No. 47 / Marzo 2012 |
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Olvido García Valdés (Asturias, 1950) para poder vivir, fue su respuesta y percibió el ahogo guarda los días, los días de guardar, movía la yema del pulgar sobre el papel como una zarpa jugando, enronquecida respiración a la mañana, desde el coche las montañas, los sucesivos planos entre la niebla y el sol, parecía el paisaje de un film japonés, no de Ozu desde luego no de Ozu, la felicidad requiere un esfuerzo, tal vez el primer año no se consigue ni el segundo, a veces hacen falta cinco, a veces diez, un esfuerzo en el que persistir, la vida breve ………………………………………………………………………………………………………………… Así debió de ser: saludó a los vecinos que encontraba, una palabra a cada uno amable y oportuna (así dijeron) y entró luego en el río; la autonomía de la voz que habla y nada dice del alma y sus cuidados. A veces lo recuerda cuando alguien responde a la empatía afable de la voz, no al hormigueo de la hueca aspereza que resguarda (plegaria la claridad del verde, hoja menuda), o quien no habla para que la voz no diga, dentro del animal la voz. ………………………………………………………………………………………………………………… un gran zapato contiene un hombre muerto, enseña nacional, bastón de mando, mera cuestión de perspectiva, de perspectiva aérea intemporal el negro de la dama, solo ella en el círculo mágico, imantada en un llanto que le crece sin lágrimas lamento en torno al redondo tapete de la pérdida, redondel, ruleta good night, al fin de todos, sweet lady …………………………………………………………………………………………………………. la prueba del regreso siempre alcanza la misma postración, penumbra y retraer que se inflaman, huella de aceite o expansión de la víscera, verde tierno de árboles, superficie del mundo que semeja lo que cura no tiene y busca sol y demora el mirar como en lo suyo por mirlos en tejados o césped y si pequeños verderón o jilguero gorrioncillos y en el verde se para, acacia tilo chopos del viaje, cada planta y sus flores |
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