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A 90 años del Estridentismo
Por Jorge Aguilera López

raros-01.jpgEl Estridentismo fue, durante muchos años, el exiliado del mundo del arte, los estridentistas fueron los vagabundos, los buscadores del cambio y amantes de la escritura sólo cuando esta se convierte en la experiencia más importante, pero también la más radical. Parece que solo estuvieron de camino y en ese camino rebeldía e insolencia se dieron la mano para crear una nueva forma de hacer literatura.

Pocos han sido los que se han ocupado del movimiento estridentista, quizá debido al extendido lugar común que los condenó al ostracismo de la historia de la literatura mexicana. Un elemento de suma importancia que en mi opinión incide en el poco reconocimiento a este grupo, es que, por los mismos años, movimientos de gran envergadura vendrían a conformar la tradición literaria más emblemática época (Novela de la revolución y Contemporáneos), como diques monolíticos de la literatura mexicana. Sin embargo, el Estridentismo también convive con estos movimientos, es coetáneo y participe de la renovación que ambos suponen, pero, al mismo tiempo, pareciera que dicha contemporaneidad es la razón principal por la cual se vio tan empequeñecido y casi olvidado. No hay que dejar del lado que él también se inscribe en esa historia y que si bien muchos son sus detractores, también muchos son sus seguidores.

No. 54 / Noviembre 2012


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A 90 años del Estridentismo

El estridentismo es el almacén de donde se surte todo el mundo
Manifiesto estridentista número 2
 
Por Jorge Aguilera López
 

Una mañana aparecieron en las esquinas los
manifiestos (actual No. 1) y en la noche se
desvelaron en a Academia de la Lengua los
correspondientes de la Española haciendo guardias
por turnos, se creía en la inminencia de un asalto.

Germán List Arzubide, El movimiento estridentista.

 
 

raros-01.jpgEl Estridentismo fue, durante muchos años, el exiliado del mundo del arte, los estridentistas fueron los vagabundos, los buscadores del cambio y amantes de la escritura sólo cuando esta se convierte en la experiencia más importante, pero también la más radical. Parece que solo estuvieron de camino y en ese camino rebeldía e insolencia se dieron la mano para crear una nueva forma de hacer literatura.

Pocos han sido los que se han ocupado del movimiento estridentista, quizá debido al extendido lugar común que los condenó al ostracismo de la historia de la literatura mexicana. Un elemento de suma importancia que en mi opinión incide en el poco reconocimiento a este grupo, es que, por los mismos años, movimientos de gran envergadura vendrían a conformar la tradición literaria más emblemática (Novela de la revolución y Contemporáneos), como diques monolíticos de la literatura mexicana. Sin embargo, el Estridentismo también convive con estos movimientos, es coetáneo y participe de la renovación que ambos suponen, pero, al mismo tiempo, pareciera que dicha contemporaneidad es la razón principal por la cual se vio tan empequeñecido y casi olvidado. No hay que dejar del lado que él también se inscribe en esa historia y que si bien muchos son sus detractores, también muchos son sus seguidores.

raros-02.jpgCaracterizar la poesía estridentista, así sea de manera esquemática, plantea tener en cuenta dos enfoques indisolubles: la revolución temática que entraña su obra y las formas innovadoras de presentar el acto creativo concreto. Porque los temas de la obra de los estridentistas se basan en la realidad inmediata: no rehúyen la lucha social; su material poético se lo ofrecen la vida diaria en las fábricas y en las oficinas de los grandes edificios; cantan a los obreros, a los revolucionarios, a las máquinas. Y hablan de la ciudad, metrópoli de hierro y cemento, poblada de anuncios luminosos, de locomotoras y telégrafos. Según Vicente Quirarte, “El canto de los elementos objetivos de la ciudad no era, como argumentaban los detractores del Estridentismo, exclusivamente un afán de notoriedad y escándalo, […] sino una necesidad de integrar la actualidad al discurso literario”.1

El poeta estridentista pinta, integra, no describe, el paisaje citadino. Para pintar se sitúa en el terreno de lo nuevo, el color no es ya la herramienta descriptiva que lo dice todo sin descomponer la imagen, para el estridentista dejar en la obra la experiencia de su percepción es el primer paso a la ruptura.

Existe, además, la urgencia por homologar el arte a las grandes transformaciones científico-técnicas del momento. Así, nos hallamos ante un vocabulario inédito en la literatura mexicana, rebelde y profundamente anti-academisista. La utilización de neologismos y metáforas de la comunicación con elementos de la técnica raros-03.jpgcontemporánea son los principales rasgos de esta nueva forma de fabricar poesía. Y es que estamos hablando de poetas y los poetas trabajan con palabras. Había que comenzar por demoler la sintaxis tradicional: “Un arte nuevo -cita Maples Arce a Reverdy- requiere una sintaxis nueva”.

Con el Estridentismo se da inicio a una nueva forma de hacer literatura, este movimiento vendrá a representar el puente que da paso a la transición. Atrás habrán quedado el acartonamiento y el silencio del poeta ante un devenir que se aleja de lo lineal, pues lo lineal poco tiene que ver con la modernidad. El poeta ya no nombra en la quietud, su palabra también es nueva, diferente. En suma, existe la búsqueda de un nuevo propósito vital del mundo. Y esta búsqueda se logra a tal punto que, después de la vanguardia, toda la literatura subsiguiente utilizará estos motivos como recursos creativos comunes.

La aportación más importante de los estridentistas es haber introducido en México las nuevas tendencias vanguardistas y haber roto las tendencias que ataban a la poesía mexicana a formas ya muy gastadas. El Estridentismo pretende evidenciar la falta de vitalidad y de modernidad a la que había llegado la poesía mexicana por su raros-04.jpgestancamiento y abuso descriptivo. Quizá por eso mismo fue difícil la aceptación de este movimiento en México, pues representó una ruptura drástica con viejos moldes. Se puso en tela de juicio a toda una tradición. Era impensable seguir alimentando a lo caduco, su destrucción empezaría con  nuevas formas de pensar a la literatura. Hacer literatura significaba una renovación llevada a sus últimas consecuencias. Ante tal urgencia de renovación, en palabras de Maples Arce, “[No había] más remedio que echarse a la calle y torcerle el cuello al doctor González Martínez.”

Es en este escenario que inicia la estridencia. Aquí, donde el reloj de Miguel Aguillón Guzmán nos marca las 13, se levanta la Vrbe de Manuel Maples Arce, mientras suenan la música inalámbrica y El pentagrama eléctrico de Salvador Gallardo, los tacones de la Señorita Etcétera de Arqueles Vela y, desde su Esquina, Germán List Arzubide nos envuelve en su carcajada, inmortalizada en una máscara por Germán Cueto.

 

1 QUIRARTE, Vicente, Elogio de la calle (biografía literaria  de la Ciudad de México 1850-1992), Ed. Cal y arena, México, 2001, p. 491. 
Ilustraciones:

1. Manuel Maples Arce, Actual núm. 1, 1921.
2. Ramón Alva de la Canal, El café de nadie, 1930.
3. Manuel Maples Arce, Vrbe, súper-poema bolchevique en 5 cantos, 1924.
4. Germán Cueto, Retrato de Germán List Arzubide, 1923