No. 94 / Noviembre 2016


Tres poemas deszombificadores
mexicanos recientes



Maricela Guerrero

 

y existe la cocina, existe la orden
de encender un fósforo
y hay una riqueza enorme y mal distribuida
de crustáceos en el mundo, y de libros y de tiempo
para leerlos.
Fiat lux, Paula Abramo

En la escritura, un texto muestra su política.
En la lectura, el texto tiene un aura política.

Política poética, Nicole Brossard

 

Una de las consideraciones más comunes para pensar en la relación que ciertos poemas guardan con respecto de la lengua es que enrarecen su léxico; es decir que para componer un poema se recurre a palabras y campos semánticos no tan comunes o coloquiales como los que se utilizan en las conversaciones o en los massmedia en general o en la publicidad, en particular. Que en el poema tanto el léxico como la sintaxis desafían las normas y establecen relaciones inusuales, únicas. Hay en esta actitud una vocación de desmarcaje, de disidencia, que no faltará quien señale también se realiza en los singles, slogans y demás instrumentos de la publicidad, con una pequeña diferencia, la intención. Señala Meschonic: “la poética es ella misma una ética en acto de lenguaje. Y si pone en juego la función y la situación histórica y social de los sujetos, ella es en un mismo movimiento político. Una política del sujeto. De los sujetos” (MESCHONNIC, 2002, p. 33.).

El lenguaje de ciertos poemas es un reiterado ejercicio que pretende zafarse de la norma y del lenguaje hegemónico y pone en juego una ética acerca del lenguaje y lo que compartimos o disentimos con él. En ocasiones esa vocación se expresa mediante señalar las artimañas que están detrás del lenguaje que producen las agencias de publicidad y los medios masivos de comunicación o el lenguaje legal; hacerse de ese lenguaje zombificante estatificador para mostrar sus contradicciones y plantearlas desde una postura crítica, señalar con extrañeza que lo que consideramos común no lo es tanto.

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