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No. 63/ Octubre 2013



Antonio Calera-Grobet

(Ciudad de México, 1973)


La pleca, la plica y la ploka hacen las veces de Fito Macay

La pleca, la plica y la polka hacen las veces de Fito Macay, y yo no sé nada de ello.
La pleca, la plica y la polka hacen las veces de Fito Macay, y se meten por sus hoyos,
y le hacen sentir muy mal, y yo no sé nada de ello pero me encanta.
Daría mi vida por ello, mi vida por la suya,
quiero decir las vidas de la pleca, de la plica y la polka,
mis perras mal avenidas, porque hay que decir que las amo con toda mi alma.
La pleca, la plica y la polka hacen las veces de Fito Macay,
y yo no sé ni si quiera quién es ese tal Macay.
Aunque algunos me dicen que Macay soy yo y que ellas,
vestidas de falda por el mercado, bellas peinadas con sus peinetas de carey por el
    mercado,
van diciendo a  todo el mundo que son mías y sólo de mí, mis parcas, mis lindas
mujeres imaginarias.
Y yo no sé de esto, de verdad, o sé muy poco.
Sé que las veo de vez en cuando y cuando eso pasa las mimo melosamente,
y ellas me hacen escribir aunque me duelan y me tiren de piedras,
y me saquen de mis casillas las pocas noches que ultrajamos, repito, esas perras, 
pero ellas también (y yo no miento), vaya que me hacen sentir el mundo a mi
    alrededor, esos días de fiesta,
y me despiertan a la vida con su aliento de sangre, y me revientan, y yo debo decir
    que eso me hace verdaderamente feliz.  
Entonces me levantó, me doy un baño de agua fría y me pongo mis camisas,
más o menos planchadas, más o menos roídas, y me siento a la máquina, 
y les dedico mis cosas, me refiero a la pleca, a la plica y a la polca, mis musas
    parcas,
a las que quiero tanto y ellas al parecer un tanto a mí. Hasta ahí.
Pero juro, que si un día veo al tipo ese, ese tal Macay, un tío como yo, casi sin pelo, 
un tipo bajo de estatura como yo, en todos los sentidos, creo,
tipo común y tan corriente como yo, ese Macay,
le quitaré la cara de un tajo al infeliz, por quererse poner también, en esto de
    escribir.  




Como por arte de magia

A veces me da la impresión, que dentro de nuestra cabeza giradora,
tenemos no una maraña de pelos grises como los que se quedan en las lavadoras,
sino un bello  gato encerrado, una liebre grande agazapada,
en espera del momento de saltar.
Que por un arte de magia podríamos sacar de ese huevo oscuro que es nuestra
    sesera,
una flor maravillosa, luminosa,
que nos recuerde somos un espíritu grande, de armas tomar,
de cáliz, de lumbre tomar,
de miles de electrones dando trabajo tomar:
fornidos guerreros como árboles viejos, listos para saltar.
Eso es, amigos, lo que me da a veces la impresión
Lo que a veces pienso cuando platicamos sobre la mesa
y los siento tristes, cabizbajos, vulnerables, enrarecidos,
lo que siento aún sabiendo que tienen el buche repleto de sangre
el pecho a punto de reventar.
Eso es lo que siento de verdad aunque sé que tal vez,
dentro de esa cabeza giradora nuestra
sesera del demonio a veces, vencida como tejas,
pudiera no haber ningún pensamiento para saltar a algún lado,
ninguna resurrección del león, ningún salto del tigre alado,
sólo un hueco negro, la pura oquedad,
un hoyo copado de agua triste,
quizá con un poco de sal.