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portada-hasta.jpgHasta aquí
Hernán Bravo Varela,
Almadía,
Oaxaca, 2014.
 

Por Alfonso Domínguez
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No. 83 / Octubre 2015


Desde muy joven, Hernán Bravo Varela (Ciudad de México, 1979) ha estado inscrito en el circuito literario como crítico, traductor, ensayista y poeta. Esta última faceta es la que hoy nos interesa, pues en el segundo semestre de 2014 salió a la venta el libro Hasta aquí, editado por Almadía, donde el autor muestra una escritura y un estilo que no se le conocían.

Ahora los poemas de Bravo Varela se leen más ligeros. Hay poco o nada de versos enigmáticos y de juegos verbales que espesen la lectura, mucho menos verdades trascendentales. Esto es lo que hay: recuerdos de la infancia, de viajes al extranjero, de amores pasados; todo esto narrado con un tono prosaico (este adjetivo ya no tiene una connotación negativa, ¿verdad?), sin pretensiones y, por ende, sutil. 

Hasta aquí está dividido en cinco partes, con un “antes” y un “después” que pueden leerse como una nueva poética que enmarca los otros poemas:
 

                           Y el estómago
se hizo más sucinto; el lenguaje, económico;
           […] Y el obeso ganó
seguridad, perdió retórica […]

           “¿Por qué persigues
la claridad que no has tenido
con tu cuerpo? Míralo turbio
y ondulante en el agua”

 

La nueva, pero no novedosa, poética en Hasta aquí parece surgir de un deseo de enunciar una cotidianidad trastocada por la ficción o por el simple hecho de no saber qué es lo verdadero y lo falso en cada poema (y qué importa ya esto). Lo anterior es solo un síntoma de que la poesía mexicana contemporánea cada vez está más influida por la poesía norteamericana del siglo XX, que tiene como una de sus características principales la narración de hechos cotidianos. Piénsese en William Carlos Williams y la escuela de Nueva York, etcétera.

Por otro lado, Hasta aquí cuenta con notas aclaratorias al final. Éstas son, en su mayoría, dedicatorias y explicaciones sobre el origen de tal o cual texto. Por ejemplo, la nota del poema “(De acuerdo con Google)” explica que Hernán entró a una página de internet, tecleó su nombre y acomodó los resultados a su gusto. En este caso, más que enriquecerlo, la nota parece empobrecer el poema, ya que sugiere pautas de lectura que descartan otras posibles interpretaciones. Y así puede decirse de varios más como “(El que se lo quite, va a perder)” o “Grenzgebiet”; los poemas más plausibles serían los que carecen de aclaraciones.

Pero, ¿de dónde sale el hasta aquí? Estas palabras las encontramos en “(Tú me dices)”, donde M. dice “hasta aquí” al yo lírico, insinuando una ruptura: lo que era y ya no es. Y también las localizamos, aunque con otro sentido, en “Una lectura de manos”, en Realidad & Deseo producciones (Bonobos, 2012):

 

–Si la mano lo sabe,
¿cuánto tiempo?
¿Dónde dice “hasta aquí”?
¿Cuál es el signo
y ascendente
de mi alma gemela,
salida del andén,
descarrilándose?

 

Así que, desde antes de 2012, podríamos suponer que estaba gestándose esta última entrega como un punto y aparte, como un “ya no más”, en la obra de Bravo Varela. Entonces el epígrafe de Tony Hoagland toma relevancia: “Estas historias del ser, y el poema lo hace evidente, son un recurso agotado”. Había que ponerle un alto a estas historias tan desgastadas, había que darles la vuelta, había que verlas desde otro lado, y eso es lo que intentó hacer el autor en este libro.

Aunque ya se ha elogiado Hasta aquí en otras publicaciones, será el tiempo quien diga si en verdad eran necesarias tantas flores para Hernán Bravo Varela. Quizás antes su poesía no estaba en forma y ahora está perdiendo peso, ganando agilidad, pareciendo más grácil.

 

 


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