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 Una introducción a Octavio Paz
Alberto Ruy Sánchez
Fondo de Cultura Económica,
México, 2014.

Por Jeremías Marquines
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No. 68 / Abril 2014


 
La poesía de Octavio Paz, como la de cualquier gran poeta que se precie, sólo se necesita a sí misma, como creación fascinante debe ser lectura obligada para las nuevas y no tan nuevas generaciones, la poesía de los poetas es la edificante, la que conmueve, la que transforma, pero no así los biografismos producto del panegirismo y el comercio literario, que a manera de “la vida de los santos”, pretenden hacer de la contradictoria y accidentada humanidad de un poeta un mito viviente, por encima de su propia poesía.

Más allá de supuestos protagonismos históricos, la figura de Octavio Paz puede verse de dos simples maneras: como el poeta de una obra vasta y poco leída por el “gran público”, y como el divulgador cultural que fue, a través de acuciosos ensayos que ahora tampoco parecen ser muy leídos, pues según un estudio de opinión del Gabinete de Comunicación Estratégica (GCE), de 2013, en el terreno literario “los mexicanos leen 2.8 libros por año, donde domina la novela, pero en el cual la obra más leída es la Biblia”. Un ejercicio interesante de análisis de opinión pública, ahora que se están celebrando los cien años de su natalicio, sería conocer qué tanto es leída su obra en nuestro país, y también, ya de paso, la de otros poetas. Quizá el resultado arroje que Paz es el más conocido de los poetas mexicanos pero, quizá también, el menos leído en comparación a Sabines, Chumacero, Pellicer o Bonifaz, por decir algo.

¿Hay necesidad de hacer de Paz un mito de la poesía en México? Tal parece que no. Sin embargo, los años antes y después de su muerte, sus “amigos y aliados”, como el mismo les nombró, se han ocupado de forma obsesiva en construir, casi de manera matemática, una imagen del poeta de doble plano: el plano de lo común y el de lo extraordinario. El plano de lo común, recae en el ámbito personal, muy adaptado y retocado, donde se testimonian una serie muy escogida de vicisitudes terrenas, constantemente alteradas. El otro plano corresponde a lo extraordinario: la del hombre que “todo lo que experimenta es una señal codificada que impulsa su propio crecimiento, su ascensión hacia la madurez de la obra y el poeta”, (Pág.73, de Una introducción a Octavio Paz, Alberto Ruy Sánchez). Es el registro de su personalidad colectiva, la del “hombre público”, “el intelectual que era”: “el poeta apasionado, activo, beligerante, lleno de experiencias fundamentales y de la cultura que había absorbido y vivido…” (Pág. 87, ídem).

La “escrupulosa obsesión” de Octavio Paz por la perfección no se limitó solo a su poesía: la insistente necesidad de reinventarse, cada vez “más perfecto”, alcanzó también a su biografía. “Escribir es inventarse, y al inventarse, descubrirse. Escribir es recobrarse”, nos dice en el texto “Preliminar” de su “Obra Poética I”, pág. 17.  ¿Por qué tendría Paz qué cuadrar su biografía? Al respecto, Armando González Torres, en un ensayo titulado “Octavio Paz: La ausencia beligerante. El peso del patriarca”, escribe: “Paz estaba muy consciente de su papel estelar en la tradición literaria moderna y sabía que sus actitudes y expresiones tendrían una resonancia en la posteridad.  Por eso, el interés personal en la construcción de su figura pública y la obsesión por resaltar la congruencia y continuidad de su obra y actitudes, por establecer su lugar en el panteón literario moderno y, en fin, por configurar al personaje, independiente y libertario, que, con más cabalidad, encarnó a partir de los años setenta”.

De lo afirmado en este párrafo por González Torres, se acentúa, desde el mismo subtítulo con el que designa su trabajo, el tono manifiestamente exaltado y extraordinario: “El peso del patriarca”.  En lo escrito por este ensayista clarea, sin ninguna duda, la intención de elevar a Paz a un nivel más allá de lo simple humano, la inflexión de la voz es casi del orden teológico, pues para González Torres, el poeta de ¿Águila o sol? no es un simple individuo sino un verdadero praedestinatio. Predestinado es el adjetivo que se le aplica a aquel cuyo destino ya está escrito. De esta forma, se entiende que la persona predestinada tiene su final definido desde el momento de su nacimiento por obra de una divinidad o de algún tipo de fuerza mayor. González Torres ve pues, en Paz, a un ser con un destino establecido, como los santos o los héroes míticos pero que, además, él ya conoce y que sólo debe cumplir: “sabía que sus actitudes y expresiones tendrían una resonancia en la posteridad. Por eso, el interés personal en la construcción de su figura pública…”. 

Textos como el de González Torres donde se exaltan desmedidamente las tipologías de Octavio Paz como representación objetivada de un epos, abundan entre sus apóstoles que se afanan por instaurar a nivel social una imagen mítica del poeta a partir de un elaborado guión biobibliográfico establecido y supervisado en vida por el propio Paz, pero transubstanciado a una narración de orden mitológico, donde además abunda la desmesura: “Conozco pocos  casos, en un medio cultural que se pretende riguroso, donde se hayan producido comentarios tan serviles como en el caso de Paz”, dice  Jorge Aguilar Mora,  en la introducción a La divina pareja, Historia y mito en Octavio Paz, México, Era, 1978.


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