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No. 55 / Diciembre 2012 - Enero 2013

 

Claudia Hernández de Valle-Arizpe
(Ciudad de México, 1963)



Plazas

I

Metros cuadrados, lo ignora.

Número de edificios públicos, lo ignora.

Museos, lo ignora.

Cambio de aspecto según la época,
…en las fotografías de algunos libros.

Celebraciones oficiales: la Revolución y
… no sabe.

¿Tragedias humanas?
Ese día de junio abrió el periódico y pensó:
como suele ocurrir, contaron mal a los muertos.
Veinte años después, al bajar de un auto
en la esquina de la plaza, el estómago le advierte:

aunque limpiaron su sangre,
                                                 andarás sobre muertos.

 Así como vociferan y callan, albergan y disuelven
las gloriosas, infames plazas
su crucigrama militar en el concreto,
también son, desde lo alto, un blanco fácil.

Ni círculo, ni elipsis, ni abanico;
sólo un cuadrado enorme,
esta plaza.

Número de visitantes al año, no sabe.

Inspirado en el mausoleo a otro líder,
la llevaron de niña a echarle un ojo a Lenin.

Horario para ver el cuerpo embalsamado,
de las 8 de la mañana a las 12 del día.


II

Vibra en la Plaza Mayor su templo,
el palacio del emperador,
el asta blanca.

Metros cuadrados, lo ignora.

Número de edificios públicos, lo ignora.

Museos, el de las Culturas, la Galería Nacional,
el patio, los murales de Palacio.

Cambio de aspecto según la época:
antes con árboles y montículos verdes,
ahora con tiendas de campaña.

Celebraciones oficiales: El Grito
y el desfile militar del día siguiente.

¿Protestas?
Marchas que allí desembocan en silencio
o a voz en cuello sus consignas.

De este lado no hay basura, ningún vendedor,
cuando mucho, en aquel flanco,
un hombre con su papalote
y dos turistas que lo rondan.
        Lejos, el mercado.
        Los restaurantes, lejos.
Vaga música a la distancia,
niños de uniforme, tranquilos transeúntes.

Del otro lado:
“Compro oro, plata, el reloj y las alhajas”
y entre niños que piden, mujeres que piden,
viejos que piden,
Madruga la ciudad su aire, su agua hedionda,
éter descalzo en las calles con la acidez del
xoconostle picado por insectos que
invade el alma de quienes viven a intemperie
congregados por la miseria, como si fuera normal la
oblea de su hambre en nuestra boca.

En ambos lados quema el sol
su pavimento los pies en la plaza sin sombra,
sin interior y sin árboles.

Nota: Dos poemas del libro México-Pekín,
que está por aparecer en la col. Práctica Mortal del Conaculta.