Parachoques 


Versos de un lado a otro
Pedro Serrano

 

parachoques-7-abril.jpgTodos sabemos, o deberíamos saber, que la palabra traslación en español tiene una deriva muy particular. Sólo una lectura automática haría el traslado al español de su significación en inglés. Su elección por parte de Tedi López Mills para dar título a una exhaustiva recolección de traducciones hechas en México por poetas nacidos antes de 1960 es una entre muchas muestras de su sutileza y habilidad. Tedi acentúa, con la elección de esta palabra, algo más cercano a su definición en geometría, es decir al movimiento de un cuerpo completo de una situación a otra, y de esta manera, sin exclamaciones, propone la rotunda validez del poema en traducción como una totalidad en sí. En sentido parecido, en sus tempranas Inquisiciones, Jorge Luis Borges aleja el sentido de la “traslación” del de la metáfora, con el que a veces se confunde en retórica, y recupera en parte su declinación gramatical. Borges muestra ejemplos de “la traslación que sustantiva los conceptos abstractos”, y afirma que todas las traslaciones populares “se manifiestan en equivalencias sencillas” frente a la escasez de metáforas en la mayoría de las coplas anónimas. En este sentido, Traslaciones recoge el título del catálogo de una exposición de artistas españoles y mexicanos que en 2002 se presentó primero en el Círculo de Bellas Artes de Madrid y posteriormente en el Palacio Postal de la ciudad de México. El catálogo no sólo incluye la obra de los veintisiete artistas, sino las lecturas que el mismo número de escritores hicieron de sus obras. De igual manera que los poemas recogidos en esta antología pasan de una lengua a la otra, el catálogo se refiere a los traslados de la obra física de un país a otro, a las diferencias en las interpretaciones del objeto visual en cada uno de estos países y, finalmente, a las mutaciones que sufrió la obra de cada uno de los artistas al pasar al universo de la palabra.

No. 48 / Abril 2012

 

Parachoques 


Versos de un lado a otro
Pedro Serrano


Tedi López Mills, Traslaciones. Poetas traductores 1939-1959, FCE, México, 2011, 875 pp.1


Leer poemas de Francisco Serrano
Leer poemas de Eduardo Milán  



parachoques-7-abril.jpgTodos sabemos, o deberíamos saber, que la palabra traslación en español tiene una deriva muy particular. Sólo una lectura automática haría el traslado al español de su significación en inglés. Su elección por parte de Tedi López Mills para dar título a una exhaustiva recolección de traducciones hechas en México por poetas nacidos antes de 1960 es una entre muchas muestras de su sutileza y habilidad. Tedi acentúa, con la elección de esta palabra, algo más cercano a su definición en geometría, es decir al movimiento de un cuerpo completo de una situación a otra, y de esta manera, sin exclamaciones, propone la rotunda validez del poema en traducción como una totalidad en sí. En sentido parecido, en sus tempranas Inquisiciones, Jorge Luis Borges aleja el sentido de la “traslación” del de la metáfora, con el que a veces se confunde en retórica, y recupera en parte su declinación gramatical. Borges muestra ejemplos de “la traslación que sustantiva los conceptos abstractos”, y afirma que todas las traslaciones populares “se manifiestan en equivalencias sencillas” frente a la escasez de metáforas en la mayoría de las coplas anónimas. En este sentido, Traslaciones recoge el título del catálogo de una exposición de artistas españoles y mexicanos que en 2002 se presentó primero en el Círculo de Bellas Artes de Madrid y posteriormente en el Palacio Postal de la ciudad de México. El catálogo no sólo incluye la obra de los veintisiete artistas, sino las lecturas que el mismo número de escritores hicieron de sus obras. De igual manera que los poemas recogidos en esta antología pasan de una lengua a la otra, el catálogo se refiere a los traslados de la obra física de un país a otro, a las diferencias en las interpretaciones del objeto visual en cada uno de estos países y, finalmente, a las mutaciones que sufrió la obra de cada uno de los artistas al pasar al universo de la palabra.

“Traslación” en español es una palabra más complicada que en inglés. En la historia del inglés coexisten translation y traduction para hablar de la traducción, aunque la predominante, y la que primero aparece en la lengua, es “traslation”. Cuando se habla de “traslations”, se sabe inmediatamente que de lo que está hablando es de una traducción. En español la misma palabra significa simplemente llevar algo de un lado a otro. Se podría inferir, incautamente, una diferencia cultural, dándole al inglés la preferencia por lo concreto y al español por su abstracción, ya que un uso pone más peso en el objeto que se cambia, mientras que el otro lo pone en el movimiento que se hace. Tiendo a creer sin embargo en una explicación más simple: que los invasores que cargaron la lengua de la isla de latinajos utilizaban la primera y no la segunda. En todo caso, ponerle como título a un libro en español “traslaciones” obliga a reflexionar sobre el significado de esta palabra, a detenerse ahí, y da cuenta de que cualquier decisión aparentemente insignificante e inofensiva tiene sus torceduras. Como bien sabe y muestra Tedi López Mills, apenas empezamos a pensar en algo tan aparentemente simple como esta pareja de palabras las cosas se complican. Lo cual es un apunte, desde el título, de los abismos a los que se enfrenta quien osa internarse por los laberintos de una lengua y otra.

