Defensa de la poesía

Pedro Serrano

rothko-redviolets.jpgLa experiencia de ver un cuadro de Mark Rothko es única. Nunca es lo mismo, sabemos, ver la materia en sí que su reproducción en un plano, sea en un cuadro neoexpresionista o en un Tiziano o un Freud. Sabemos también que la anécdota de un cuadro está contada por el color. Pero en Rothko no hay anécdota. En su caso la experiencia estética depende solo de la vibración de los colores ante la luz presente y casi nada más...

 

Defensa de la poesía

Pedro Serrano

rothko-redviolets.jpgLa experiencia de ver un cuadro de Mark Rothko es única. Nunca es lo mismo, sabemos, ver la materia en sí que su reproducción en un plano, sea en un cuadro neoexpresionista o en un Tiziano o un Freud. Sabemos también que la anécdota de un cuadro está contada por el color. Pero en Rothko no hay anécdota. En su caso la experiencia estética depende solo de la vibración de los colores ante la luz presente y casi nada más. Como en laboratorio, en estado puro. El pintor estadounidense quería que sus cuadros fueran vistos bajo determinada iluminación y a una altura y distancias específicas. Y sucede. En un cuadro de Rothko vemos moverse las partículas granulosas de la luz en los colores. El cuadro se nos mete y nos invade como si nos absorbiera, no como si lo viéramos. Cabe decir que la virtud del original no tiene nada que ver con la posesión del objeto, que importa más en términos de capital que otra cosa. La experiencia presente no invalida, sin embargo, el placer de ver una reproducción en una postal. En ella se puede apreciar la armonía de los colores y su ritmo de matices, y rothko.jpgverla es también un goce y un aprendizaje. El no haber viajado a Europa y por lo tanto no haber visto los cuadros in situ no le impidió a Xavier Villaurrutia entender cabalmente la pintura de su época, ser el mejor crítico de su época y el primero en México en conocer cabalmente la experiencia del surrealismo, a pesar de la derogativa opinión de Octavio Paz, que se lamentaba de esa carencia y la volvía absoluta. Su crítica es hiperbólica, pues aunque Villaurrutia no fuera a Europa, sí conoció lo que estaban haciendo sus contemporáneos en México, que correspondía y dialogaba con lo que en otros lados se buscaba. Se trata de la agudeza con que se ve lo que se tiene, y de la capacidad para ponerlo en relación. Por eso, una lectura atenta y crítica de lo que sucede en una obra a través de su reproducción puede ser igual de calificada que aquella hecha a partir del original. Depende qué es lo que se esté viendo y buscando. Quizás la experiencia del original y la experiencia de su reproducción sea equivalente a lo que pasa con un poema leído y un poema escuchado. Borges decía que un buen verso nos obliga a leerlo en voz alta, que si no, no es buen verso. Nos hemos olvidado de la voz, del grano de la voz, y creemos que todo sucede en la expansión visual, que es su reproducción. Cuando escuchamos un poema su estructura se inscribe en la mente y la reorganiza. La reproducción la leemos, y allí queda, fuera de nosotros, a menos que la volvamos a originar.


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