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No. 47 / Marzo 2012

 
Tomás Sánchez Santiago
(Zamora, España, 1957)



Toca, toca mudez

No tengo de mi lado al lenguaje.

Flores que no van a parte alguna
sino a llenar el aire de la tarde
de excedencia
igual que esos villanos sin peso
ni carácter.

A veces reaparecen palabras
debajo de los muebles: huesos mondados
y sin color, como los sueños inofensivos.

Sentarse, entonces, a pelarlas.
Pelar palabras como quien espera hacer aceite
con toda la saliva estirada.






Lo musitado

Eso que deja abiertas las puertas
al sollozo
        (su voz sin hueso
y su tejido roto y escurrido)
y todavía hace posible
mover entre los dientes
la extraña compasión de los significados.

Eso que empieza a arder
aun antes de encenderlo y pide paso justo
cuando ha encontrado perdición,
y atraviesa pasillos oscuros
lavándose las sílabas en saliva cansada.

Eso, lo dulce escatimado,
lo que llega sólo a morder la luz
de lo intermedio,

lo musitado, sí, de donde sale nada más
el humo hilado de unas pisadas en la nieve.

Hasta ahí, hasta ahí llega
la rozadura pequeña del poema.

Un ruido de uñas rotas
y nada más.

Tócame con los nombres sumergidos.
 


 



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