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No. 55 / Diciembre 2012 - Enero 2013

 

Elvira Hernández
(Lebu, Arauco, 1951)



1.   Movilización general

Algo tendrá Atenas para ser el corazón del mundo
y que el Olimpeion se estremezca.
Pero Zeus ya no está ahí.
Una ausencia de dioses es la nueva
desde hace algunos siglos.
El hombre y la mujer viven su propio eje
la pequeña empresa de sus propias cuerdas.
Y el niño larvario espera
por su tonelada de suposiciones.

En este instante todo el orbe se mueve
es el gran puñado de elongaciones
y la gimnástica inicia otro reclutamiento
en esto que llamamos capcioso movimiento
     –  rima mediante –
de una multiplicidad de frentes.

No hay que presumir que los asuntos del mundo
están resueltos. Las piras las quemazones
y los incendios son apenas la espoleta de las fotos.
Es posible que nada tenga relación con nada
o todo tenga una secreta conexión.
Lo cierto es que cada cual renguea en pos de
su particular marca adobada por años.

El espíritu deportivo y festivalero
-       y no hay más semilla que esa –
lo tiene sembrado de records
sin que sepamos lo que significará esa cosecha.

Pero no le metamos ronzal a esta enorme
corriente de masas. Sería oponerse
a que la primavera precediera al verano.
Arrojémonos – como ése que se metió en la boca
del volcán – al primer plano de los carteles.
Y entremos a la coreografía de los Juegos
con gran alegría mundana.


2.  Escenario de paz  /  Escenario olímpico

Las palabras – dardos que salen de la boca
tras un blanco indefinido. Salen
en cantidades industriales
cuasi plagas de langostas.
Muchas de ellas vienen muertas
otras no nacidas.
¿La paz? La silueta que no se recorta
ante los ojos de sus observadores.

Estamos en el corredor del espectáculo.
Al frente es la franja de Gaza.


3. Oleasdas

A cada rato va llegando un atleta
una máquina de nadar
un monstruo deportivo.
Las salas de los aeropuertos
resisten las marejadas
los cuerpos fajados
soportan sus miradas de cronómetros
y que vapuleen los aviones
con su contorno de águilas explayadas.