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resena-diario.jpgDiario de la plaza
y otros desvíos

Marta Ortiz
Ediciones El Mono
Armado
Buenos Aires, 2009

 
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No. 73 / Octubre 2014



No porque no pueda salir de mi casa


hundirme dócil en la vida diaria
al fin y al cabo es vida conocida.
No porque más allá del umbral
no encuentre el mar azul
sino mareas de herrumbre
o porque no quiera abandonar mi depósito de libros
este mundo de objetos entrañables
crecidos entre mis papeles y yo:
fotografías, cajitas de hojalata:
esa de pastillas
Violet de Flavigny
o la de té:
Alice’s adventures in wonderland, según Tenniel
en las caras laterales;
o la caja de cartón acanalado donde guardo pétalos
y hojas de roble y otros árboles
que enrojecen los otoños.
Por ninguno de esos motivos
es que no me ausento de mi casa
ni siquiera
por las páginas que leo:
Celan y Chéjov
poemas y cuentos:
“Vania”, por ejemplo.
No por tan antiguo vasallaje
sostengo mi domesticidad,

no salgo por otra razón:
afuera está oscuro
garúa, hace frío.




Cuento de invierno I

a las Madres de los jueves (Plaza 25 de Mayo, Rosario)

El hombre de overol azul
rastrilla hojas caídas,
picotearon de ocres
veredas y macizos. Algunas
resisten el viento
solapadas en los plátanos.

El grupo de madres
aísla su dolor en los pañales
que cubren sus cabezas
resisten
la ronda recortada en el papel de la tarde;
descose palomas,
su flaco envoltorio de cenizas.

El hombre de overol azul
recoge la última hojarasca.
Estancada, la fuente gotea pátinas
y yo leo esmeraldas
al pie de la ninfa.

Los focos de alumbrado bajan estrellas,
entibian.




Gestos

a mi padre

Hace tiempo
(palimpsestos de óxido y musgo)
mi padre
modelaba para mí
los gestos que hoy repito

como tostar el pan
como dejar caer todo el cielo en la mirada.




Oráculo

…el recuerdo es el pliegue y el olvido la urdimbre.
Walter Benjamin


                                 I

Esa mujer trenzaba un rodete en la curva de la nuca.

Un suburbio de agua,
su retrato
abruma mi ciudad de olvido.
La mirada aguda interpela el vacío.

Hubo glicinas
tardes de mimbre
sombrillitas chinas
muñecas Marilú,

las voces niñas de las otras nietas
desenterraban
el único hueso escamoteado para mí:
el mito,
silencio de camafeo.


                                 II

No la abuela que no conocí,
la que bebió del cactus en el desierto
el agua
la que pisó corajuda el fortín
a contramarea de la patria
vulnerada y venerada
en mi ciudad de amnesia.

No la que murió
loca de vieja y asmática
en el confín,
del que un día
no bajó más
altillo des-aireado
solo fatiga y asfixia.

Para que se cumpliera
cada línea y entrelínea,
el oráculo
al pie de mi cuna cifrado:
su mirada nunca encendería la mía.

Solo puentes.
Voces tendidas en el tiempo.




Aracne

Aracne, la de diestros dedos
trenza tres cuerdas
         -hebras-
de un arpa inescrutable
         -negra-
como el pelo que enhebra.

La cabeza
inclinada a su sombra
añade a la otra sombra
en la xilografía,
presagios de telarañas
sobre matas de liliáceas.

Pero el silencio cruje
súbito elide la magia
olvida el sobresalto
de trenzas segregadas
          sacude
la profusa mata entretejida.

Ahora ella trenza
      -arriesga-
sueños          partituras
           poemas.

 
 

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