Parachoques 


El poema como circulación
(Cuarta entrega)

Pedro Serrano

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parachoques-53-baja.jpgAl final de la entrada anterior apuntaba algunas cosas que necesitan un poco de clarificación. A pesar de su capacidad crítica, de las cosas que acertadamente señalan y de la calidad de los poemas incluidos, el hecho de que la iniciativa de esa antología de poesía nórdica no saliera ni del prologuista ni de la presentadora, produce un efecto de indeterminación en ambos textos. No deja de sentirse que fueron escritos por encargo y por esa razón Proyectos para un cielo nuevo tiene un ligero olor a libro programado. Un libro por encargo puede ser igual de bueno o mejor que uno hecho por iniciativa propia. Cuando digo “programado” no estoy haciendo un juicio de valor sobre el material incluido sino señalando una extrañeza final en la composición. Eso indeterminado que señalé es una diferición, la pérdida de un segmento en una continuidad, una incomodidad en principio inexplicable por la sencilla razón de que no está declarada. La diferencia entre un libro escrito y uno programado, incluso al hablar de una antología, de un reader o de una recopilación de autor, es que en el primero se percibe una continuidad y esto da cargo de autoría. Por el contrario, un libro programado da siempre una sensación de ajenidad, de extrañeza, en el sentido cabal del término, así el libro sea propio.

No. 53 / Octubre 2012



Parachoques 


El poema como circulación
(Cuarta entrega)

Pedro Serrano
 

parachoques-53-baja.jpgOctavio Paz, “La línea central: cuatro poetas suecos”. En Cuatro poetas contemporáneos de Suecia. Martinson, Lundkvist, Héseloffy, Lindren. Prólogo de Octavio Paz, Traducción de Octavio Paz y Pierre Zakeli. Colección Poemas y Ensayos, UNAM, 1961. Prólogo reproducido en Puertas al campo, México, UNAM, 1966 y en Obras completas. Vol. 2, Excursiones / Incursiones. Dominio extranjero, México, FCE, 1994.


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Al final de la entrada anterior apuntaba algunas cosas que necesitan un poco de clarificación. A pesar de su capacidad crítica, de las cosas que acertadamente señalan y de la calidad de los poemas incluidos, el hecho de que la iniciativa de esa antología de poesía nórdica no saliera ni del prologuista ni de la presentadora, produce un efecto de indeterminación en ambos textos. No deja de sentirse que fueron escritos por encargo y por esa razón Proyectos para un cielo nuevo tiene un ligero olor a libro programado. Un libro por encargo puede ser igual de bueno o mejor que uno hecho por iniciativa propia. Cuando digo “programado” no estoy haciendo un juicio de valor sobre el material incluido sino señalando una extrañeza final en la composición. Eso indeterminado que señalé es una diferición, la pérdida de un segmento en una continuidad, una incomodidad en principio inexplicable por la sencilla razón de que no está declarada. La diferencia entre un libro escrito y uno programado, incluso al hablar de una antología, de un reader o de una recopilación de autor, es que en el primero se percibe una continuidad y esto da cargo de autoría. Por el contrario, un libro programado da siempre una sensación de ajenidad, de extrañeza, en el sentido cabal del término, así el libro sea propio.

No conozco la historia detrás de Cuatro poetas contemporáneos de Suecia, pero esa diferición de la que he hablado se traza más claramente en el pequeño ensayo que lo antecede, publicado por primera vez en 1961, cuando Octavio Paz tenía unos cuarenta y cinco años. Menciono su edad porque tendemos a hacernos imágenes fijas y enmarcadas de los escritores, y no está mal de vez en cuando regresar al momento en que un hecho de escritura se está produciendo, para sacudirle un poco el polvo a la imagen y de paso recuperar su actualidad. Que ese texto no había sido escrito por iniciativa propia queda explícito desde las primeras líneas: “Mi amigo Pedro Zekeli me pidió que escribiese unas cuantas páginas de presentación al frente de nuestro libro”. Lo realmente interesante es la manera en que Paz, en este pequeño ensayo, construye una autoría. Sin dejar de aceptar su diferición inicial va tanteando, en un inicial reconocimiento de aquello que lo distancia, una progresiva aproximación que termina por convertirse en apropiación legítima. Esta estrategia se repite a lo largo del texto. Primero, al dejar claro que la iniciativa de este proyecto no fue suya: “Digo ‘nuestro’ sin mucha convicción. Aunque he colaborado con él cerca de dos años, revisando una y otra vez cada poema, Zekeli es el autor de la selección y las notas”, dice Paz. Inmediatamente después, confiesa su desconocimiento de la lengua en que están escritos los poemas. Luego de reconocer la distancia que hay entre su propia percepción y la realidad y mundo que está abordando, empieza por fin a recorrerla.

