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oscar-de-pablo.jpgDebiste haber contado otras historias
Óscar de Pablo, Conaculta/ Fondo Editorial Tierra Adentro,
México, 2006 

Por Claudia Morales Ramírez
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“He ahí la cosa”… que los cintillos en los libros nos recuerdan las mangas de fuerza de los trajes psiquiátricos; pero más que eso, son el atavío del veredicto, que nos dice que la calidad del libro, como el traje del rey embaucado, sólo puede ser vista por hijos legítimos; entonces, dan las siniestras ganas de ser bastardos y de que Óscar de Pablo (Premio Nacional de poesía joven Francisco Cervantes Vidal 2006) sea muy malo, para poder gritar que el rey está desnudo.  Por eso, hay que desatarle las manos al loco, tirar la camisa psiquiátrica muy lejos y leer retirados de los lánguidos brazos del cintillo.

Tal vez sólo así podamos tocar la poesía de Oscar de Pablo como él toca al mundo “con la piel despierta”  y  “cruzar así, sin pisar ningún cable,/ las ondas largas en las que el mundo fluye” porque su poesía es eso, un fluir de versos que se detienen frente a una ventana.

En Debiste haber contado otras historias se despliegan poemas que no sólo difieren en tema, sino en forma; confluyen, así, los versos contundentes y trágicos de “Una ventana abierta para Mumia”  porque “Una ventana es eso:/la simple decisión de no arrojarse afuera, cinco pisos abajo,/ si uno así lo quisiese”, junto a “Animal planet (te atrapa)”, poema que construye una visión caricaturesca de la realidad, en el que: “Ante el acoso de estos cazadores [los poetas]/ el gobierno local ha declarado/ a la palabra especie protegida,/ y en veda permanente”.

El toque irónico matiza así la poesía de Óscar de Pablo, es la tercera voz que no nos dice puntualmente el cómo sino el porqué de lo que se escribe; el poeta juega, como un buen loco, no sólo con lo que elige decir, sino también con la métrica y  forma de los versos. Pienso en “Encore” que incluye un “Manifiesto alejandrino con soneto inscrito”, o “Momento”  que es casi una  minificción en verso.

Sin embargo, algo más importante que el espíritu lúdico o tal vez una consecuencia de éste, es el acercamiento de Óscar de Pablo a la épica y la reconstrucción del castellano antiguo: “Non lloréys más, niña niña, /que con vos me llora el alma” en “Cantar de niña viuda”, poema que recuerda al mismo Francisco Cervantes en Cantando para nadie, al experimentar  con las los entramados mismos del poema: las palabras. 

Palabras que alcanzan a reflejar con nitidez la identidad de un poeta que se entiende a sí mismo primero como lector y logra establecer, pese a la brevedad del libro, un dialogo con sus lectores, quienes nos sentimos de alguna forma, que escapa a nuestro entendimiento, aludidos e integrados al espacio turbulento y vertiginoso de sentimientos inherentes a cualquier hombre critico de nuestra época. Sin embargo, los poemas rebasan su propia temática y ésta es casi un pretexto para mostrar la conciencia del ritmo, la musicalidad en los versos y al despliegue de imágenes que se incorporan a nuestro pensamiento, como ideas que pueden irse con nosotros, sin asustarnos, a la cama.

Óscar de Pablo logra así, con mucho éxito, que los poemas se desaten del cintillo con palabras que critican, sufren y  se burlan del presente y nos arrastran fuera de cualquier acto de rutina tan sólo para seducirnos.

 

 


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