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portada-savi.jpg Savi Iya Kuaa
(Lluvia nocturna)
Kalu Tatyisavi
Edición de autor,
México, 2010.

Por Eva Castañeda Barrera
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No. 46 / Febrero 2012

 

“Nunca hemos creído que la literatura americana deba hacerse a base de coloridos más o menos bien captados, con escenas más o menos típicas para diversión de extranjeros que sueñan con la embriaguez del misterio.” Con estas palabras Alí Chumacero expresa parte de su concepción de la literatura hispanoamericana; lo anterior también puede hacerse extensivo en forma de preocupación y/o reflexión a algunos autores que escriben en lenguas originarias. Tal es el caso del poeta mixteco Kalu Tatyisavi, quien se ha alejado de concepciones folklorizantes que nada tienen que ver con el ejercicio poético, y en su más reciente libro, Savi Iya Kuaa –Lluvia nocturna- establece un diálogo con Savi, la tierra a la que pertenece, y expresa la cosmogonía y cosmovisión de una muy particular forma de asumir su ser mixteco. En la contraportada del libro, Tatyisavi advierte: “Desde occidente se dice poema, desde Ñuu Savi puede ser Tu´un Yukun Itu ‘palabra del surco’. El encuentro de la tierra, el agua y el yo.” El autor nos señala con antelación que si llegamos al libro con la concepción occidental de Poesía, ésta se verá irremediablemente defraudada, pues para los Ñuu Savi, poesía es un diálogo que funde al yo con la naturaleza.

Savi Iya Kuaa es un poemario bilingüe, la versión original está escrita en mixteco y es traducida por el propio autor, quien dice: “la traducción a la lengua castellana no es cercana”. Entonces, lo que leemos se aleja de la versión original, aunque la adaptación al castellano es una creación y recreación de la original. Así entonces y tomando en consideración estas importantes advertencias, el libro es, como arriba lo señalé, un diálogo coral con la naturaleza, entendida ésta como lo que nos circunda, pero también como lo que nos da forma y nos hace ser. En el primer poema la voz lírica deja en claro de manera contundente que la tierra posee cualidades humanas. No es eso, es un ser dueño de la palabra que interroga, nombra y funda: “Savi me dice/ qué día es hoy/ baila una gota en la noche/ Savi no puede llamarse aguacero/ sino un descenso más azul/ que será verde otra vez”. Este poema transparenta una mínima parte de la cosmogonía Ñuu Savi.

Me parece que una de las cualidades que debe poseer un buen libro es la capacidad de mantener al lector en movimiento, nunca en el mismo sitio, pues entonces el libro se torna plano o simplemente horizontal. Pero, ¿cómo llegar a la movilidad, incluso a la agitación? la respuesta más obvia es a través de una escritura sólida, bien hecha. Sin embargo, eso poco o nada nos dice. Kalu Tatyisavi apuesta en este libro por el dinamismo, su diálogo que es también búsqueda no puede cumplirse si la palabra y en consecuencia las imágenes, permanecen estáticas, inmutables. En Savi Iya Kuaa, domina una especie de danza, un juego móvil; los poemas salen a encontrar el lazo de unión entre el hombre y todo lo que le circunda: “gira el aire/ gira la golondrina/ gira el metate/ gira el comal/ estoy más cerca de Savi”. Las repeticiones son un recurso del que se vale el poeta para enfatizar una idea, pueden también actuar como una especie de conjuro u oración, sin embargo, no en todos los poemas resultan efectivas: “rayo de la voz/ rayo de la luna/ rayo del sol/ rayo de la flecha”. La relación casi descriptiva o predecible entre los sintagmas resta solidez al poema. Cabe decir que son más los aciertos, pues como ya apunté, Tatyisavi se aleja del lugar común en el que la poesía en lenguas originarias ha caído tantas veces y tan lastimosamente. El juego de palabras, las imágenes y demás tropos, parten de una conciente reelaboración de temas aparentemente por todos conocidos: “remolino que precipita el aguaviento/ el aguanieve está en vigilia,/ los jabalíes gruñen cuando se abre el maíz/ cae la noche, abro los ojos”.

El poema XXIX es sin duda uno de los más logrados formalmente. El sujeto poético asume desde el lenguaje la imposibilidad de aprehender la realidad fáctica, sin dejar de lado la apuesta inicial: la búsqueda de esa palabra. “es triste ver la lluvia caer y/ decirle hasta mañana,/ quién pudo dialogar con ella en la media noche?/ quién sabe leer los signos de la madrugada?/” Los puntuales cuestionamientos que se alejan de la metáfora, dan paso al cierre del poema que al mismo tiempo, hace las veces de una reflexión metapoética: “este decir no se sabe como el poema,/ Savi se escurre por los cabellos de Savi/ Savi sabe, se sabe Savi.” Savi Iya Kuaa es un libro que asume desde el inicio el deber con la poesía, no así con las frases hechas o los lugares comunes del mundo indígena.


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