No. 94 / Diciembre 2016


Afectos cardados


Salpicaderas
Pedro Serrano

Paréntesis de Ivonne Sánchez Barea es un collar de pequeñas cuentas que recorren, como en una diapositiva, días en común. Son las estáticas, las fotos fijas, del transcurso de un tiempo convivido. Esas cuentas no señalan nombres ni lugares pero apuntan a ellos. Los leo y despiertan en mi memoria visiones y momentos. Dan cuenta y hacen cuentas de ellos. Los poetas en sus vidas pasan, como todo el mundo, por muchas circunstancias y no a todas prestan atención. O sí, pero no siempre son capaces de hallar su cristalización o su vaciado. Para que eso suceda hay que escribirlas. Y eso ha hecho Ivonne Sánchez Barea con estos poemas. Le da voz, más que sentido, a un estar en común que tuvimos, en el mes de octubre de 2016, varios escritores y escritoras de poemas en la ciudad de Trois-Rivières, en Quebec. Entre los muchos que convivimos, el trazado de sus versos me lleva a unos pocos: Eduard Sanahuja de Cataluña, Claudia Daventry de Escocia, Robert Picamiglio de Francia,  Ingrid Valencia de México, Alejandro Cortés González de Colombia, Diane Regimbald de Quebec. La lista que ella hiciera podría ser diferente. Pero la lana que cardó nos incluye a todos, como flecos que se añaden o se quitan de una continuidad. Rapunzel deja caer su trenza y por ella quienes estuvimos y quienes la leemos podemos subir y bajar. Nos invita a su festividad. Da sentido al encuentro. Muestra que en efecto los poemas son testimonio de vida, y que esa vida es en común, incluso aunque se escriba en soledad, o se regrese de ella. Por sus poemas puedo ver las márgenes de esas tres riveras que dan nombre a la población, y cuyo muelle recorrí con Ivonne en nuestro primer paseo exploratorio. Aparecen de nuevo el verde brillante de la Basílica de Notre Dame du Cap, el bosque de arces alzándose hacia el otoño, las cuerdas de la cascada de Saint Montmorency, la potestad del río San Lorenzo, su muda continuidad. Recorro las calles de la ciudad que nos acogió, con sus restaurantes en los que leímos, y el Zenob, un bar en donde todos, “naves de sal”, recalábamos al caer la noche. Porque también nos cayó juntos la historia, como un balde de agua fría, con la noticia del rechazo al plebiscito por la paz en Colombia, que anunciaba lo que ahora vivimos. Eso nos constituyó y ahora Ivonne lo ha cardado y tejido. Paréntesis se da en singular pero también en el plural de cada poema. Un “Prólogo” abre el abanico de veintiún diminutos paréntesis y dieciséis “Fortuitos” en los que yo me reconozco y en el que invitó al lector a hacer su propio reconocimiento, en las ardillas negras, en la rivera del río, en la evocación que nos trae y que a ella debemos, quienes nos recuperamos en estos poemas, quienes nos inventamos con ellos.





Poética

Del imaginario fluyen naves de sal, la luminaria
existencia que abre un paréntesis.
Hermanamos el hoy y siempre desde el secreto del
tiempo, que cardamos e inventamos, figuras que
sacian las horas.
Los hijos marcan con sus manecillas, segundos para
el regreso.
Un retrato humano se dibuja en la línea del destino.
Fortuitos encuentros; con la ardilla de carbón y el
pájaro herido.
En las riveras hay soplos de voces, flecos.
Concurrimos, traspasamos las cuerdas, la visión entre
hilos.
Perenes guías de un camino, dejando espacios, que
se martillan en el yunque.
Retenemos la visión de las fauces del tiempo.