No. 89 / Mayo 2016



Detox


Sobre
ciertas poéticas en boga
 

Por Rocío Cerón




Mutaciones, simulaciones en pantalla, registros. La computadora es el mapa, herramienta-telescopio que permite observar escenarios reales, físicos o geografías. Elemento del comienzo del archivo. Y desde ahí, una escritura que deriva entre lo analógico y lo icónico de un mundo material. La nota de un periódico de un lugar distante, el nombre de una actriz de roles secundarios, animales extintos, todo mezclado en una simulación, en prácticas de vuelo, de mirada aérea, para comenzar un texto: el poema entonces como el sujetador de todas las corrientes de aire, de todas las suposiciones de la nota roja, del obturador que permite tomar el movimiento de un hecho. Fotografía borrosa, calculadamente borrosa. En la coctelera cabe el universo entero. Click.

Toma de marcianos en un mundo lejano, galaxias que abren aún más la caja de Pandora. Humor, algunas veces, no premeditado. Arriesgarse a la escritura, arriesgarse e enunciarlo todo, desde todos los ángulos posibles. No importa si suena a canción de cuna, a melodía pegajosa de los cincuenta, a tonada ochentera. Cada oído, como cada mirada, una posibilidad. Y la pantalla, y el playlist de moda entre los dedos, escurriéndose entre las teclas de la computadora. Flash.

Usar luces, fluorescentes, de neón, cáusticas y reveladoras (enervadoras también) para encontrar/hallar/reproducir/intentar llegar al “hallazgo poético”.

La revelación se rebela. Demasiada luz artificial, demasiados artificios. Animales marinos, felinos, cuerpos con cáncer (mamario, de vesícula, de pulmón, de la sangre) entre escenarios donde una mano blanca enguantada da acceso (click, click, click) a escenarios donde las cuadrículas construyen nuevos cuerpos y avatares. Geografías que reponen los viajes originales de Darwin (que más tarde se encontrará en un poema donde jugará una partida de ajedrez con Dios); luciérnagas verbales, ríos de lava donde nadan los adjetivos de un poema hiper fugado de los asteroides que cayeron a tierra hace seis mil años. Blakout.

Observaciones desde el concepto (lo utilitario del arte contemporáneo en otras artes diría Theodora Blüht), conceptualizaciones de lo digital para hacer(nos) memoria. Modos de simulación para operar, para crear “nuevos” campos simbólicos. Fragilización de lo inmutable. El manuscrito, sus notas, su huellas, son desechadas, cabe ahora la verdad de lo puesto en escena en la pantalla, y con ello todo lo que llega desde la pantalla. Camuflajes, simulaciones. Visor que gira a velocidades donde lo que se registra es más la posibilidad de lo percibido que la percepción real. Cuerpo etérico entre flujos de información. Operaciones y reproducciones del original, sucediéndose uno tras otro en una suerte de plagio colectivo, de fraseos con notas familiares y hoja calca tras hoja calca donde el autor pareciera ser uno solo, mismo cuerpo con miles de cabezas-teclados. Se emblematiza el objeto en su forma diagramada no en su porción de forma, fondo, de entidad de gravedades, con peso, en relación con el espacio-tiempo. Se obedece a ciertos patrones en boga y se deshecha la experiencia del cuerpo en la vida. Forward.

Los indicadores hablan de materiales calcados, escaneados, manipulados para no parecerse al original, vuelven a calcarse, intervenirse, escanearse. Proliferación de simulaciones que absorben los efluvios de la pantalla. Y ante la radiación y los emoticones y los choques galácticos y el lago Retba, ¿dónde quedó el poema?
Gameover.



Video: Gameover