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No. 53 / Octubre 2012

 

Carlos Alcorta
(Torrelavega, España, 1959)



Tanque de tormentas


Recoge aguas superfluas, encauzadas
en tubos de secciones decrecientes,
con membranas flexibles que reducen
su inicial vehemencia, pero tiene
una capacidad insuficiente,
restringida por su desfavorable
ubicación, de tal manera
que si arrecian las lluvias
y el alcantarillado no consigue
absorber el torrente, desmoronan compuertas,
encharcan pavimentos y jardines
incontroladamente, se encrespan como un mar
de luto, igual que cuando
una persona pierde los nervios y sus manos
arrojan contra muros y ventanas
los objetos que encuentran a su paso
instigadas por la ira o por saber
que los médicos han diagnosticado
la enfermedad con un fatal retraso.


Porque también el corazón posee
un misterioso tanque de tormentas,
satisfactorio para candorosas
premoniciones y hechos consumados
de menor trascendencia
más que para arbitrarios altibajos
emocionales cuya enmascarada
pretensión es desbaratar
el frágil equilibrio de la mente.
Desengaños, voraces carroñeros
que dilapidan nuestros ahorros en dudosas
operaciones financieras, múltiples
discrepancias morales con la mujer que quieres,
la precariedad laboral perpetua,
el pánico, no a envejecer,
sino a dejar de hacerlo,
las noticias terribles, los fracasos vitales
desbordan las esclusas, envilecen la sangre
como si la insolvencia de tu fe
perdida y la señal del crucifijo
sobre tu pecho no pudieran ya
frustrar las artimañas,
las tretas de un Satán enajenado.

Son ambos fluidos, sangre y agua, esenciales
para nuestra supervivencia.
De su coreografía escrupulosa,
del divorcio entre
necesidad y anomalía surgen
fricciones del paisaje y la naturaleza,
del cuerpo y del espíritu.



   

 

 

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