anne-petterson.jpg Aline Pettersson 

 "Aunque Aline Pettersson tiene una amplia y muy reconocida obra de narradora, cuentista y ensayista, es sobre todo en su voz de poeta donde encuentro algo así como el núcleo de toda su escritura creadora. O uno de sus núcleos más consistentes. Porque en la intensidad concentrada de sus poemas es visible, o debería decir más bien audible, el vínculo que ella sostiene con el mundo y con el oficio de palabras que es su vida."
 
Alberto Ruy Sánchez, en Aline Pettersson. Recuento, colección Voz viva de México, UNAM/Dirección de Literatura, México, 2002.

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De estancias del tiempo

    Tiempos de palomas

 

    Estofado

 


 

{mmp3ex}www.archivopdp.unam.mx/media/aline-petterson-tiempos-de-palomas.mp3{/mmp3ex} Tiempos de palomas

 
1

El hijo dibujaba -tarde a tarde- la silueta
de las aves en su arrullo pueblerino
de ciudad niña.
Amor corona las testas en remanso,
la comba del pecho,
el pliegue de las alas
y la vigilia nocturna.

Mudo canto de tela que la aguja nutría.


2


En los senderos adolescentes de los libros
–entre collados y sotos
-se despliegan historias
de invencibles guerreros y doncellas cautivas.
Mensajeras de amor -las aves-
hieren los aires
con su alada y ardiente caligrafía,
mientras los ojos permanecen atados a las páginas.

 

3

Responde el agua
al llamado ducal de los muros
en la antigua república,
y al ojo se yerguen -más ricos
que el furor de los sueños-
con sus rojos, sus ocres y sus cadmios.
El sol dora la piel áurea de la cúpula,
las calles espesas del agua permanecen insomnes.
Manos y ojos se tocan
en la eterna primera vez del deseo.
El aire tiembla y el suelo en la plaza oscurece:

Un tropel de plumas hambrientas se acerca.

 

4

Se perfila la línea extensa de los montes.
Nada hay que limite el vuelo
a los ojos,
al viaje constante del alma,
a la vigilia del paisaje.
Y sin embargo...
En el pretil desvalido de mi ventana
-del otro lado del vidrio-
el tiempo ha cobrado cuerpo
en el zureo agónico,
el batir de alas,
las gotas inmundas.

Invasión de palomas,

arrullo de la muerte.


 


{mmp3ex}www.archivopdp.unam.mx/media/aline-petterson-estofado.mp3{/mmp3ex}Estofado

 
¿Y cómo hablar del sencillo placer
del tiempo que se dilata
en la cóncava oscuridad
del barro?

¿Y cómo del crepitar
de la cazuela
anundando fragancias y texturas
al calor de su fiebre?

Suave borbotear de transparencias,
matices,
sabores,
el espesarse lento de los jugos en la oquedad
donde arde la vida
que será transfigurada.

El blanco iridiscente en la cebolla,
el manto de cobre
que arrebuja a la zanahoria
en su danza.

Y las negras esferas de pimienta,
y la carne sellada al rojo vivo
con adorno de laurel
y de hinojo.

El humo se eleva por los aires,
se cuela por la nariz palpitante.
La boca se humedece,
anticipa el deleite

que mi manos
-cumplido su oficio-
dejaron al tardo transcurrir
de este tiempo de fuego.

En torno al viejo encino de la mesa,
yo y mi madre y mis hijos y sus hijos
en sosiego esperamos.

Pero mi hambre es tan agónica
y tan ávida la sed
que mientras arda la vida,
mientras aliente su fuego

jamás podrán saciarse.


  


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