No. 81 / Julio-agosto 2015 |
Supercuerdas Para Jorge Drexler, quien inventó la forma. Los físicos de estos días postulan diez dimensiones y así aflojan las tensiones entre dos de sus teorías. Supercuerdas, armonías que entretejen un modelo para solaz y consuelo de quienes oyen las notas. Son las guitarras remotas de algún mundo paralelo. Todo es posible en canciones: amor, muerte, fuego, hielo. En la crin del violoncelo, ilusión, desilusiones. Tomar otras decisiones, convertir nuestras derrotas en un vuelo de gaviotas sobre planicies vacías. Hacer verdad fantasías. Darte cuenta de que flotas. ¿Y si al levantar el velo no hubiera tierras ignotas sino solo un par de gotas resbalando sobre el suelo? Figuración, terciopelo que recubre las sombrías realidades: si te fías de tus mansas sensaciones, serás tú quien te traiciones, señor de las simetrías. ¿Te percatas de que agotas todas las alegorías? Tus palabras son las mías, las mías, tuyas, ¿lo notas? Esta unidad de que brotas se disgrega en dos ficciones: en una tú me supones, en la otra yo te novelo. Yo, físico paralelo, postulando dimensiones. Soneto en Invierno El cielo está soñando que se cae. Los pinos encanecen en silencio. El gato se refugia del invierno junto a tus pies rendidos. No, no sabe (cómo lo va a saber, no habita el tiempo) que escribes el pasado, que las hojas que van cayendo al suelo son memoria. Maúlla. El gato vive en el momento. El cielo está soñando que se cae, piensas, los pinos encanecen, todo converge al infinito, a la hoja en blanco. ¿Para qué procurar lo perdurable? Y sigues escribiendo pese al gato, quien no comprende que eres el otoño. La Villanela del villano En toda villanela hay un villano que se repite demasiadas veces y cuando no lo ves te mete mano. Procuras evadirlo, vas al grano, y a punto de llegar, desapareces: en toda villanela hay un villano. Pretende aconsejarte cual Cyrano (lo suyo no es amor sino dobleces) y cuando no lo ves te mete mano. Pero tú te repones con desgano y afirmas la mentira que mereces: en toda villanela hay un villano que guiña en el espejo: el artesano, y tú, lector querido, lo apeteces, y –¡cuándo no! ¿lo ves?– te mete mano. Mas no sabes mentir: tarde o temprano resurge la verdad y tú enfureces. En toda villanela hay un villano y cuando no lo ves te mete mano. Delirio Mano suave, medusa, remolino. Pelícano tijera la rastrea. Éxodo perezoso, serpentino. Persecución sensual y sigmoidea. Tus dedos en mi pelo, sueño leve. Mis codos, tus caderas, breves roces. Rodilla entre rodillas—ni se mueve, para evitar así que la alboroces. Soplos a ras de oreja, tus caricias. Silencio sepulcral salón adentro. Pestañas y miradas subrepticias. Yo pierdo la razón, me desconcentro. Ay, despierto soñando si pudiera reciprocar todo esto, peluquera. |
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