Parachoques 


El poema como circulación
(Tercera entrega)

Pedro Serrano

parachoques-01.jpgSi la poesía sueca contemporánea entró en México con Tomas Tranströmer de la mano de Lasse Söderberg, y por la senda que ellos abrieron y las herramientas que tenía me he adentrado en los poemas de Magnus William-Olsson, con Proyectos para un cielo nuevo el arco de visión se amplía no sólo a cuatro suecos más, sino a casi toda la zona nórdica europea. El libro incluye igual número de poetas finlandeses, daneses y noruegos. Sólo falta Islandia para que ese pequeño círculo cercano al Artico se cierre. ¿Qué sentido tiene esta reunión geográfica? Si se les busca escuelas poéticas y antecedentes literarios comunes, no hay razón para que estos 20 poetas estén juntos. Y aunque la lengua de tres países venga de una misma familia, el cuarto, Finlandia, habla un idioma que, como dice Magnus William-Olsson en su prólogo, es “tan diferente de los demás como el náhuatl en relación con el español”. Este matiz o diferenciación está dirigida a quien vive en México. Si se cambian los ejemplos el sentido sigue vigente pero la relación se modifica. Una antología de poesía mexicana que incluyera poemas en náhuatl no coincide en sus argumentos con una que los incluya en euskera o con otra en que aparezcan en guaraní. La incorporación de otra lengua, cualquiera que esta sea, cambia por fuerza la justificación de una relación, por la razón simple de que las relaciones históricas son distintas.

No. 52 / Septiembre 2012

 

Parachoques 

 


El poema como circulación
(Tercera entrega)

Pedro Serrano
 

parachoques-01.jpgProyectos para un cielo nuevo. Poesía nórdica contemporánea. Prólogo de Magnus William-Olsson. Presentación de Pura López Colomé. Práctica Mortal, México, 2011.


III

Si la poesía sueca contemporánea entró en México con Tomas Tranströmer de la mano de Lasse Söderberg, y por la senda que ellos abrieron y las herramientas que tenía me he adentrado en los poemas de Magnus William-Olsson, con Proyectos para un cielo nuevo el arco de visión se amplía no sólo a cuatro suecos más, sino a casi toda la zona nórdica europea. El libro incluye igual número de poetas finlandeses, daneses y noruegos. Sólo falta Islandia para que ese pequeño círculo cercano al Artico se cierre. ¿Qué sentido tiene esta reunión geográfica? Si se les busca escuelas poéticas y antecedentes literarios comunes, no hay razón para que estos 20 poetas estén juntos. Y aunque la lengua de tres países venga de una misma familia, el cuarto, Finlandia, habla un idioma que, como dice Magnus William-Olsson en su prólogo, es “tan diferente de los demás como el náhuatl en relación con el español”. Este matiz o diferenciación está dirigida a quien vive en México. Si se cambian los ejemplos el sentido sigue vigente pero la relación se modifica. Una antología de poesía mexicana que incluyera poemas en náhuatl no coincide en sus argumentos con una que los incluya en euskera o con otra en que aparezcan en guaraní. La incorporación de otra lengua, cualquiera que esta sea, cambia por fuerza la justificación de una relación, por la razón simple de que las relaciones históricas son distintas.

“El concepto que reúne a los poetas de esta antología no es fácil de definir, ya que no es nacional, lingüístico ni geográfico”, señala William-Olsson. Se da por supuesto cuenta de esta incomodidad, y más que intentar dar sentido al conjunto, empieza por tratar de explicarla: es el resultado de la acción de un grupo pequeño de pequeños países “como una estrategia pragmática en un mundo cada vez más globalizado”. También así se explica en parte la Unión Europea, pero ésta es mucho más que eso. Estas pequeñas aglutinaciones, antes impensables, que sacrifican lo nacional, y de paso lo único y unívoco de la lengua patria, pone en relieve la caducidad de la idea que sustenta las literaturas nacionales, es decir, la exclusividad de un poeta en una lengua de un pueblo. Este argumento, William-Olsson se da cuenta, no explica el libro, ni le da cohesión al conjunto, así que intenta otro acercamiento: “En la actualidad, se ha vuelto prácticamente imposible hablar de una poesía definida nacionalmente. Los poetas de hoy normalmente dominan varios idiomas, han viajado por el mundo y su inspiración proviene de diferentes latitudes; es probable que tengan experiencias de vivir en el exilio y, si no en un sentido físico, la gran mayoría busca en su mente un refugio en culturas y literaturas extranjeras a través de las posibilidades ofrecidas por la era digital.” Bajo estos supuestos, cualquier conjunto de poetas espigados de aquí y de allá funciona, así que esto tampoco justifica este conjunto en particular. William-Olsson entonces busca otra explicación: para que haya poemas, dice, “es necesario un contexto de infraestructuras, lugares de reunión, tratos de negocios y de política. Y vista desde esta perspectiva, la unidad más o menos ocasional descrita en esta antología es también una entidad representativa.” Es decir, es un conjunto válido, distinguible entre otros, que se caracteriza por la sociedad en la que se han escrito estos poemas, una sociedad, suponemos, homogénea, que no disuelve pero sí atraviesa las fronteras nacionales. Y las lingüísticas. Si trasladamos esto a los ejemplos del español, ¿esto quiere decir que es válida una antología mexicana con poemas escritos en náhuatl y en español? Eso mismo fue lo que propusieron y realizaron Michael Wiegers y Mónica de la Torre en su Reversible Monuments, la antología de poesía mexicana en inglés que ha alcanzado mayor autoridad. Como en este caso al español, el traslado al inglés allí uniformó las diferencias, y el poema en zapoteco no suena muy distinto, en inglés, de los demás poemas de la antología, todos originalmente escritos en español.

