A 20 años de 
Periódico de poesía
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A dos décadas de su aparición Periódico de Poesía rescata parte de su pasado.

En este número ofrecemos cinco poemas de Gerardo Deniz.



Crónico*

No entiendo por qué se meten tanto con el tiempo.
Cuando la eternidad deja la mandolina, se trasviste de señor y sale
a estirar las piernas, cada mañana, la llaman tiempo.
El tiempo es afieltrado, es tan a gusto como un gorro de Erasmo;
presta almohadas rellenas de plumas de Hjelmslev para dormir mucho o
    muchísimo;
adopta la forma del bisabuelo que lo contiene. Yo,
si en vez de hacerme viejo me hiciera nepeta, drosera, barramunda,
    seguiría opinando igual.
El tiempo transita entre nosotros sin notar las risas ahogadas porque se
    dejó abierta la bragueta
y sigue trayendo cada semana otra caja de postales y programas de
    temporadas de ópera;
con frecuencia las vistas son ridículas, los libretos carcajeables, es
    que en verdad no hay más.
Si un día esas cajas almacenadas revientan en corro, peor para Fulgencio
    Tapir.
Es el tiempo chirriante el que llega a ser insufrible. Asunto de
    lubricación, como en tantos casos:
si el tiempo no fluyera, cuán horrenda constipación de tripas.
Al insinuárseme aquello de que, por causa del tiempo, nada dura,
me basta con pensar que el ingeniero A. González Pérez y el doctor
    Sandoval Caldera
y el señor Blanc Solana y el licenciado A. González Ortiz
tampoco durarán. Incluso uno de ellos, hasta donde sé, dio ya el alma a
    quien se la dio:
es indiscutible que tiene sus buenos momentos el tiempo;
si no, las horas y los trimestres ya lo habrían linchado al son de un
    himno
rimando suerte con muerte, como cualquier poema de Borges,
o al menos su pequinés Tictac le habría mordido una liga. Color cáncer.

 

Velada

Cómo suena, Clementina, cómo suena
en tu boca cerrada ese caramelo
golpeando a lengua contra colmillo
y enseguida contra muela.
Cázanos raposas entre chimeneas;
anda, guapa, tráetelas, que el abad les dé arroz,
también a fénnec; tú al oneroso reno
(cf. el óptimo palindromo de Darío Lancini).
Y cuando aquí ante el Gran Canal
hablemos de Abisinia después de la cena,
no falte sobre nuestra mesa un cáliz
pleno de los caramelos más difíciles, ¡los azules
que teñirán el semen de estos misioneros
en su postrera cana al aire! Pobrecillos.

Un apuñalado por la espalda flota.
Desde que Clementina
avisándonoslo silenció
por respeto su opaco cascabel bucal
hasta que el abad hubo encarecido
en detalle la conversión al cristianismo
-Edesio, Frumencio y Mariquita sin calzones
oliendo a billete de banco-,
el cadáver no avanzó por el agua,
si eso llamamos avanzar,
arriba de veinticinco yardas
y, al cerciorarnos de visu,
oímos entre el Chopin: -Zanetto,
lascia le donne e studia la matematica!
¿Quién paradidla desde adentro del tambor?
¿quién gastaría en pipas de la paz
el briquet de Simbad el Marino?
Lavándonos con savonarolas
los misioneros suponen
que todo quedará en familia;
hasta los mapas italianos falsificados,
aun la mostaza (sulfuro de cloroetilo) musoliniana-
¡oh pimiento morrón del gran rifiuto
a fuego moderado, qué bien hiciste!
Ahora se embarcan suponiendo y, si no vuelven, mejor.

 

Vestimentaria, 3


...that modern kind of sophistication
that begs to differ, to be paradoxical,
                  to invert...

Conmigo cualquier uniforme
logra con creces su cometido de uniformar:
basta ponérselo a alguien
para que cese de parecerme alguien
y quede en militar, entusiasta, en alosumo
inspector de una fábrica de pez.
¿Experimentará ello algo? ¿Se dará vergüenza?
Probablemente no, más bien orgullo,
como esas almas uniformadas por su cultura
-escriptópteros, artipigios, intérpretes de nuestro tiempo:
ya siento la intelijodoncia à pas de loup,
guardiacivil mental,
con su "es uniforme cualquier ropa"
(porque trácata-trácata tracatatrá-),
con "estar desnudo más aún" (porque trácata-
i t. d.).
No he dicho nada -perdón,
hablaba sólo desde lo temporal

 


De Iside et Osiride


                                              a Matías

-¿Por qué a los acusados
-profirió Matías encabronándose-
nos han de sentar en un banquillo proverbial?
¿No conoce su justicia el w. c. irrompible de monocarburo
    de wolframio
(tungsteno, diría Vallejo, no por ello menos ídem?
-la nomenclatura del progreso anda a veces mal.)
Prefiero cómo mi hermanita Isis
me torna a la vida, y más aún
(sólo me intriga quién la instruiría).
Recuerdo la bacanal en el fondo del río Lerma, 1744,
les tringles des sistres tintaient,
vibraron las mesogleas cuando Trembley, desnudo,
volvió del revés a la hidra delante de todos,
la forró por dentro (que era por fuera) con el piyama
    de exudar sueños
y nos entregamos a la militancia en grande, al activismo,
tanto, que Isis debió intervenir hasta cansarse,
para que ganáramos, siquiera, el segundo premio

 

Abate
 
Cuando deseo escalar primermundo del mío,
me coloco junto a Liszt chocho-
                       deletrea
tras el atril aguas entre frondas,
ninfas trescuartos con pincel de guasa,
cuando se las mordisquea,
genial entre troncos aromáticos,
surtidores de la Villa d'Este,
trenodias dudando de sí propias
al enlazar algún ciprés planchado-

hasta que de pronto se arremanga con soltura,
salta a una escoba (apoyada en el piano
junto a la calabaza con vela ardiendo dentro
aunque en fotos nunca salga)
y huye por la chimenea.

             Noche, 1 de noviembre;
sin necesidad de terremoto de Lisboa
se abren las compuertas del más allá,
que los norteamericanos rigieron con injusticia.
(Liszt, empero, se llevó bien
con las discípulas asimismo gringas.
¿Cómo desdeñar idiomas -cuales sean- de la fuente,
o travesura entre los árboles,
con tal de pisarse la sotana, negra o rubia?)

 

∗“Crónico” apareció en el  número 11 de la primera época del Periódico de Poesía,  en 1989. En 1996 se publicó como parte del libro Ton y son, editado por el Conaculta. “Velada”, “Vestimentaria, 3”, “De Iside et Osiride” y “Abate” forman parte del libro Fosa escéptica (Ave del paraíso Ediciones, 2000) y fueron publicados posteriormente en el número 3 de la nueva época del Periódico… (marzo de 2002), bajo la dirección de David Huerta. Los cinco poemas están incluidos en Erdera, summa poética deniziana publicada en 2005 por el Fondo de Cultura Económica. El retrato que acompaña estos poemas es obra del editor y artista Roberto Rébora.

 

 

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