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portada-masalla.jpg Más allá del portón de hierro
Orli Guzik,
Eón, México, 2008 

Por Óscar Wong
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Una imagen, un centelleo, una expresión inusitada de sonido, nos pueden llevar a fablar, a fabular –y acaso a invocar y evocar– una historia, un cuento, una epopeya (por algo la palabra latina vox tiene un origen común con el griego épos, la palabra oracular, divinizada); de tal suerte que la imaginación emerge con la perpetuidad del instante, con la voracidad que un momento estético nos revela. De manera que el título Más allá del portón de hierro nos sugiere un lejano territorio onírico, una travesía donde la ensoñación cobra relieve. Pero, ¿en verdad el marbete de este libro nos transporta a una dimensión imaginada, lúdica? De la noche al alba, del vigor al deseo, la autora busca asomarse a la expresión lírica con “el derecho de expresarse como persona (y) devolverle el derecho a la conversación”, como reflexionó en su momento Fernando Alegría.

Sin embargo, las interrogantes surgen concatenadas: ¿Se escribe por una necesidad de expresar los sentimientos más profundos, más últimos? ¿A través de los textos se comparten dichas emociones? ¿O solamente se pretende vislumbrar los “falsos silogismos de colores” de la fama? ¿Se publica “para el pasmo y la gloria/ de la humanidad giratoria”, como refería López Velarde? Y aquí habría que recordar aquello de que Nombrar –desde la perspectiva judaica– es más que saber utilizar la representación gráfica. En este volumen naciente, Orli Guzik (México, D. F., 1960) asume el tono prosaico, coloquial, distante de la grandilocuencia con un lenguaje llano, directo, soslayando en cierta forma las diversas figuras de dicción y de pensamiento.

Sin demasiada retórica, cuarenta y cuatro poemas se desplazan a lo largo de tres instancias denominadas: Como el círculo que vicia los sentidos, Cristalina heredad y Presencia insobornable, y exteriorizan este periplo existencial cuyo punto de partida descubre una visión noctámbula donde la penumbra y los amantes se entregan de manera “Lenta”. En el primer capitular, la autora busca –tentaleando entre “aromas cristalinos”– la “intensa vastedad del mundo”, aunque el entorno se observa de manera sucinta como “lánguidos parajes de la mente”; como premisas que nos conducen al linaje, a la estirpe familiar. Por otra parte, más que un ejercicio metonímico, visual, “El camino” incorpora la configuración de una realidad, de un destino que se entrelaza y recomienza a manera de caduceo o uroboros.

En la instancia siguiente, la autora se pertrecha y se posa en el ámbito personal-familiar; acaso por lo mismo, sus versos se vuelven una salmodia para recibir el año nuevo o bien para saludar a Ron, el primogénito (“Criatura cristalina eres”, “sonora realidad”) y a Ylai, segundo vástago (“Arbusto y musgo en equilibrio”). Shirel, calificada como “sutil revoloteo de colibrí al mediodía”, se metamorfosea en un texto luminoso. Aquí el conocimiento sensible se vuelve reminiscencia de la infancia, raigambre lúdica, voracidad y veracidad, desazón y gozo. La familia, por ejemplo, es una imagen significativa. Y la religión, la convicción espiritual judaica, se transforma en un modo de vida, en una forma cotidiana de ver al mundo.

Por último, el ámbito social, la queja, la casi denuncia, se despliega y se da la mano con el Sumo Bien, con la Verdad neoplatónica, religiosa. La composición lírica final, por su elaboración estrófica –aunque no por la métrica–, puede considerarse como soneto con estrambote. Juguetón, incisivamente lúdico, el fraseo expresivo se regodea con la sonoridad de la rima.

Vivencia emocional, testimonio, o documento –dije en su oportunidad– este volumen refigura el entorno vivencial de la autora, y va más allá de la simple manifestación estética puesto que devela un espíritu, un ser humano atenaceado por la supervivencia, por el dolor y la pasión. Pretende desentrañar, líricamente, lo circundante, hacer de lo profundo algo frecuente, usual. Por ende, Orli Guzik se cuestiona: “¿Y qué es lo cotidiano?/ ¿Vale la pena hablar de lo cotidiano?” Más allá del portón de hierro constituye la búsqueda expresiva de una mujer ansiosa por salir al mundo en busca de respuestas.
 


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