Defensa de la poesía

Pedro Serrano

gamoneda.jpgEl poeta Antonio Gamoneda suele decir que las grandes obras narrativas no son ficción sino poesía. Esta afirmación cambia de golpe las coordenadas de lo que entendemos por poético, pues incluye en su campo obras como el Quijote y Pedro Páramo y a escritores como Faulkner y Borges. La definición de Gamoneda incorpora en lo que pasa en poesía, géneros que antes se consideraban excluidos o exclusivos, y a la vez cambia las perspectivas precisamente porque aquello que incluye sirve también para ver claramente lo que excluye. Desde esta definición se puede entender mejor la afirmación derogativa de Baudelaire cuando afirma: “Y lo demás es literatura”. Efectivamente, lo demás es literatura, sea escrita en verso o en prosa, en monólogos ensayísticos o en diálogos repartidos, porque la condición de poesía no le da cierta forma de expresión sino que es resultado de una fuerza en la expresión...


Defensa de la poesía

Pedro Serrano

gamoneda.jpgEl poeta Antonio Gamoneda suele decir que las grandes obras narrativas no son ficción sino poesía. Esta afirmación cambia de golpe las coordenadas de lo que entendemos por poético, pues incluye en su campo obras como el Quijote y Pedro Páramo y a escritores como Faulkner y Borges. La definición de Gamoneda incorpora en lo que pasa en poesía, géneros que antes se consideraban excluidos o exclusivos, y a la vez cambia las perspectivas precisamente porque aquello que incluye sirve también para ver claramente lo que excluye. Desde esta definición se puede entender mejor la afirmación derogativa de Baudelaire cuando afirma: “Y lo demás es literatura.” Efectivamente, lo demás es literatura, sea escrita en verso o en prosa, en monólogos ensayísticos o en diálogos repartidos, porque la condición de poesía no le da cierta forma de expresión sino que es resultado de una fuerza en la expresión. Antonio Gamoneda no es un teórico, pero tiene razón, aunque este tipo de afirmaciones, viniendo de un poeta, suelen ser desatendidas por los expertos. Los teóricos, o mejor, los académicos, respetan y estudian la obra de determinado poeta, pero suelen dejar de lado sus opiniones, y en el caso de Gamoneda, su inclusión de obras ajenas sobre medicina como creaciones propias; porque les complica la vida. Siempre es más fácil dejar eso de lado y regresar a sus ajustes, de cuenta o de corsetería, para seguir catalogando inicuidades. La afirmación de Gamoneda es una de esas expresiones que los poetas se sacan de la chistera y por las que se les señala como inconsecuentes. A los poetas se les toma al pie de la letra en sus poemas, y se ponen sus palabras en un altar, dando por hecho lo que dicen, o si no, se les tira a lucas y se les otorga un salvoconducto de licencia poética. Lo poético como puerilidad. Salvo que algunos poetas llevan la chistera en las entrañas, y eso es difícil de asimilar. O llevan las entrañas en la cabeza, si la imagen resulta más digerible. Sacar algo de ahí cuesta mucho trabajo, pero como lo que vemos es que lo sacan de la chistera, nos quedamos tranquilos. Nos parece común y corriente, como cuando llegamos a un cuarto y vemos que la cama está hecha, que no hace frío ni calor, que las cosas están en su lugar, que hay incluso un vaso de agua y hasta una chocolatina en medio de la cama, como en un hotel. Si pasa en nuestra casa es muy probable que nos sorprendamos o que nos mosqueemos, principalmente ante la tableta de chocolate, porque o pasa todos los días y no significa nada, o es algo inesperado y quién sabe qué signifique. Y esto siendo solteros o casados, viviendo solos o en comunidad. Me parece que al argumento de Gamoneda no se le hace mucho caso en primer lugar porque de verdad perturba todos los valores aprendidos sobre lo que llamamos literatura. En segundo lugar, porque como ya dije, viene de la boca de un poeta, con todo lo que esto quiere decir, a favor y en contra. Pero estas dos razones son inconsecuentes. Quien las asume tiene ya para sí el camino ancho de las obviedades. La frase no ha hecho mella porque presenta una característica más compleja y más interesante. No ha tenido repercusión porque no ha adquirido todavía la lastra que requiere para provocar su discusión, debido a una verdad asumida que separa prosa y poesía y que está demasiado integrada en nuestra mente. Pero eso no le quita razón. Aceptar pensarla nos llevaría a meandros insospechados, relacionados con la retórica, o para decirlo en términos más sencillos, con la capacidad emocional que acarrea el lenguaje. Sería, por ejemplo, afirmar que la temporalidad y la espacialidad en una narración que llamamos poética escapa, aunque siga su trazo, a la temporalidad y especialidad que estudian los que se dedican a la narratología. Digamos que la narratología puede ser aplicada a toda obra narrativa, e incluso a un poema. Pero la actividad emocional del texto, sea poema o narración, va por otro lado. Como la magdalena incrustada en la memoria del lector o de Proust, o el corazón en forma de naranja de Gorostiza. A esta acción de un texto en nosotros es a lo que Gamoneda, seguramente, llama poesía, independientemente del género.

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