Japonesitas, coreanas nos dicen, pero nosotras
somos chinas, chinas de la Manchuria”, gritan las
chicas al unísono, mientras golpean el piso como
encaprichadas, con uno de sus dos pies diminutos.
Quienes hablan a través de la voz poética son parte de una familia, son extranjeros, se sienten así. Buscan en sus ancestros aquello que los constituye. La identidad no debe esfumarse en el cotidiano andar de un país que confunde o desconoce, por eso, tienden un hilo inconmensurable hasta sus orígenes de ojos rasgados. Los más grandes se retraen; los jóvenes buscan cómo seguir.
María del Carmen Colombo ha publicado entre otros libros: La edad necesaria (1979), Blues del amasijo (1985), Blues del amasijo y otros poemas (1992, reedit. en 1998), La muda encarnación (1993, reedit. en 2006), Los sueños del agua (poesía para niños 2010). Ha sido antologada en: Puentes/Pontes (Fondo de cultura económica, 2003) y 200 años de poesía argentina (Alfaguara 2010) entre otras. Obtuvo el Primer Gran Premio de Poesía V Centenario (1992) y mención especial del Premio Nacional de Poesía, producción 1996-1999 (2005). Maestra de poetas, coordina talleres literarios y el blog de poesía Blog del amasijo.
En La familia china, Hilos Editora (1999, 2006, reedit. En 2011), los poemas se expanden como un abanico de una perfección desmesurada. Su poesía en prosa es leída sin tardanza ni suspensión: “Cómo un árbol, este abanico tiene un solo pie,/ pero de varillas, y un país de papel que se despliega,/ lento, con dos manos.”
Con una extraordinaria riqueza lingüística, nos muestra naturalezas bien disímiles compuestas por generaciones que se encuentran en una geografía y ciudades que se entremezclan:
"El alma china de la familia se llena como una pa-
langana, porteña al compás de los dichos maternales
del agua"
o en este otro párrafo:
"Con la mirada puesta en el futuro de un horizonte
que se hilvana a lo lejos, las costureras apuntan que
los chinos no son gente de confiar. Porque viven
guiñados, al sesgo, como esos vestidos tan provoca-
tivos llenos de recovecos y torsiones. Y estiran con
los dedos, índices, sus ojos imitando las libidinosas
comisuras de los rasgados"
y además:
"EL NOVIO DE LA CHINA MAYOR, un italiano que la
chica conoció en el conventillo, es un exhibicionis-
ta."
Vemos entre sus pliegues la transformación de objeto a afecto como un permeable y delicado papel de agua: “CUANDO LAS TRES CHICAS SE ACERCAN, el padre cie/rra el abanico de sus sentimientos, de golpe. Tiene/miedo el padre chino de que el calor de sus hijas/desplanche las rayitas de su alma, plisadas con suma/paciencia por sus antepasados.”
Hay un mundo imaginario y oculto que recorremos sinuosamente en cada uno de los integrantes de la familia: “Mientras cree escuchar lo que no escucha, la madre/vuela hacia aquel jardín de la infancia” y también: “…No en/tender, no entender, así dice mi padre. Y de tanto/decirlo, se le hizo carne una especie de distracción/que lo mantiene embalsamado en una lejanía casi/imperial, indemne ante cualquier suceso, sobre/todo ante un suceso sentimental”.
La sensualidad está latente entre las más jóvenes, entonan cada una su canción cuyos sonidos resuenan en el despertar a la vida: “En las noches de tormenta, el rasgado corazón des/grana su sin sentido. Dream dream: es sólo el rumor/del viento contra las puertas dormidas, la copla del/sentimiento que se esfuma en la vigilia”
M. Yourcenar en Memorias de Adriano manifiesta que una parte de cada vida transcurre buscando las razones y las fuentes del ser; válidas son entonces las maneras de encontrar respuestas en el mundo mágico de Colombo, comprendemos que todos podemos pintar con pinceles delgadísimos como pestañas, caminos con árboles exóticos y al transitarlos estaremos creando algo más que un murmullo.
La familia china es una obra con una belleza que encandila, obliga a despertar como esas luces al amanecer en la ruta del cansancio.
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