...................................................................

portada-rio.jpgOtro río que pasa
Comp. Jorge Fondebrider
Bajo La Luna,
Buenos Aires, 2010.
 

Por Diego Ibáñez
.....................................................................

No. 83 / Octubre 2015


Una antología: un breve recorrido por… la obra de X poeta, de Y generación, de Z tradición; en este caso, un siglo de poesía argentina. Una antología a veces se presenta como un estricto itinerario que pretende marcar los monumentos que uno debe visitar, otras veces es un paseo más libre, un andar por esos monumentos y por algunos rincones olvidados; un auténtico viaje, como se concibe actualmente en oposición al turismo. Vista de este modo, la antología es también cartografía.

No hay nada más falible que el misterio
del hombre que ha pintado un planisferio

Así leemos en el poema “Azul de mapa” de Horacio Rega Molina, poeta cuyo nombre puede no hacer mucho eco, pero que aparece un par de veces en Otro río que pasa, donde no es uno, sino diez los poetas que buscan trazar este planisferio de un siglo de poesía argentina, que va de la década de 1910 a la del 2000. Una década por poeta, diez poemas por década; por lo que el libro resulta una conjunción de muchas voces: los poetas compiladores y los poetas compilados.

El resultado es una antología que se declara rápidamente más subjetiva que cualquier otra,
        pero no por ello menos valiosa.

Menciona Jorge Fondebrider en el prólogo. Así, la experiencia de Otro río que pasa es comparable a un viaje donde algunos locales nos llevan a explorar esos rincones que les resultan más familiares o más significativos, en lugar de mostrar únicamente los mismos lugares de siempre. El lector de esta antología descubre una selección vasta, diversa y hasta disonante. Por un lado las grandes figuras: Borges, Girondo, Pizarnik, que atraviesan buena parte de las décadas de este siglo de poesía:

A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires:
la juzgo tan eterna como el agua y el aire.

Los célebres versos de Borges ciertamente no escasean en la antología, pero al igual que éstos encontramos otros poemas clave que también tienen algo de fundacionales. Sin embargo, al su lado conviven algunos menos conocidos, cuya presencia en una antología resulta grata. En la introducción a la última década del libro, Mirta Rosenberg confiesa:

Siempre me atrajo la figura del poeta menor o raro, personal, la voz privada que insiste en existir…

Al igual que Rosenberg, antes de  la selección de cada década, los poetas compiladores, más que justificar, narran su experiencia con los poemas que eligieron. Esto genera una atmósfera de intimidad y hace patente el vínculo entre los compiladores y sus elecciones. Gracias a este vínculo, las voces particulares de poetas “raros” tienen cabida en una selección cuyo tema es tan amplio. Entre estos versos “raros” o que parecen hablar desde los márgenes de la poesía, se encuentra “La Caída” de Beatriz Vignoli:

Soy, del ángulo recto
solamente los lados
Ignoro el arte monumental del sesgo,
esa torsión ornamental del héroe
que hace que su caer luzca como un salto.

Asistimos a un poema que se presenta como los lados, nunca el vértice o el centro, de ese ángulo recto, un poema que proclama ser “solamente” una marginalidad dentro de la poesía, que se proclama contra lo monumental y lo ornamental y que, de esta forma, contrasta con algunos de los grandes poetas 'consagrados' con los que convive. Esta mezcla de voces crea un recorrido polifónico, distinto, de la poesía argentina del último siglo.

¿Qué diferencia hay, al fin y al cabo
entre un puerto y otro puerto
y aún entre un puerto y un naufragio?

Leemos en el poema “Viaje” de José Luis Lanuza. El viaje en este Otro río que pasa nos lleva por los puertos principales de la poesía argentina y también rescata algunos poemas del fondo del agua, de esa especie de naufragio de polvo y hojas injustamente olvidadas. Por lo que la selección, que disfruta de andar a la deriva, reconoce las limitaciones de toda obra de este tipo y tiene en el reconocimiento de la subjetividad de los compiladores, una de sus mayores virtudes.  


Leer poemas...