su extinción se debió también a que se empleaba para la fabricación de licores.

Hildegard von Bingen recomienda tomar una sopa de escanda aderezada con polvo de genciana a todas aquellas personas que «padecen dolores cardíacos tan intensos que creen estar al borde de la muerte». Para la «fiebre en el estómago», esta sabia mujer que viste hábito de monja recomienda el polvo de genciana mezclado con vino caliente. También elaboraba un brebaje especial al que llamaba «Luterdranck» (luter = claro) compuesto de genciana, enebro, endrino, abrótano hembra y galanga.   

Durante toda la Edad Media, las gencianas fueron consideradas antídotos contra los «humores» venenosos como la pus o la bilis negra. Se creía que la pus lechosa, lunática, no tenía ninguna opción contra el Saturno frío y seco de la planta. Las gencianas amargas también servían de antídoto para los hechizos amorosos. Este remedio servía para que el soñador lunático, hechizado, se desengañara y volviera a la realidad. Los gusanos intestinales blandos y blancos también eran exterminados por la genciana. En cualquier caso, se creía que la planta volvía a restablecer el equilibrio entre cuerpo y alma.   

Otros pueblos también tienen ideas similares acerca de estas plantas amargas. Los indios utilizaban las gencianas para la fiebre, las intoxicaciones y las molestias gástricas; los catawba frotaban las «espaldas débiles» con agua de genciana. La especie Gentiana catesbaei recibió el nombre Sampson's snakeroot, por el esclavo negro Sampson que curaba con esta «raíz de serpiente» las mordeduras de serpiente.   

En el otro lado del globo terráqueo, en las regiones del Himalaya, la genciana es venerada como encarnación del dios Shiva. Al igual que el divino Señor de todas las almas, que reside en la cima de la montaña Kailash, las gencianas también habitan en las alturas etéreas. En el norte de India y en Cachemira, esta hierba recibe el nombre Nilkantha (cuello azul). Nilkantha es también un sobrenombre de Shiva.   

Al principio de los tiempos, cuando los dioses y demonios agitaron el océano primitivo, en su competición para obtener el elixir de la inmortalidad, lo que primero surgió del fondo fue el mortal veneno del mundo. Ningún dios fue capaz de detener este abominable veneno que amenazaba con aniquilar a todos los seres. Fue entonces cuando el Dios de los dioses despertó de su meditación y salvó al mundo bebiéndoselo de un trago. El veneno era tan corrosivo que su cuello se tiñó de azul. Mientras lo bebía, algunas gotas cayeron al suelo convirtiéndose en serpientes venenosas. Otras, sin embargo, se transformaron en hermosas flores azules que, al igual que el bondadoso Shiva, eran capaces de resistir a cualquier veneno.   

La medicina ayurvédica considera «ventosas» (vata) a las gencianas; tienen efecto «secante» en el estómago y abdomen; limpian los finos conductos por los que fluyen las energías vitales; expulsan las sustancias venenosas de la sangre, bajan la fiebre, eliminan la pus, matan los gusanos y ayudan a superar la falta de apetito, el cansancio y la pérdida del conocimiento. Los principios amargos le permiten a Shiva, que no es otra cosa que nuestro Yo superior, encarnarse en un cuerpo material manteniendo una conciencia aguda y enfrentarse a la gravedad de la existencia terrenal.   

La genciana, sobre todo la amarilla, sigue siendo muy apreciada hoy en día en fitoterapia como remedio digestivo. Edward Bach pudo demostrar que esta planta no solamente está implicada en la digestión física, sino que la esencia floral también puede ayudar al alma a digerir el profundo pesimismo saturnino y los amargos golpes del destino que, de lo contrario, envenenarían la alegría de vivir e inundarían el alma de bilis negra (melancolía). La genciana inglesa, con su influencia marcial, es capaz de vencer el escepticismo, las dudas y el desaliento.   

La genciana tiene estos componentes: Ácidos: ascórbico, cafeico, nicotínico, oxicinámico, gentísico  (raíz). Principios amargos: gentioflavósido, gentiopricósido, amarogentiósido, swertiamárosido, inulina (raíz).
Alcaloides: gentianina, gentiamarina y gentialutina (raíz). Pigmentos: gentiosina, gentisina e isogentisina (raíz). Minerales: aluminio, calcio, cromo, cobalto, hierro, magnesio, manganeso, fósforo, potasio, selenio, sodio (raíz). Fibra: pectina (raíz). Vitaminas: vitamina C, riboflavina (vitamina B2), niacina (vitamina B3) y tiamina (vitamina B1) (raíz). Aceite esencial: carvacrol, limoneno y linalol. Glúcidos: sacarosa, dextrosa, gentinósido, (raíz). Proteínas (raíz).

Propiedades medicinales de la Gentiana acaulis (especie de planta fanerógama, perteneciente a la familia de las gencianáceas: azul con azul morado interior): Xantonas (gentisina), útil para la identificación de la genciana por ser microsublimable. Pectinas (hemostática). Oligosacaridos (gencianosa).
Principios activos de la genciana: Genciopicrina (la más abundante). Amarogenciana.

Por ser amargos son estimulantes del apetito y digestión, excitan las papilas linguales. Por vía refleja actúa en el estomago, aumentando la motilidad, favoreciendo el aumento de secreciones. Contraindicada en la lactancia.   

13De la mitología egipcia.   

14Dice Paz en relación con esto en su La llama doble: la “antorcha bífida” de Lawrence (Obras completas, tomo 10, F.C.E., Méx., 2006, p.p. 225-226): La experiencia que acabo de evocar es la del regreso a la realidad primordial, anterior al erotismo, al amor y al éxtasis de los contemplativos. Este regreso no es huida de la muerte ni negación de los aspectos terribles del erotismo: es una tentativa por comprenderlos e integrarlos a la totalidad. Comprensión no intelectual sino sensible: saber de los sentidos. Lawrence buscó toda su vida ese saber; un poco antes de morir, milagrosa recompensa, nos dejó en un fascinante poema un testimonio de su descubrimiento: el regreso al Gran Todo es el descenso al fondo, al palacio subterráneo de Plutón y de Perséfone, la muchacha que cada primavera vuelve a la tierra. Regreso al lugar del origen, donde muerte y vida se abrazan.

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