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Altazor

Desde hace casi cien años, un mago recorre la poesía hispanoamericana, convirtiendo lo que toca en magia: el poeta ya sabe cómo hacer florecer a la rosa en el poema, para no tener que resignarse a sólo cantarla. Tal es la suerte y el destino que Vicente Huidobro-Altazor tiene en el canon poético latinoamericano. El padre del creacionismo introdujo la vanguardia poética a estas tierras, le dio carta de identidad a la irracionalidad poética, abrió la puerta a una nueva posibilidad de construcción metafórica de la realidad, destruyó la rigidez académica del verso para dejar todo el peso en el ritmo interno del poema. Todo esto, entro otras cosas, significa la poesía de Huidobro para las letras en español (incluyendo España), y ello aparece reflejado de manera integral en su monumental y mayor obra: Altazor, viaje en paracaídas en siete cantos.

No. 57 / Marzo 2013


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Altazor

 

raros-57a.jpg Desde hace casi cien años, un mago recorre la poesía hispanoamericana, convirtiendo lo que toca en magia: el poeta ya sabe cómo hacer florecer a la rosa en el poema, para no tener que resignarse a sólo cantarla. Tal es la suerte y el destino que Vicente Huidobro-Altazor tiene en el canon poético latinoamericano. El padre del creacionismo introdujo la vanguardia poética a estas tierras, le dio carta de identidad a la irracionalidad poética, abrió la puerta a una nueva posibilidad de construcción metafórica de la realidad, destruyó la rigidez académica del verso para dejar todo el peso en el ritmo interno del poema. Todo esto, entro otras cosas, significa la poesía de Huidobro para las letras en español (incluyendo España), y ello aparece reflejado de manera integral en su monumental y mayor obra: Altazor, viaje en paracaídas en siete cantos.

Desde sus primeras obras, Huidobro reflejaba ya ese espíritu nuevo propugnado por Apollinaire, bebido además en la fuente directa de la amistad entre el chileno y el francés. Su relación con la vanguardia europea (el propio Apollinaire, Marinetti, Tzara, Bretón, Picasso, Eluard) significó un proceso de aprendizaje que no quedó en la mera imitación de formas y elementos inéditos en poesía, sino que tales elementos fueron aprehendidos y trabajados para crear una realidad poética acorde a su lugar.

raros-57b.jpg Escrito a lo largo de doce años (1919-1931), Altazor viene a ser la culminación del proceso de aclimatación de las corrientes vanguardistas en América. En esta obra conviven Futurismo, Cubismo, Dadaísmo y Surralismo, acrisolados en el Creacionismo huidobriano. El viaje en paracaídas es una obra estructurada como una caída por las posibilidades del lenguaje, desde la enunciación referencial en el canto I (“Soy yo el que está hablando en este año de 1919/ Es el invierno/ Ya la Europa enterró a todos sus muertos”), pasando por la profundidad lírica del canto II (“Mujer, el mundo está amueblado por tus ojos” “Si tú murieras/ Las estrellas a pesar de sus lámpara encendida/ Perderían el camino/ ¿Qué sería del universo?”) Hasta la fragmentación total del lenguaje que termina en un no se que que queda balbuciendo del canto VII.

En medio del tránsito lírico de Altazor, Huidobro va adoptando posiciones y posturas frente a la tradición poética, hasta desaparecerla. La poesía, a partir de él, será otra cosa, o al menos eso piensa Huidobro. Y no le faltó razón. Se han hecho infinidad de tratados sobre su obra, se ha analizado desde todas las perspectivas posibles, y el texto aún tiene mucho qué ofrecer al lector y al crítico. La ruptura iniciada por Huidobro con Altazor sigue teniendo repercusiones en la historia literaria americana, además de sus muchos seguidores e imitadores. Tal vez no sea descabellado recurrir a la frase de Paz para definir la recepción de esta obra: la tradición de la ruptura ha sentado sus bases con la poesía del siglo XX.

 

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