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No. 102 / Septiembre 2017


Baladas industriales. Primera parte


Luisa Manero Serna

Tengo en el librero de mi casa —en realidad lleva tiempo danzando de una silla a otra; siempre dejo para después ordenar mi cuarto— un folleto titulado The Shuttle and Cage: Industrial Folk-Ballads, editado por Ewan MacColl (Workers’ Music Association LTD). Es una recopilación de canciones que son cantadas por los obreros de las fábricas de Gran Bretaña, o que al menos eran cantadas en 1954, año de su impresión. Las canciones de obreros no son raras ni curiosas. La música ha acompañado al trabajo desde siempre. Tampoco es raro que hayan sido recopiladas, pues desde el siglo pasado los editores, escritores y músicos han reconocido el valor de las canciones llamadas “populares” y han promovido su conservación. Lo que es curioso es que este folleto, con una sola y antigua edición local de los cincuenta y un corto tiraje, haya terminado en una casa de Atizapán de Zaragoza y en un Periódico de Poesía mexicano.

Es interesante pensar en el viaje, el movimiento de los libros y sus destinos en ocasiones improbables. En la época colonial, un solo ejemplar europeo pasado de mano en mano hasta llegar a América sorteando la censura era suficiente para generar ediciones clandestinas, y sumarse al cúmulo de información y conocimiento que fue construyendo al pensamiento ilustrado y dando forma a los movimientos independentistas. Los libros se mueven. Sea como sea. Sortean barreras geográficas y políticas. Dónde acaban y qué es de ellos depende de la cadena infinita de las circunstancias y los eventos. (Lo mismo pasa con los cuadros, la música… ¿supieron del caso de Sixto Rodríguez y el ejemplar de su disco que llegó a Sudáfrica y lo volvió representante de la contracultura del país africano?)

Recordar que las obras son objetos que se desenvuelven en un mundo físico y un campo cultural hecho de personas, conflictos, relaciones y circunstancias me hace pensar que uno de los factores de la conformación de un canon es la suerte. A lo largo de los siglos se han destruido miles de libros y los supervivientes —¿salvados por un fraile que guardó un pergamino entre sus pertenencias personales? ¿por un matemático árabe que se interesó en un antiguo estudio griego?— son los que van construyendo nuestra historia de la literatura y de la cultura escrita).

El folleto viajó. Pasó quién sabe cómo de Londres a Estados Unidos, y terminó en un sótano del East Village, en Nueva York, dentro de una bolsita zip-log porque se está volviendo polvo. Yo también viajé. A mi hermana se le metió la idea de ser pintora y estudiar la maestría en la New York Academy of Art; decidí aprovechar el hospedaje gratuito para conocer la ciudad; mi hermana pensó que me gustaría ver un barrio que alguna vez fue de punks; se me ocurrió asomarme a un sótano que decía “aquí hay libros”… y nos encontramos.

Estas baladas son un vistazo a un cautiverio en movimiento: las manos, las máquinas y la voz se tensan y relajan rítmicamente, y aseguran los cambios necesarios para que nazca un producto que es perfecto porque es siempre el mismo. Nada cambia en el dinamismo de las fábricas. Son canciones para quien siente que se le acaba la respiración y tiene miedo a morir. La canción es un acto que se contrapone al declive de la fuerza vital, al sentimiento de pérdida de la humanidad propia y al destino del cuerpo.

Presento la obra en su totalidad en formato digital. En un próximo número publicaré las traducciones.

Tras la impresión del folleto, Ewan MacColl grabó tres discos basados en las canciones que en él aparecen (años 1957-1960). Solo del primero he podido encontrar canciones en Internet; la mayor parte del volumen aparece en YouTube (falta la última canción, “Poor Paddy Works On The Railway”). Comparto al final de este espacio dos canciones: “Champion At Keepin' 'Em Rolling” y “The Four Loom Weavers”. Quien esté interesado puede escuchar la lista de reproducción completa haciendo clic aquí.

Es raro y curioso tener en el Periódico estas canciones, así como la oportunidad de difundirlas y conservarlas, porque la suerte es una fuerza muy rara, muy curiosa.

Acceder a The Shuttle and Cage

 

Champion At Keepin' 'Em Rolling

 


The Four Loom Weavers