Envío Escribí para ti, para tu honda trayectoria, para el hueco de ti. Tú fuiste mi herida, por tu honda flecha abrí las manos. Escribí para el sol desnudo de tu nombre, para nombrarte mío y de los hombres, para salvarte de las cosas mudas sin lenguaje: Tú que estás en todo y todo te conforma. Escribí para ti, ánima del mundo, piedra mía, para tu arena implacable que nada olvida. Escribí para ti molino de sombra, para que el pobre hombre, pobre, mire la flor de su edad naciendo y se alegre.
Respuesta
A Luigi Amara
No tengo corazón para las cosas, para verlas rodar en su caída, para el largo murmullo en su agonía. No tengo corazón para las cosas felices de este mundo: no me alcanza el corazón para la risa, ni el ojo para el ave, ni la mano para la gota. No, no tengo corazón. No alcanza su hipo a la hipérbole ni sus dedos se congelan con la nieve. Y aunque quisiera rendirse, a veces, tumbarse sobre la hierba, su sombría pesadumbre se lo impide. Me falta corazón para las puertas, para las manos de los hombres. Me falta. Me falta morir para encontrarlo. Tenderme sobre el lomo de su rayo, cabalgar sobre su grupa. A veces, ya muy noche, pregunto al enorme silencio del mundo cómo puede morir el corazón entre las manos; a veces, muy temprano, pregunto a la gran algarabía del mundo. Asombrada, miro su torpe ánimo, su paso incierto, su lenta caída. Es triste, lo sé. Pero no tengo corazón para las cosas felices de este mundo.
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