Con respecto a esta antología en particular, Magnus William-Olsson no se da por vencido en su búsqueda de un espacio común, y apunta otra posibilidad: “El hecho es que justo la poesía y toda la literatura de una estética avanzada —al igual que su crítica—, durante las últimas décadas ha establecido un espacio público alternativo con la región ‘nórdica’ como base.” Como las cremerías, me digo, que recogen en una sola marca la leche de todas las granjas de una misma región, y hacen con ellas un mismo jugo del que saldrá un determinado queso de marca. Claro que la calidad y el valor del queso lo da el conocimiento de ciertas técnicas particulares en una región geográfica. Regresando a los poemas, por supuesto que la interacción de unas con otros afecta el resultado común, y entre más estén relacionados los poetas de una zona, más van a tener en común. Eso es lo que por fin están aprendiendo quienes escriben poesía en inglés y francés en Québec. Y eso lo que en la frontera norte de México todavía no termina de desprenderse de sus respectivos feudos para dar lugar a una zona vital común, con vertientes hacia ambos lados. En el caso de esta antología, dice William-Olsson, “Hoy hasta tiene sentido hablar de una arena nórdica de poesía, centrada alrededor de fenómenos como el sitio de crítica literaria Lit.live, la organización FSL, revistas como Kritiker y Vagant, escuelas de escritores y festivales con la literatura ‘nórdica’ como base oficial.”

Sin embargo, a la hora de dar el panorama histórico, Magnus se vio obligado a regresar a las literaturas nacionales, pues sólo desde ahí se pueden explicar las distintas tradiciones que en cada una de estas cuatro lenguas se dieron, y los orígenes diferenciados desde los que partieron hacia este espacio común. Pero al final, cuando tiene que regresar a los poemas de este libro, vuelve a dejar de lado las historias literarias, se olvida de las nacionalidades y los reúne, transnacionalmente, de acuerdo a las fechas en que empezaron a escribir. Al final de su ensayo subraya el hecho de que “prácticamente todos, aparte de escribir su propia poesía, se dedican a traducir poesía de otros idiomas”. Magnus apunta entonces una dudosa diferencia: “Una equivalente antología de poetas mexicanos, brasileños, británicos o chinos difícilmente hubiera mostrado tan vívido interés ante lo extraño” Creo que se equivoca. Mi experiencia es que casi toda poeta, en la lengua que sea, necesita romper su referente y vaciarse, aunque sea temporal, aunque sea anacrónica, aunque sea a la distancia, en otra. Regresar o seguir es voluntad de cada cual. Si él revisara los datos biográficos incluidos en cualquier antología mexicana o británica, que son las que mejor conozco, se sorprendería de la cantidad y de la variedad de traducciones que se dan. No obstante, como todos sabemos, la lengua más traducida es el inglés. No estoy seguro de que sea la lengua a la que más se traduce. Debería, porque es la lengua que más personas comparten. Al leer las pequeñas biografías que acompañan a cada poeta, vemos que los poetas que ellos traducen han sido también traducidos por mexicanos, casi todos del inglés. Eso, obviamente, crea otro espacio común, que habría que explorar.

parachoques-02.jpg
Magnus William-Olsson
Magnus William-Olsen asume que estos poemas son distintos entre sí. Mi lectura me dice otra cosa. Quizás él nota distinciones que la uniformidad obligada al verterse en español ha borrado. Pero intuyo que la distancia entre las lenguas es similar a la distancia histórica, que acerca ante nuestros ojos a aquellos que en su momento se sentían no ya distintos sino opuestos. Yo veo cercanías entre poetas de diferentes países, y puentes de conexión entre una y otra que no siempre pasan por sus respectivos connacionales. Hay cosas que no tienen mayor importancia pero que hay que señalar. No hay en ninguno de ellos, por lo menos aquí, o no se intenta por parte de sus traductores, acercamientos a estructuras métricas tradicionales. Las formas rítmicas van del poema en prosa en las suecas Mara Lee y Jenny Tunedal, a la cadencia del verso largo, casi a punto de ser versículo del danés Niels Frank, o de la agrupación en estrofas regulares, como en el noruego Steinar Opstad, o lo que se podría intuir es un soneto en “La medida de lo inmortal” del finlandés Jouni Inkala.

