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portada-imaginario.jpg Imaginario de voces  
Julio César Félix, Editorial Colibrí, México
 

Por Alejandro Torrado
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Leer un poema es acabar de crearlo.
Sin embargo, no es lo mismo escribirlo
por primera vez que seguirlo
creando cada vez que se lee.
Gabriel Zaid, “La poesía en la práctica”.

 

El lector comprometido es quien cierra la obra literaria, quien termina ese circuito estético que va de la escritura a la lectura; es quien, acaso, le da razón de existir a cada línea o a cada verso, apropiándose de un universo que ya comparten escritor y el propio lector. Particularmente en la poesía este compromiso debe ser total. Y deberá renovarse en cada nuevo encuentro con el poema. Imaginario de Voces, del poeta sinaloense Julio César Félix, es precisamente un libro de poesía que nos permitirá encontrarnos y reencontrarnos con la fascinación de la palabra.

Y es aquí, a propósito de este libro, donde nace una encrucijada: ¿qué clase de poesía es aquella que, fuera del aula y del espacio académico, necesita desmenuzarse, explicarse? ¿Qué clase de poesía es aquella que requiere teorizarse para existir, para operar?

En el caso de este Imaginario de voces de Julio César Félix, es la poesía misma quien escoge al portavoz, sobrenombrado, poeta: “La poesía yace sin reposo,/ regenerándose,/ existiendo en máscaras ocultas,/ reinventándose en el lecho vocálico/ de esta espera de ritmos.” La poesía es un ente independiente, yace, subsiste, se apodera del poeta, lo enamora y le da voz. La poesía sabe con quien meterse… qué tanto no ha hecho este par…

La poesía, en Félix, se presenta como un aliento milenario que recoge la tradición y al mismo tiempo, la vanguardia  de los poetas que existieron y los que están por existir. Intemporal, inencuadrable. Sí Baudelaire, sí Gonzalo Rojas, pero también es la voz de los poetas por publicar, de los hasta ahora sin nombre. Es la voz de la filosofía de María Zambrano: “pensar con el corazón y sentir con la cabeza.”

En este poemario, nos encontramos con la imagen, más que con el adjetivo; con la lacónica y desfalleciente palabra, casi haikú, que ha descubierto su propio espacio y su propia voz, ya sea en la ciudad de México, que “grita de espanto”, en el desierto, donde “duele el polvo”, o en el mar, que “atraviesa noches y sonidos despojados de sus ecos”. El mar. Agua, líquido en muchas formas, poeta marino, renombra la soledad, el hartazgo y la saciedad de los hijos de Baco, al fin líquido.

Hablamos de transición; de un ininterrumpido devenir poético que es también, en su propia dimensión, un devenir vital amarrado a la palabra: la poesía se vive y se vive con la poesía. Por tanto, reconoceremos en este libro  los grandes temas de la humanidad: el amor, el tiempo, la soledad… pero también advertiremos la magnificencia de una tarde, la exactitud de una caricia o la contundencia de la imagen reflejada en el espejo.

¿El amor? Para Félix no es un tema que requiera sesudas disertaciones poéticas, sino que puede ser éste un momento, un fragmento de universo en su maravilla contraída: “El amor es la señal/ de partir,/ (fuga de ojos/ que cantan/ a la orilla/ de una ausencia).” O bien, puede ser nostalgia derramada: “Los ojos de este lunes/ han visto a la lluvia/ y al amor/ hablando / de lúgubres tardes/ del invierno”.

Si ustedes están dispuestos a adentrarse en un mundo renombrado, reordenado por la fascinación poética, tendrán que leer Imaginario de voces, un libro que es una cúspide fractal del lenguaje al servicio de la belleza de la palabra. Una poesía dirigida a aquel lector comprometido al que le gusta reinventarse pero que también reinventa al poema en cada lectura.

En este Imaginario poético, Julio César Félix llega a un lugar que no es un fin, pero sí un estadio inequívoco del triunfo de la palabra poética sobre la barbarie de nuestros tiempos..


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