Tedi Lopez Mills abre el Prólogo de esta recopilación de traducciones hechas por poetas con una abierta declaración epigonal: “el modelo que me propuse calcar (y por lo tanto celebrar) fue El surco y la brasa. Traductores mexicanos, compilación de traducciones de poesía realizada por Marco Antonio Montes de Oca y Ana Luisa Vega, y publicada por el Fondo de Cultura Económica en 1974”. Ya antes, en los Agradecimientos, había incluido “a Marco Antonio Montes de Oca, por el ejemplo”. Sin embargo, este declarado cauce escogido no deja de tener su propio sesgo: “Mi costumbre de instaurar costumbres es el origen más primitivo y personal de esta antología: si algo funciona, por qué no intentar reproducirlo”. En efecto, muchas de las características incluso físicas de Traslaciones retoman inercias que vienen del volumen anterior, no todas ellas, intuyo, intencionales. Me explico. Cuando yo vi por primera vez en una librería el volumen de Montes de Oca no lo compré porque creí que eran poemas del autor. En ningún lado de la portada dice que se trata de traducciones, y el título (¿El surco y la brasa?) no ayuda mucho. Es una pena, porque con todos sus defectos la antología de Montes de Oca es un libro importante, y una gran contribución a la historia de la traducción en México, y ha pasado más desapercibido de lo que debiera. Debemos ahora a Tedi López Mills haberlo rescatado, y al nombrarlo como antecedente, ponerlo en el centro de un nuevo grupo de lectores. Sin embargo, en el caso de Traslaciones, el diseño del libro crea una confusión semejante a la que padecí con el de Montes de Oca, por ese afán preciosista de los libros de poesía publicados por el FCE, con hermosas portadas pero sin la menor indicación de qué se encuentra en su interior. Como si la poesía, en su altísimo altar y para sus impolutos lectores, no necesitara de indicación alguna. Allá se hallen sus lectores.

Esto por supuesto no es responsabilidad de la compiladora (en la portada reducida aún más, a “comp.”), sino de los editores, pero nada impide que quien lo vea en una librería pueda pensar que se trata de la obra poética de Tedi López Mills, y no de lo que es: una recopilación de traducciones. Como su antecedente, hay que abrirlo para que aparezca el subtítulo aclaratorio, Poetas traductores 1939-1959. Una ventaja que tiene sobre su antecesor es que, al instaurarse declaradamente en un cauce ya establecido, al recuperar así un valioso libro olvidado, y al replantarlo como inicio de una secuencia en el que éste se inscribe, la autora se asegura de que el eco haga que tenga mayor difusión. Hay que subrayar, en esta línea, lo que por parte de Tedi López Mills es muestra de un acto moral: en lugar de la tosca acción de tirar a la basura lo anterior para instaurarse en origen, ella reconoce el valor del trabajo de Montes de Oca, lo pone a circular de nuevo y apunta a sus articulaciones y diferencias. Además, también apuesta por la existencia de un tercer libro que continúe una tradición cuya creadora es ella.

Esta acción de repetir para subrayar y mejorar, que surge en varias instancias y de diversas maneras en el libro, fuerza también la comparación. Como Montes de Oca, Traslaciones abre con un Prólogo de su recopiladora. Pero aquí la diferencia es abismal. El de Montes de Oca, aparte de unos cuantos aciertos puntuales, es ilegible. Para muestra, va la frase inicial: “Sería absurdo afirmar que un poema o un fruto se vuelven artificiales al cambiar de clima.” La comparación no se sostiene por ningún lado, y menos si a lo que se refiere es a una traducción. A partir de ese inicio el texto se va haciendo cada vez más abstruso, salpicado de basura estructuralista, en el sentido informático del término, justificable por la fecha en que se escribió, pero también plagado de metáforas científicas que no tienen ni pies ni cabeza: “Dentro del mundo natural los seres se transforman pero no se traducen en otros. Las mutaciones agreden las esencias.” Todo esto para afirmar la siguiente simpleza: “En el orbe cultural” dice Montes de Oca, “la palabra traduce al pensamiento”. En cambio, el Prólogo de Traslaciones es un texto teórico sobrio y erudito, que repasa las principales postas de la traducción, de Cicerón a Steiner y de san Jerónimo a Nabokov, y que con una serie de afirmaciones siempre pertinentes y siempre justas nos va llevando de la mano por un berenjenal. Me gusta especialmente la siguiente inclusión: “Las soluciones, –escribió Wittgenstein– pueden coincidir con la ausencia de cualquier método sistemático para llegar a ellas”. Esta cita sirve para explicar lo que pasa en una buena traducción, pero también en todo buen poema. Y el párrafo que Tedi entresacó del Quijote es otra joya. Entre cita y cita, con suma discreción, la autora va avanzando sus propias ideas. “Podría afirmarse”, dice a la mitad del texto, “que sólo gracias a la traducción surge el original”. Con eso le da una vuelta de campana a una discusión que se había abierto con la supuesta imposibilidad de traducir. Y es ese el sentido de sus “traslaciones”. Después de esa declaración se vuelve necesario repensar todos los prejuicios que podíamos tener acerca de la traducción de poemas. En ese sentido, el Prólogo de Tedi López Mills es un texto indispensable para la reflexión sobre el hecho de la traducción.

