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No. 60 / Junio-julio 2013




Neus Aguado

(Argentina 1955; vive en Cataluña)


Trasnoches


Escena una


Alguien de nombre religioso llegó para distraerme
desde los escaparates de esa vida cotidiana que no entiendo
me guiñaba los ojos y me invitaba a especular con el deseo
podría haber tenido nombre de vaquero, de hecho servía
para las dos funciones, la del lejano oeste y la del cercano centro
ese nombre camuflado en días ganados y perdidos a la vida
ese rostro que invitaba a cumplir con deseos olvidados
y en mi cautela recordé que habíamos sujetado nuestras manos
para que no se escapasen tierra adentro hacía ya demasiados años,
como de casi todo, y volví a sentir la necesidad absurda de saber
en qué extraños cometidos se habían perdido sus manos y las mías
y apareció por todas partes su gesto y su palabra y su mirada
y la energía que había depositado en mis manos para siempre.

Escena dos

Estragos en su rostro y en el mío nos acercan
aunque nadie lo pueda entender
esas señales suaves como mariposas de corta vida
son invitación intacta a lo abandonado sin probar
su rostro ofrecido al mundo entero conserva su intimidad
esa intimidad que se convierte en tacto deseado una vez más
y pienso se habrá acordado alguna vez de ese momento
ganado a los escenarios y a las cámaras, al maquillaje de la ficción,
se habrá acordado un solo día antes de olvidarlo
y me pregunto: ¿a todo el mundo le habrá sujetado la mano
como una invitación infinita a la iniciación de los misterios?


Escena tres

Debo susurrarle que no diga que es feliz
pues la envidia divina es aún más peligrosa que la humana:
Miente, miente una vez más, o quizás estés mintiendo
y la tristeza te cerca como una danza con sus siete velos
con sus ajorcas multicolores, y el tintineo de la falsa alegría.
Por una vez quisiera rescatar la fuerza de la sangre calcinada
y acompañarte un tramo por los bosques de los corzos
como si no supiera nada de ti, nada sé, descubrir tu huella
en las anfractuosidades del destino, descubrir tu esencia
en las cavidades de tu cuerpo potente y sabio, casi tímido.
Y tras las veladuras tal vez llegue a alcanzar el manantial.


Escena cuatro

Encontrarte lo sé, te encontraré, es fácil y es la muerte
sin buscarte o buscándote, es difícil y es la suerte
y fuera de distancias y de rimas saberte lejos cerca
como un personaje sin espacios y sin voces.
Resumir el misterio en una frase no es sencillo
y el silencio y la prudencia y los escollos pintarán de luz
los colores del final o del principio o la lluvia del mañana.
O tal vez se vuelva humo el enigma que labra mi decir
y no pueda abarcar tu ancho mar ni tu río ni laguna
y me hunda sin fin en tu marina, sin rescatar el tiempo
de la propia herida que me acerca a ti como un faro sin medida
desajustado para poder decir el papel sin necesidad de apuntador.