Waldo Rojas
(Concepción, Chile, 1944)
Malas artes
Ciencia del deseo, malas artes de la carne,
a un semejante conjuro se echa mano.
El virgen, el vivaz, el bello hoy día1 asciende a brazadas sofocantes
como crece el nivel de aguas espesas
al reencuentro con el borde a que se atienen,
y a ese paso ni lerdo ni apremiado
se estableciera el santo y seña de lo que deben ver los ojos.
Mentiras de la voluptuosidad:
ahora
contra el plano de esta cabeza de mujer,
semihundido rostro neutro en la almohada de años y años,
se acopla contra él
y desdibuja
el bosquejo de un rostro de mujer,
ansiosamente otra.
Malas artes, juego sucio del sexo.
A este lado de la verdad
A este lado de la Verdad
donde me quedo a ver si nazco,
el Río, símbolo de nada,
zanja el fluyente rencor
de las piedras y del cieno,
trenza el limo su lechosidad
en la que cuaja el verdor de la
alimaña,
y yo, que digo un límite
para todo lo que repta, corre o pasa,
sueño un sueño en el que nombro
a las cosas por su muerte
y muerdo aquello que se agita
cual el filamento del limo
en el agua destrenzada,
así de limpia, así de pulcra,
puesto que aves ahí mismo vuelan
sus distintos vuelos,
helechos aguardan repetir su clave
y es posible que peces sobrenaden
a la emboscada del copioso desove.
Cuando existe en este Lado
capaz de estertor o movimientos
se yergue, se entierra, se encrespa o reaparece
a despecho de cualquier fiereza
en tanto el aire, el virginal, el cauto,
en mi boca despereza su espasmo de guadaña.
A este lado de la verdad, verdor y landas,
descorro yo la gasa pálida,
contemplo el estupor de lo que veo
como desde adentro de una pulsante llaga,
o es que veo que me miran mientras digo
lo que hago y callo lo que muerdo,
y es por eso esta apostura vergonzante
y es por eso, además, que ahora pasa
a grandes voces como el cortejo de un ajusticiado
toda esta agua indigna de su solemnidad,
que sopla una brisa de inocencia abyecta,
que rompe el pétalo la luz que vivifica
y desde el fondo de esa linfa de putrefacciones
-símbolo de todo cuanto pasa-
muerde el hongo a traición su hueso algodonoso,
y tanta calma, tanta,
(Ahh, Realidad Espejeante)
que las palabras me van pesando
con la fuerza obtusa de un cerrojo
herrumbrado.
San Juan de Pirque, Chile, septiembre/octubre 1973.
De El Puente Oculto
1976 – 1980
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