Vale la pena, desde un punto de vista crítico, comparar la manera en qué Paz aborda su extrañeza con la de Pura López Colomé en su texto. Ambos afrontan una realidad ante la cual tienen pocos asideros. Ambos también se han encontrado, por decirlo así, ante el hecho consumado de un grupo específico de poemas puestos por delante. Hay que inventar entonces la relación, y por eso es casi automático que tanto Paz como López Colomé partan de una idea preconcebida de ese otro universo. Pura, en su introducción a los poetas nórdicos, comienza haciendo referencia a la nieve: “Bajo cielos nórdicos, la blancura de las nubes es espejo de la nieve, de glaciares, de fiordos y cumbres”. Salvo que, como ya apunté, no son muchos los poemas que la mencionan. Paz por su parte recurre al hecho contundente de que Suecia está muy muy al norte, una noción menos poética, y en todo caso más conceptual, que la blancura de la nieve: “Me imagino que para la mayoría de los hispanoamericanos Suecia evoca, ante todo, la idea de norte. Al menos eso es lo que a mí me sucede.” En ambos casos lo que se busca es la manera de alcanzar esa realidad y traerla hacia sí. El espacio imaginario en que se pueden encontrar con esos textos es muy distinto en cada uno, no sólo porque medie entre ambos medio siglo, sino porque el concepto mismo de la proyección del poema es diferente. En su texto de presentación, Pura corrige el título de la antología no para negarlo sino expresar la idea de que, si bien esos cielos que llegan son nuevos para nosotros, el cielo del poema que nos cubre a todos es el mismo y es único: “Un nuevo proyecto bajo un mismo cielo”, el prólogo, Proyectos para un nuevo cielo, el libro. Paz por su parte, aunque lo que busca es también la inclusión, lo hace a partir de la idea de que es un mundo hermético, sólo para iniciados, una complicidad que, escribe, “designa con precisión la sociedad secreta de la poesía en nuestra época.”

