titraros.jpg

Para una lectura del Infrarrealismo


Por Jorge Aguilera López

 


raros-59-01.jpgUnos cuantos movimientos literarios, en la historia de la poesía mexicana, han conseguido ensanchar los cauces de su tradición. Pero, cuando esto ha llegado a suceder, la reacción que suscitan hace justicia a la tercera ley de Newton: por cada fuerza que actúa sobre un cuerpo, éste realiza una fuerza de igual intensidad, pero en sentido contrario, sobre el cuerpo que la produjo. En otras palabras: todo movimiento cuyo empuje significó la transformación de las formas poéticas nacionales tuvo como reacción un feroz menosprecio que se empeñó en negar sus valores literarios, culturales o históricos. Es el caso del Estridentismo, el cual durante buena parte del siglo XX fue juzgado como una “ocurrencia” de jóvenes desorientados, y sólo durante los últimos treinta años, paulatinamente, ha recibido la atención que merece en tanto fenómeno poético trascendente para nuestra historia literaria, por más que aún pervivan voces que le niegan valores estéticos. Es también el caso del Poeticismo, el cual, fuera de aisladas revaloraciones críticas, permanece en la ignominia a que lo condenó Eduardo Lizalde. Y es también, más recientemente, el caso del Infrarrealismo.

No. 59 / Mayo 2013


titraros.jpg
 
Para una lectura del Infrarrealismo
Por Jorge Aguilera López
 

  La Poesía mexicana se divide en 2
La Poesía mexicana & el Infrarrealismo

Mario Santiago Papasquiaro


raros-59-01.jpgUnos cuantos movimientos literarios, en la historia de la poesía mexicana, han conseguido ensanchar los cauces de su tradición. Pero, cuando esto ha llegado a suceder, la reacción que suscitan hace justicia a la tercera ley de Newton: por cada fuerza que actúa sobre un cuerpo, éste realiza una fuerza de igual intensidad, pero en sentido contrario, sobre el cuerpo que la produjo. En otras palabras: todo movimiento cuyo empuje significó la transformación de las formas poéticas nacionales tuvo como reacción un feroz menosprecio que se empeñó en negar sus valores literarios, culturales o históricos. Es el caso del Estridentismo, el cual durante buena parte del siglo XX fue juzgado como una “ocurrencia” de jóvenes desorientados, y sólo durante los últimos treinta años, paulatinamente, ha recibido la atención que merece en tanto fenómeno poético trascendente para nuestra historia literaria, por más que aún pervivan voces que le niegan valores estéticos. Es también el caso del Poeticismo, el cual, fuera de aisladas revaloraciones críticas, permanece en la ignominia a que lo condenó Eduardo Lizalde.Y es también, más recientemente, el caso del Infrarrealismo.

La historia de los “infras” es ya conocida, aunque dicho conocimiento provenga más de la imaginación de Roberto Bolaño que de algún estudio serio sobre este movimiento. El auge que en la actualidad existe por hablar del Infrarrealismo tiene como principal inspiración la curiosidad por saber quiénes son los realviceralistas, nombre bajo el cual los transfiguró el autor de Los detectives salvajes, pero, sobre todo, saber más acerca de Ulises Lima y Arturo Belano, los protagonistas de dicha obra cuyo correlato real son Mario Santiago y el propio Bolaño. Por desgracia, el innegable valor de la narrativa del chileno ha terminado por prejuiciar la interpretación contemporánea del movimiento, al hacer de ellos, en la novela,  un grupo de “poetas que no escribían poesía”, “terroristas culturales”, cuya mayor ambición ¿literaria? Era “darle en su madre a Octavio Paz”. Pero, como siempre ocurre en estos casos, la culpa no es del indio…

Resulta lamentable la cantidad de lugares comunes que se repiten en los últimos tiempos acerca del Infrarrealismo. Desde los extremos, lo mismo se habla de ellos como una pandilla de salvajes cuya impertinencia pública los llevaba a sabotear eventos literarios –lecturas de poesía de Octavio Paz y sus discípulos, principalmente–, que como un grupo de mártires de la resistencia contra la tiranía cultural ejercida por el centralismo y la oficialidad burocrática de nuestra República de las Letras, sea lo que eso signifique. La realidad es que ninguno de esas posturas, por más elementos que posea para comprobar sus dichos, puede sostenerse como juicio crítico serio. Lo que los infras necesitan no son detractores ni defensores, sino lectores.

raros-59-02.jpgPoco a poco, el medio poético mexicano se ha visto obligado a volver la vista sobre este movimiento, y la publicación en los últimos años de dos libros de su poeta principal, Mario Santiago, son, más que un reconocimiento a su obra, el síntoma de que al Infrarrealismo aún no se le ha leído como merece. Y no me refiero ahora a la historia del movimiento, la cual, más allá de la novela de Bolaño, ha venido siendo contada lo mismo por sus protagonistas (“Entrevista a Marco Lara Klahr sobre el Infrarrealismo” por Iván Cruz Osorio: http://vientoenvela.blogspot.mx/2007/04/entrevista-marco-lara-klahr-sobre-el.html) que por críticos universitarios como Eva Castañeda (“El infrarrealismo, subversión como propuesta estética”:http://www.caratula.net/ediciones/38/critica-ecastanedab.php) o Hiram Barrios (“Visitando al infrarrealismo”:http://blog.cuadrivio.net/2013/02/06/visitando-al-infrarrealismo/). Me refiero a la lectura que aún nos falta por hacer de autores como Cuauhtémoc Méndez, Ramón Méndez o Rubén Medina, tres poetas que han permanecido a la sombra de Mario Santiago Papasquiaro, nombre que ha concentrado todas las arengas reivindicativas y denostadoras lanzadas al movimiento.

Por fortuna, la obra poética de los infrasexiste, aunque la ceguera o la mala leche de la crítica contemporánea se empeñe en negarlo (http://www.eluniversal.com.mx/cultura/71447.html). En los tiempos contemporáneos, los materiales circulan en internet lo mismo a través de antologías autogestionadas (http://www.infrarrealismo.com/) queen revistas digitales en CD (http://nomedites.blogspot.mx/2008/01/nomedites-ocho.html) o en línea (http://www.elcoloquiodelosperros.net/numeroinfra/infindice.htm). El primer paso para hablar de un fenómeno literario cualquiera es conocerlo, y estas fuentes mínimas pueden ser el inicio para cualquier lector serio interesado en trascender el halo de leyenda urbana que rodea a este movimiento. El valor literario de su poesía, estoy convencido, hay que buscarlo en los poemas, no en la vida de los autores, no en las novelas que los crean como personajes, no en los gritos y sombrerazos que, de Yépez a Fabre, o de Mario Raúl Guzmán a Héctor Zendejas, buscan reinventar una historia personal e interesada del Infrarrealismo.