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Paul Bélanger


Traducciones de Silvia Pratt 

 

Origen de los meridianos

Qué pasos escucharán el silencio
de la tarde, qué sonidos
del más grave al más agudo

sembrarán en la tierra infértil
las flores ilusionadas por el día
la agitación que huye de las alas
de las aves en la piel del aire

qué bocas absorberán el río
aproximándose a sus labios como un cáliz

qué horas de amargura enterrarán
tus huesos, pensaba yo.

 

Frente al hielo sin fin
donde sólo resplandece un pálido sol

ese mito de una superficie

sin fin descubres tú acaso la raíz
luminosa de un nombre aún oculto

la historia muda de su canto
cuya sangre y ceniza esparcidas
en los campos de Europa regresan

* * *

la vocal maldita de un tren
atravesando lo insostenible
el aullido insomne de la noche

mientras que la orgullosa imagen
obstruye la certeza de tus raíces.

* * *

Hasta qué grado percibes que el tiempo
abre frente a ti el paisaje
imperceptible de tu espera; qué esperas
de la declinación de los crujidos
en los leños
 —como la expresión de tu conciencia.

¿Bebes un agua tan clara?

La corneja volaba hábilmente, pero
será que de verdad pasó
de igual modo escribes tú en la noche
vigilado por el reloj
que desplaza las palabras y crea
una líquida montaña.

El ave desafiaba tu memoria
y el paisaje más hacia el este
se transformaba sin tropiezo
emergiendo de lo oscuro.

Estabas vacío,
sin aliento; sin embargo
ante tus ojos la bóveda constelada
permanecía visible y familiar
en tu caos interno.

* * *

Balbuceas insultos
y embrollas hasta el origen
tus meridianos
                          en un anhelo depredador
                          que te sorprende.

Los gemidos del intruso
surgido del azar de las calles
los saboreas en tus resquicios.

El ojo se agranda fuera de tu voluntad

en todos lados, puertas se abren
si caemos en el fondo de las aguas.

 

El alba quemaba los labios
del joven ahogado

                            en la introspección que aflora dentro del alma
                            un silencio pleno.

Desde antes le concederías acaso a la mañana
su máscara azul, la tierra
sellada en sus brocales,
la desaparición
de tu nombre en su piel.

 


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