En cambio, lo que le da cohesión a la antología es una dilatación, una respiración y un ritmo de pensamiento en la construcción del poema en casi todos los poetas, que va dando cadencia a las reflexiones y encadenamiento a las imágenes que sustentan esas reflexiones. “Los árboles en el jardín dan apariencia de lentitud y de estar envejeciendo en extremo silencio”, dice Jenny Tunedal, en traducción del sueco de Ángela García. “Ponte el anillo, o cuélgalo alrededor del cuello de un niño, pues los niños saben cargar el vacío. Para ellos es ligero. Para ellos el peso alrededor del cuello es una parte del cuello que se estira en busca de preguntas”, dice el noruego Gunnar Wærnes, traducido por Vitza Manrique Langseth. “Los hombres se parten en dos como el pan”,  escribe Marie Lundquist en palabras de Ángela García. En todos estos casos la fuerza expresiva del poema está en la delicadeza de las vinculaciones y el paso rápido del pensamiento de una a otra secuencia. Me detengo en un poema sin título de Helena Sinervo que es ejemplo espléndido de precisión y parábola:

59 pasadores metió el marido en la tumba de la mujer
con un pasador entre los fuertes dientes
la vio el marido en sus recuerdos
la vio arreglándose
el peinado.

Porque por supuesto los 59 pasadores significan otra cosa, porque por supuesto el pasador entre los fuertes dientes no es un simple pasador, el poema carga de sentido la imagen, la escena, la historia. Esta carga reflexiva que acompaña a casi todos los poemas de la antología, y la capacidad para desde ahí dar el giro hacia otro tropo, les da una coherencia común. Es una lentitud necesitada de contar y una capacidad para, en lo contado, estallar una carga de dinamita. Es decir, no de contar por contar ni de contar cualquier cosa, sino de incidir en eso que a la poeta le es fundamental decir ahí. Para acceder a ello recurren a la narración y, en un salto, a su alegoría, ya sea en el abrirse y cerrarse del cuerpo propio como rajado por un hacha un árbol, estableciendo una unión dáfnica en la herida de la mujer y la del árbol en un poema de Pia Juul, ya sea en la imagen de los caballos “de cara a la tierra, con los cascos bajos, con la cabeza inclinada hacia la tierra”, respirando el suelo en medio del bosque, humeando me los imagino en esa casi única escena contada y repetida salmódicamente en un poema de Inger Elisabeth Hansen, para representar la voluntad de estar ahí, de hincar ahí. Lo que no es válido es salir volando como si sólo uno contara, esto es, ruega Hansen en el verso que cierra el poema, “no salir disparados de sí mismos como una realidad sin mundo”.

A pesar de ser obra de distintas manos, los poemas encajan holgados en español y las traducciones están hechas con oficio y a veces hasta lujoso atrevimiento, como cuando el finlandés Markku Paasonen ve que la atmósfera detrás de la ventana es “un saco viejo metido en el juncal respiroteando su vaciedad”. Como el anterior, este poema está traducido por Jukka Koskelainen y Tarja Roinila en colaboración con David Huerta y Coral Bracho, de modo que no sé a quién atribuir, aunque tampoco importa demasiado, el hallazgo de ese estar “respiroteando”, que me encantó. En muchos de estos poetas el elemento onírico es uno de los mecanismos con que la vida real se impregna de olor y sentido: “Uno está solo cuando sueña. Uno está solo cuando salta y ve con un ojo obsesivo el rayo del ángel, solamente, al tocar el fondo,” dice Thomas Boberg en “Fra Livsstil, 2004”, en traducción del propio autor y de Renato Sandoval. En el poema ya citado de Marie Lundquist, los hombres “lo último que se quitan frente a la noche es su ternura: la antena para el mundo subterráneo”, y en otro, sin título: “Las agujas de los sueños cosen perlas en las ingles”. En “El lapicero” de Pia Tadruf, para escribir se necesitan “los sueños más improcedentes extraídos de una jungla de tinta negra.” Otros dos elementos también presentes en muchos poemas son los ‘ángeles”, esos seres que vuelan en los sueños humanos y, por supuesto los caballos, también los caballos, cuya detención es como un quieto estallido y su carrera una niebla que se extendiendo y dispersa. Los ejemplos de estas coincidencias son muchos, así que basta ahora con apuntarlo, para remarcar el cruce de relaciones que hay entre los poetas aquí reunidos.