Como el de Montes de Oca, tampoco Traslaciones incluye los poemas en el original, lo que permite entrar en los poemas como tales, y postergar al “policía de la traducción” en que, según López Mills, nos convertimos todos. El volumen recoge las traducciones de 33 poetas mexicanos y es una muestra generosa que sirve además para entender intereses y direcciones de estos poetas, ya que fueron los propios autores, y no ella, quienes escogieron los poemas publicados. Eduardo Milán, para dar un ejemplo, incluye casi exclusivamente poemas del brasileño Joao Cabral de Melo Neto, casi todos ellos homenajes a poetas estadounidenses. Esto sirve para explicar sus intereses poéticos, muy ligados a la poesía concreta brasileña. Su selección también incluye, casi como curiosidad, la canción Farai un vers de dreit nien del provenzal Guilhem de Peitieu, o Guillaume de Poitiers, que es como se le conoce en español, por influencia francesa. “Haré un verso sobre nada” o “Hice un poema sobre nada” que es como Milán lo traduce, cae en los temas gratos a su traductor. Por eso lo incluye. Sin embargo, quiero hacer aquí un poco de “policía de la traducción”, no en el sentido en el que usa este término Tedi López Mills, de poner piedras a la propia lectura, sino en el rastreo de fuentes, que es una diversión crítica válida. Aclara Milán que su traducción, casi idéntica a una de Francisco Serrano, también incluida en este libro, “toma en cuenta la versión al portugués de Augusto de Campos”. No he cotejado la traducción al portugués, pero lo que es indudable es que ni Francisco Serrano ni Eduardo Milán se tomaron la molestia de leer el poema original, pues les habría propuesto retos interesantes y sin duda versiones divergentes. Quizás, como dice Cervantes en la espléndida cita del Prólogo, al ser hechas a partir de una versión de paso casi dado al español, en esta ocasión “el traducir de lenguas fáciles ni arguye ingenio ni elocución” y sí, me temo, el mal sabor de no saber quién copió a quién, de lo idénticas que son ambas versiones.

La antología, por lo demás, es una muestra muy buena de lo que se traduce en México. Es un gusto, por mencionar algunas sorpresas inesperadas, encontrarse el poema Ramala de Bei Dao en la traducción de Coral Bracho y Marcelo Uribe, Espejo retrovisor de Adam Zagajewski, y, atribuido a Michael Hoffman, La casa de mi padre tiene muchas moradas, traducido por Jaime Moreno Villarreal (en realidad el mismo Michael Hofmann, como se escribe su nombre correctamente, que aparece en la selección de Carlos López Beltrán). Es también interesante ver la proyección que los poemas escogidos dan a la obra personal de los poetas incluidos. Sin embargo, hay también algunas cosas que se echan de menos. Por ejemplo, casi en ningún momento hay en este libro una reflexión sobre lo que recoge. Y en eso también se parece a su antecesor. Fuera de unos cuantos renglones dedicados a describir las estadísticas surgidas de la recopilación, no hay una crítica de las distintas maneras de traducir de los incorporados, sobre sus preferencias, sobre su técnica. Los apéndices dan muestra de una primera estadística, pero nada más. Y no hay tampoco un análisis de lo que en la traducción de poesía en México sucede en los años que abarca este libro. Alguna conclusión se podría sacar de los poetas incluidos, las lenguas recorridas, las temporalidades, las coincidencias y diferencias, pero tampoco hay nada de eso. Supongo que Tedi López Mills no quiso dejar rastros ni declaraciones, pero de todos modos se extrañan en un libro como éste. Me habría gustado encontrar la opinión de la recopiladora sobre lo que tanto trabajo se tomó en recopilar, poemas y poetas.

Otras regiones geográficas y lingüísticas de la traducción que en México se han visitado y que no aparecen son el ruso, por Víctor Toledo, el griego por Francisco Torres Córdova, el portugués, por Rodolfo Mata, el catalán, por José María Espinasa, el hebreo por Claudia Kerik y el japonés, por Aurelio Asiáin. En un libro de cerca de mil páginas es difícil hacer más espacio, y como los poetas traductores incluidos van de 1939 a 1959, ni Asiaín ni Mata pueden entrar, ya que nacieron después de la fecha de corte. Pero hago la mención porque hay que tenerlos en cuenta al hacer un mapa de la traducción en México. Supongo que alguien me faltará también a mí. En ese sentido es un acierto haber incluido a Gerardo Beltrán, a quien debemos el acercamiento a muchos poetas polacos. Fuera de eso, quiero felicitar a la autora por haber reunido muchísimos poemas que hay que leer, y por hacernos ver que forman parte de nuestra propia tradición.



1 Una versión ligeramente cambiada apareció en La Gaceta del FCE, febrero de 2012, p. 15.


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