Y si bien yo me siento más a gusto bajo el paraguas de Pura, es Paz quien logra salir mejor librado de la incomodidad ante extraño. Una vez encontrado el norte, hace inmediata referencia a las cualidades morales de los puntos cardinales. A pesar de que no puede detener su reflexión, pues le dedica todavía un párrafo entero, se da cuenta de inmediato que es un abordaje fallido: “Temo que estas ideas, en lugar de acercarnos a la poesía de Suecia, nos alejen.” En efecto. Todavía se demorará un poco en esta reflexión, que es su querencia, pero ya se dirige al centro de cada poeta para que desde ahí salgan sus reflexiones. Harry Martinson es un poeta que vive y escribe en el ahora del viaje y por eso, dice Paz, sabe “sonreír encima de abismos”. Veamos el contexto de esa sonrisa en el vértigo de un fiordo: Ante todo el arte de no cansarse, cambiar de pie con gracia sobre el abismo, tener un andar airoso. Y la pena en medio del corazón. La misma línea central para desear y para pensar: Sonreír encima de abismos. De ahí sale el título del prólogo de Paz: “La línea central”, como volado sobre ese paisaje. Artur Lundkvist, al que Paz conocía, le parece un poeta de la realidad, a la que puede ver con el detenimiento justo para observar “la resurrección de la hierba en la mano”. Esta insistencia en lo que sucede y lo que está se afirma en persistencia y fugacidad simultáneas, como se puede ver por la siguiente cita: Aves marinas son nuestros pensamientosy siempre se alejan de nosotros volando”. Para Gunnar Ekelöf, dice Paz, “el mal es más profundo”. Se nos suele olvidar que Paz está hablando apenas diez años después de que hubiera terminado la Segunda Guerra, aunque por alguna razón esa realidad se está volviendo a instalar en la conciencia colectiva como algo más cercano al presente que a unos hechos sobreseídos, como si al fin pudiéramos empezar a entenderla. Desde ahí hay que ver “Absentia Animi”, el poema que cita Paz aunque yo lo hago en versión de Roberto Mascaró, en donde “el sentido del crujir es el crujir que en sí mismo es algo diferente a botas de goma húmedas entre hojas”. ¿De quién son esas botas húmedas¿, ¿por qué lo están? Eric Lindegren, a quien Paz identifica con su particular idea de Shelley y el romanticismo, es un poeta que vive en la fragilidad de lo fugaz, y por eso, cita Paz, “nuestro único nido son las alas”. pero Shelley es inentendible sin el fresco brutal de la Revolución Francesa a su espalda,  y si bien Lindegren afirma, como Paz ve, “al fin libre, la fe de la mariposa en el viento”, también declara, en ese mismo poema, que “una vez quisieron ahogarme”. Con ese choque lo dice todo.

Otra de las incomodidades que enfrenta Paz se debe al hecho de que su participación en la traducción no fue directa sino derivada y en colaboración con alguien que sí sabía la lengua. Robin Robertson, en cambio, que tampoco sabía bien la lengua de Tranströmer, no tuvo los mismos pruritos. En estos cincuenta años que han pasado entre una traducción y otra ha habido un cambio no tanto en la sensibilidad de quien traduce sino en las legitimaciones que tiene una traducción, de tal manera que Robinson firma con seguridad sus traducciones cooperadas, de la misma manera que Francisco Segovia las de Yorgos Seferis, hechas con Selma Ancira, quien maneja perfectamente el griego moderno, u Olvido García Valdés las de Ajmátova y Tsvetáieva. Con todo, al entrar en la consistencia real de los poemas, Paz se siente libre. Por eso sorprende el recorrido de esas citas y esas lecturas atentas hechas a los poemas que tradujo, que contrasta con la manera en que Pura López Colomé busca apuntalar su intervención en el mundo nórdico que se le presentó. De igual modo que vio nieve donde apenas la había, y me atrevo a pensar que por esa misma razón, una vez echada a andar por el camino que la nieve oculta, perdido el norte, se vio llevada a echar mano de cosas que ya conocía, aunque aquí no vinieran al caso. Es por eso que las menciones tomadas caso todas de la poesía en inglés, más que iluminar, distraen. No es que los poemas de  Wallace Stevence, Yeats, Hughes, Cavafis y hasta el poeta finlandés Claes Anderson, no sean buenos. Es que no se entiende por qué recurrre a ellos, teniendo el otro material delante. Como si los poemas que lee, ahí, para ese libro, no se pudieran sostener solos, no pudieran explicarse a partir de ellos mismos.

Aunque ya vimos que Octavio Paz no termina de sentirse a gusto en la camisa de once varas de traductor emergente, el sumerjirse en los poemas produce afirmaciones pertinentes. No sólo eso, también alcanza a corregir afirmaciones suyas hechas en otras circunstancias. Frente a la idea de que el poema es tiempo instantáneo, Paz confiesa que “hacer ese libro me ha hecho reflexionar con mayor claridad sobre la universalidad de la poesía. El poema es lenguaje; pero lo es con tal intensidad que salta por encima de las barreras de los idiomas… Vemos un poema; leemos un texto.” No otra cosa que ese nuevo proyecto para un mismo cielo que bien afirma Pura, aunque equivoque por un momento la búsqueda.




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