No. 90 / Junio 2016



Fervores de Parentalia ediciones
Miguel Ángel de la Calleja


Merodeamos la poesía mexicana en la colección Fervores de Parentalia ediciones con la seductora imperfección de los impares. Parciales son los fines de la colección que casi, inmediatamente, se fuga: hasta el día de hoy –junio de 2016– la colección está compuesta por 31 plaquettes –desproporción numérica para quienes gustan de las simetrías– que permite continuar un encadenamiento lírico sin fin; la apuesta es insistir en la publicación de las plaquettes siempre con el objetivo del número impar, porque siempre algo faltará por mostrar de la lírica contemporánea, la colección Fervores continuará con la publicación de los otros: la siguiente poesía, poemas, la línea poética y los demás autores: cinta de Möbius de la poesía mexicana, haz de una contemporaneidad sin discriminación de edades y envés de una lírica que sólo se sostiene por la profundidad del surco y la solidaridad del regreso.

De “un son del corazón” nació Parentalia ediciones un dieciséis de diciembre de 2009, por la tarde. No nos referimos a la sucesión de sonidos que pueden provocar un ritmo que está más próximo a una velocidad: qué tan lento o qué tan rápido late (en una definición llena de adrenalina moderna) el verso –surco en el lenguaje con constante retorno– sino a cómo el son suena con mayor claridad, hacia la cadencia poética donde se tejen los tres heroísmos (aunque la palabra cause sonrisillas), de Díaz Mirón:

¿La poesía? Pugna sagrada;
radioso arcángel de ardiente espada;
tres heroísmos en conjunción:
¡el heroísmo del pensamiento,
el heroísmo del sentimiento
y el heroísmo de la expresión!

Así, entonces, la colección Fervores, surgió, –como lo dijo Ramón López Velarde mientras se le “teñía de verde el espíritu y la carne roja”– de la necesidad de comprender cómo en un tiempo la poesía mexicana recorría ciertos senderos que ahora no satisfacen —no del todo, ni superficial, ni profundamente— las necesidades expresivas de escritores y, sin ninguna jerarquía, de los lectores. O, con un mayor riesgo y más atrevida la conjetura: se mantienen en la memoria de quienes buscan y comentan —leve, entre ligero y sutil, sin duda— poemas, versos y autores que sustituyen, en el vacío, el ahora por un brumoso antes: ni vislumbres de un pasado poético (solo unos nombres en la neblina histórica), ni expectativa actual en listados parciales.

Extraña puede resultar esta idea, pero la experiencia –especialmente con jóvenes– muestra que su recuerdo, su modernidad poética (obviamente es necesaria la generalización) está marcada por textos y autores que pocas veces traspasan los años cincuenta del siglo recién pasado; algunos de los creadores todavía siguen en la escritura y la publicación, sin embargo, la mayoría de las citas de los lectores proviene de más atrás, tanto nombres como versos: ¿y los más recientes, los que nacen de los años cincuenta para acá?

¿Entonces?, ¿cuál es la "música íntima que no cesa?, ¿cuál es el vaivén, movimientos y figuras, de la cadera lírica de la poesía mexicana —etimológicamente— moderna?

Esta es la inquietud (escapar al sosiego) que impone la pregunta diversa y que muestra caminos: ¿cuál es su figura —linda palabra de la retórica cristiana para indicar la imagen, el efecto “plástico” en la palabra, tan mencionado en la actualidad—, qué temas desarrolla, cuáles preceptos líricos se ponen en duda?

La poesía actual, ¿recorre los recursos de una sonoridad tradicional, o está en pugna constante porque la lectura, con la vista, o mejor, la mirada, conduce la línea poética donde antes araba el verso y sus sonidos?

¿A qué poética corresponde seguir al verso tradicional?, ¿la de rima, ritmo y metro?
¿A cuál otra, el fluir de las imágenes, de pensamientos acordados en una narratividad agazapada entre líneas y segmentos?

¿En dónde confluyen ambas? ¿Deben hacerlo? Medidas de versos tradicionales ocultos, mediante una profesión de fe libertaria, en nuevas estrofas; rimas que en un abrir y cerrar de ojos —de oídos— resplandecen y se esconden. Relatos estructurados en una disposición, con evidencia forense, versal.

Las variaciones están ahí, presentes en cada texto poético que necesita la publicación, la lectura y la constante correspondencia con otros textos: medir fuerzas es su clavo ardiente.

Estos son los motivos de una geopoética, los rumbos imaginarios que busca clasificar —como Borges y el emperador chino en El idioma analítico de John Wilkins— la colección Fervores: recorrer diferentes trayectos donde poesía, poema, lírica contemporánea se enlacen para difundir —mediante plaquettes con cuidado editorial e innovación en su diseño— los distintos trazos poéticos y temáticos que conforman el panorama mexicano actual.

En Fervores, no hay sesgo por alguna época, corriente o grupo: el objetivo es difundir la poesía mexicana en todas sus variedades, en toda su riqueza, con todos sus riesgos. No hay antología, ni florilegio; publicamos poetas que tengan un lastrado y empuje en el lenguaje de la lírica mexicana, no en la disciplinada bolsa de valores del reconocimiento: la institución literaria, y mucho más en México, tiene reglas mediáticas y de poder cultural; indisciplinada la colección Fervores, desilusionamos expectativas y conformamos una parentela que tiene inicio, pero no fin: nadie está excluido de ella, y todos los incluidos, hasta ahora (es mucho mejor decir, y más exacto, la lírica publicada), tienen las mismas extensión: 20 cuartillas, de las cuales 17 son para la publicación de los textos, una de portadilla, una de legal y una de colofón con datos minuciosos, amplios y extendidos de la edición (título, autor, tipografía, papel, nombre de la imprenta y dirección, nombre del diseñador de la portada, del encargado de la edición y la fecha de la impresión que incluye un verso de un autor de poesía que mexicana que nació o murió en el mes de publicación y que ahora ya no vive), 1000 ejemplares de cada plaquette, con un dibujo original en la portada (con técnicas variadas) del pintor Gerardo Torres.

La primera tanda de la colección está conformada, en el orden que propone un pincel con cerdas de pelo de camello que rasga el papel de arroz de un inventario, por trece plaquettes que salieron publicadas en julio de 2010, todas al mismo tiempo:

  • Estrofa, Aurelio Asiain (1960)
  • Versalía, Roberto López Moreno (1942)
  • Tan fácil de amar, Sandro Cohen (1953)
  • Los rumores de la guadaña, Enrique González Rojo Arthur (1928)
  • Trenes, Eduardo Langagne (1952)
  • Qasidas de los ojos de mar, Luis Tiscareño (1957)
  • El ojo de Polifemo, Raymundo Ramos (1934)
  • Por si acaso no, Pura López Colomé (1952)
  • Singladuras. Poemas desde la India, Elsa Cross (1946)
  • Cartas a Robinsón, María Baranda (1962)
  • El ojo de Horus, Frida Varinia (1960)
  • Ciudad bajo el relámpago, Efraín Bartolomé (1950)
  • Vuelo 294, Víctor Manuel Mendiola (1954)


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Reseña de Parentalia ediciones, Periódico de Poesía núm. 89, mayo 2016