parachoques-03.jpg
Helena Sinervo
Esta necesidad de dar historias, o de dar cuenta de la historia, ancla también en lo político y cruza la antología. Ya sé que todo poema es político, y que hablar de la sexualidad, la ecología y los tsunamis es hablar de política, pero me refiero a poemas explícita y efectivamente políticos, porque es un tema que como el polvo fue metido de prisa debajo de la alfombra, ahí se quedó durante un buen rato, sin que nadie le hiciera caso, pero ahora regresa por sus fueros. Si he señalado que una de las constantes en este libro es la utilización de narración, es inevitable que entre las cosas que se cuenten estén estos temas: Gaza, Chechenia, Guantánamo, Irak, la Segunda Guerra, son nombrados aquí explícitamente. Su necesidad viene de lo real, pero también de la actitud con la que se enfrenta el poema, en donde el yo lírico, esa desagradable expresión, desaparece como sublimación y el yo de quien escribe haya su lugar junto a otras cosas, que aparecen ante quien lee. En ese sentido, es sintomática la escasez de referencias a lo que, desde estos trópicos, podríamos asumir como una constante, que es el frío. Hay muchos, muchos poemas que se ubican en el verano, esa expansión de olores. Como los camellos según Borges en los poemas árabes, aquí también la nieve brilla por su ausencia, o brilla, señalada, cuando se le nombra. Es un elemento que aparece cuando el poema lo necesita, pero no ocupa demasiado lugar. En el libro hay muchos poemas muy buenos y, por eso Magnus le pide al lector que se acerque a ellos, “con la misma curiosidad por lo diferente que caracteriza esa forma de voltear la mirada hacia el mundo desconocido y extraño que siempre nos rodea”. Sin embargo, quiero señalar que en esta muestra de excelencia hay algunos poetas que a mí en lo personal me han interesado especialmente. Si alguien me preguntara a quién hay que publicarle un libro individual, es decir de quién quisiera yo leer ya más poemas, diría que de Helena Sinervo,  por la redondez y ligereza de sus parábolas, de Pia Tadruf, por su capacidad para unir lo fulgurante con lo cotidiano, de Gunnar Wærner, por su capacidad para hacer de una comparación un símbolo palpitante y de Marie Lundquist, por una constante de verticalidad en sus poemas, siempre de arriba abajo, como una línea diáfana que se dibujara descendiendo.

Quiero aclarar que mi selección partió del gusto y que no me fijé al hacerla ni en nacionalidades ni en edades.  Al enlistarla, sin embargo, descubro que la primera nació en 1961 y escribe en finés, la segunda en Copenhague en 1952, el tercero es noruego y nació en 1971, y finalmente la última es sueca, de1950. Como se puede ver, no se repiten ni las nacionalidades ni las edades. ¿Qué conclusión saco de esto? Que aparte de la consistencia del conjunto la pertinencia de estos poemas se da en su florecimiento en común y reafirma no las cotas generacionales que se les podría aplicar, sino su circulación en común, su aquí y ahora de cada una. Pura López Colomé, a quien también intuyo levemente incómoda a la hora de argumentar la agrupación, cierra su presentación, titulada “Un nuevo proyecto bajo el mismo cielo” señalando acertadamente que “el sentido de una antología como esta es poner de manifiesto la unidad tonal de este arte; distinguir su voz, desnuda y transparente, y la claridad e intensidad de su visión.” Y también, añadiría yo, corroborar que saltarse las trancas de países, lenguas y edades lleva a un mejor aprovechamiento de vínculos y cercanías que no sólo sí existen sino que además pueden resultar más ricas. Esto, claro, si la reunión es pertinente. Intuyo, tanto por las características del libro como por ese ligero tono de incomodidad que siento tanto en el prólogo como en la presentación, que la selección no la hicieron ni Pura ni Magnus. Suena, y eso no es bueno aunque así sea, a programa cultural. No ayuda tampoco que ni en el lomo ni en la portada aparezcan ellos. Supongo que da fe de que la selección no es suya, pero hubiera preferido que no me dieran esa fe. No ayuda a que el lector entre con libertad sino al contrario: con una sospecha que sólo al internarse va perdiendo. Lo mágico, ahora bien, es que sea pertinente. Y si bien al ensayo de Pura le pesan y despistan, quizás debido a eso, el exceso de referencias a la poesía anglosajona, lo a veces abstruso de sus señalamientos y la previsualización de un mundo nevado y frío donde en realidad no hay tal, coincido con su apuesta por una “individualidad en la muchedumbre”, que aquí se da con gozo. De ahí hay que partir.. El bosque de la poesía avanza solo y está hecho tanto de los grandes árboles en que algunos poetas se erigen, como de los miles y miles de pequeños brotes que cada uno de los poemas necesarios añade a su marcha. Rodeados de esos árboles está cada uno de nosotros.

 


{moscomment}