voz-viva-muiz-huberman-web.jpg  Angelina Muñiz-Huberman 

En 2006, la colección Voz Viva de México sumó a su catálogo el disco compacto de la poeta y narradora Angelina Muñiz-Huberman, con un texto de presentación de Adolfo Castañón. En este número, presentamos tres poemas extraídos de esa edición.

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Corre la voz de que Angelina Muñiz conoció dos veces el destierro pues, hija de una familia española refugiada en México, oyó de labios de su madre que eran, todos sus consanguíneos y ella misma, de raíz judía pero que habían tenido que ocultarla desde siempre. Esta revelación sería decisiva en la vocación poética y literaria de la polígrafa. La poesía y la literatura escrita por Angelina se inscriben en un singular horizonte renacentista. No campea por los espacios de la italiana florentina sino por los de un renacimiento anterior. Me refiero a esa prodigiosa fusión de las culturas cristiana, árabe y judía que se dio en esa España mozárabe y sefardí […].

Hija pródiga de una tradición a medias sepultada, Angelina practica en sus letras, escritas a caballo de la historia y de la fantasía, un oficio de piedad y reconciliación.

Adolfo Castañón

 

voz-viva-muiz-huberman-web.jpg Leer y escuchar...

 

Hyères

Extranjería

Reconcilación 

 

 


{mmp3ex}www.archivopdp.unam.mx/media/hyeres.mp3{/mmp3ex} Hyères.

 

HYÈRES  

Hubiera querido,
antes de nacer que es antes de morir,
estar en Hyères.

El 29 de diciembre nací en Hyères
y cinco días después
empapaba de llanto el tren
que de nacer me llevaba a morir.

Porque al origen no se regresa
porque al mar no se vuelve.

Cinco días con el oleaje de fondo
y espuma de silencio.

Cinco días con los pinos
clavados en la arena.

Perseguí Hyères:
quién ha estado:
quién lo invoca.

Si existe Hyères existo yo
Si está en el mapa estoy yo.

Lucano dice que en sus aguas
pelearon romanos contra griegos.
Paul Klee que padeció mi enfermedad
–la del alma y la del cuerpo–
estuvo allí días pintando.

Quién más,
quién más ha estado en Hyères.

Cómo hubiera querido,
pero como no estaré

Antes de morir
que es antes de nacer.



{mmp3ex}www.archivopdp.unam.mx/media/extranjeria.mp3{/mmp3ex} Extranjería.

 

EXTRANJERÍA

por las calles extienden sus manos desasidas
pies se arrastran sin reconocer el pavimento
las hojas del cielo coronan sus cabezas

bandadas de ángeles sin paraíso

apretujados contra el tibio muro
sin techo como príncipes del alba:
en la esquina de todos los vientos
y en el centro de todos los huracanes

rayo maldito en vano incendia los aleros:
      ateridos han sido llamados

sin oriente, ni cristal, ni aguja imantada
dan calor a sus cuerpos con otros cuerpos:
reflejan en las pupilas su estrella perdida

poco hablan, poco comen, poco saben
ceñida cuerda que ni a medida llega
paños que no cubren carnes de la desdicha

(huecos, grandes huecos entre los aluminios
para que las palomas del hambre pasen)

elevan sus rezos sin ton ni son
que un distraído Dios ha confundido
abandonados, son los abandonados

granos de arroz ruedan en las escudillas
como pequeños tambores sin hálito guerrero
venta de sus almas en el frío de las esquinas
pocas palabras sin orden pronunciadas

sobres las espaldas cargan el invisible azor
de sus tierras, a medio espejismo y a duna entera

la tarjeta de identidad lo dice sin ambajes:
el suyo es un perverso acto de extranjería

al anochecer recogen sus pertenencias:
poco a poco se internan en las brumas
hacia grandes espacios de sueños de opio.



{mmp3ex}www.archivopdp.unam.mx/media/reconciliacion.mp3{/mmp3ex} Reconciliación. 

 

RECONCILIACIÓN  


Y un día acepté el paisaje.

Las montañas,
siempre las montañas.
El lago del recuerdo,
que hubo,
que ya no hay.
Los volcanes al oriente,
los volcanes siempre.
Los volcanes al oriente,
la punta de nieve
ya blanca, ya breve.
El sol que se pierde en ella.
Árboles lejanos,
de tan lejanos,
olvidados.
No hay agua que corra,
no hay agua que brote,
sólo el agua que cae,
que limpia,
que arrastra,
que reverdece.

Y acepté el paisaje,
el paisaje que no era mío,
que me encerraba en cuatro paredes,
que me daba alta prisión,
con sólo el escape del cielo
y tal cual nube para sentirme mejor.

¿Qué hacer si el paisaje no era mío?
¿Qué hacer si nací de cara al mar?
Si el mar desgastado
había arrastrado la arena
y con ella los recuerdos conjurados.
Si la memoria no guardó nada,
si el olvido era línea confín.

Y sin embargo
durante años
creer en el olvido,
en la tierra perdida,
en el mar que lloraba,
en la imagen sellada.

Hasta que ya no se puede más.
Porque un día ya no se puede más.
Y entonces
al abrir la ventana
ves el alto perfil,
la nieve en los volcanes,
los árboles lejanos.

Y ese día,
ese día,
aceptas el paisaje.


  


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